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1 de Diciembre de 2017
Por:
Redacción Credencial

¿Puede uno hacer yoga mientras está durmiendo? El lama Tenzin Wangyal Rínpoche dirigirá en Bogotá un retiro para enseñar lo que los monjes tibetanos han practicado desde hace milenios en busca de la realización personal.

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El arte de escuchar los sueños

A comienzos del siglo XX, Sigmund Freud puso de moda en Occidente la interpretación de los sueños. Estaba convencido de que eran manifestaciones oníricas de los deseos reprimidos. Analizándolos, podríamos saber cómo funcionaba y lo que pretendía decirnos el inconsciente.

En Oriente, en cambio, la disciplina de valerse de los sueños para perfeccionar la vida en la vigilia, es milenaria. La práctica del yoga del dormir y del soñar, así como muchos de los otros conocimientos sobre la meditación y el desarrollo espiritual, permanecieron ocultos, o mejor, reservados solo a aquellos que habían estudiado la tradición, porque solo ellos estaban preparados para recibirlos. Pero gracias a hombres como el lama Tenzin Wangyal Rínpoche, esas tradiciones han traspasado las fronteras geográficas y culturales.

Tenzin Wangyal nació en Amritsar, India, poco después de que sus padres tuvieran que huir de la opresión china en el Tíbet. A los diez años, se trasladó con su familia a Dolanji, en India, y se inició en la tradición Bön, la cual, según asegura el lama Wangyal , tiene un linaje ininterrumpido de 17.000 años, e incluso es anterior a la llegada del budismo a la India.

Tras haberse hecho monje, y ser reconocido como la reencarnación de Khyungrul Rímpoche, un célebre erudito y curador, se dispuso a recibir una de las enseñanzas esotéricas esenciales de la religión Bön: el linaje de la tradición oral de Zhang Zhung, llamado la Gran Perfección. El maestro le pidió, como a los demás estudiantes, llevar a la primera clase el sueño de la noche anterior, con el ánimo de saber si estaba preparado para recibirlas. El lama Tenzin había soñado que estaba montado en un bus que daba vueltas a la casa de su maestro, repartiendo boletos con la letra A tibetana a los pasajeros que subían. Cuenta el lama, en el libro El yoga de los sueños, que a los 13 años aún no sabía el significado profundo y esencial de la letra A en la tradición Bön.

Muchos años después, a comienzos de la década de los noventa, el lama viajó a Italia con la intención de comenzar a impartir las enseñanzas budistas en Occidente. Repartía volantes con la letra A budista, que se usan para iniciar la meditación, cuando el sueño de juventud se le vino a la cabeza como un rayo: él repartiendo boletos con la letra A budista en un bus.

 

*FOTO ARCHIVO PERSONAL

 

Somos lo que soñamos

Los budistas saben que el sueño es un misterio, una dimensión distinta que, sin embargo, es posible conocer. Creen, también, que nuestras dificultades para entendernos con los sueños, a pesar de que nos pasamos la tercera parte de nuestra vida durmiendo, es que los consideramos irreales, contrarios a la vida que sucede cuando estamos despiertos, y que validamos, esa sí, como real. Para los budistas, no hay tal: existe una sola realidad, que abarca también el campo de los sueños. Es uno quien decide si permanece en la ilusión o en la verdad.

 “No hay nada más real que el sueño –escribe el lama–. Esto solo tiene sentido cuando se entiende que la vida normal de la vigilia es tan irreal como el sueño, exactamente de la misma manera. Entonces puede comprenderse que el yoga del soñar se aplica a toda la experiencia: tanto a los sueños del día como a los sueños de noche”.

Como lo asegura a Credencial Jorge Llano, sicólogo de la escuela gestaldt y uno de los seguidores del yoga del sueño del lama Wangyal: “No estamos dormidos ni despiertos, estamos conscientes o inconscientes”. Y eso puede suceder en la vigilia o en el sueño.

El propósito de hacer yoga mientras se duerme es el mismo que el de las otras prácticas de yoga: la liberación de nuestros deseos y aversiones para alcanzar la iluminación y la paz. Contrario a lo que se podría pensar, el yoga del sueño no significa que todo se haga mientras uno está profundo. Todo lo contrario: exige toda nuestra atención. A fin de cuentas, se trata de estar conscientes (lúcidos) mientras dormimos. “Si puedes transformar y comprender el mundo de los sueños, puedes de verdad transformar tu vida, tu vigilia. Los sueños lúcidos permiten estar conscientes de que se sueña; y entonces puedes transformar el sueño en un movimiento del espíritu y no del ego”, asegura Llano.

Tenzin Wangyal suele aclarar el asunto en la charla preliminar de sus cursos: “Los sueños que tienes, tú los has creado. Así que tienes la posibilidad de crear mejores sueños: sueños sanadores, sueños transformadores”.

La teoría es sencilla. En principio, se trata de ponerles atención a los sueños para saber lo que nos quieren decir. No para analizarlos, como hacía Freud, sino para comprenderlos. Se trata de mirarlos sin pensar: “Los pensamientos interfieren con nuestra habilidad para ser. No puedes ser si estás pensando acerca de ser. No puedes amar si estás pensando acerca de amar. No puedes descansar si piensas acerca del descansar. El problema del intelecto es el pensamiento”, dice el lama. Luego, la idea es poder intervenir los sueños conscientemente, con el ánimo de poder alterarlos y reflejar esos cambios en nuestra vida cotidiana. Pero la práctica es dispendiosa.

El enemigo es, como en todo entrenamiento de meditación, la impaciencia. Nuestra cotidianidad es tan veloz, ansiosa, agitada, que exige resultados inmediatos. Pero el camino es más bien largo. En su libro, el lama hace una relación meticulosa de la clasificación del sueño, de sus relaciones con los chacras (o centros energéticos del cuerpo) y de los tipos de sueños progresivos que culminan con los sueños de luz clara, una iluminación que permite entrar a la muerte con confianza y sin miedo. Sin embargo, también describe en detalle la preparación, las posturas, la respiración, la imaginación y el ritmo que exige la práctica para ingresar con lucidez a un sueño. Y es evidente que solo quienes han tenido entrenamiento en meditación son capaces de apropiarse con facilidad de las instrucciones.

Pero puede que sea solo una impresión. “Todos tenemos una rutina antes de dormir: una taza de leche, una ida al baño, una mirada del celular, etcétera –comenta Llano–. La del yoga del sueño es una rutina más que hay que implementar y sostener por unos meses hasta que se vuelva costumbre, hasta que no puedas dormir sin hacer el yoga de los sueños”.

 

 

*Publicado en la edición impresa de agosto de 2015.