Gaceta Republicana, 16 de abril de 1916. Colección Biblioteca Nacional de Colombia.
Mayo de 2015
Por :
Fernán Vejarano Alvarado, Doctor en historia y geografía de poblaciones, École des Hautes Études en Sciences Sociales (E.H.E.S.S.) de París. Docente e investigador, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad Externado de Colombia.

COMBATIENTES COLOMBIANOS EN LA GRAN GUERRA

En recuerdo de Mme. Germain quien aún en 1980 relataba los
estragos de la artillería alemana en París en 1917.

Los historiadores y analistas de la Primera Guerra Mundial o la Gran Guerra, como se le ha conocido particularmente en Francia para distinguirla de la Segunda Guerra Mundial, que fue un episodio deshonroso y por ello bautizada la “drôle de guerre”, están de acuerdo que produjo un nuevo paradigma bélico, caracterizado por la introducción de una novísima tecnología militar: armas químicas con el uso extenso del terrible gas mostaza; la aviación primero como artificio de reconocimiento y posicionamiento del enemigo y rápidamente como letal arma ofensiva y el reemplazo de la caballería por tanques de guerra. El paradigma socioeconómico igualmente se revolucionó con la entrada masiva de millones de mujeres a la fuerza laboral y el derrumbamiento de un orden político antiguo con la caída de tres imperios, el austrohúngaro, el ruso y el otomano y la consiguiente creación de nuevas naciones en esos territorios así como una nueva y profunda división política en el paisaje de Oriente medio. Pero igualmente el orgulloso imperio británico sufrió la herida mortal al ser reemplazado por su antigua colonia americana como el nuevo imperio en ascenso. La Primera Guerra Mundial significó un cataclismo de alcances planetarios.

En Europa, desde las guerras napoleónicas un siglo antes, no había habido confrontaciones de tal magnitud ni que hubieran comprometido tantos países y naciones como aseguran los historiadores. Olvidan mencionar esos historiadores el gran número de soldados de origen latinoamericano que enrolaron al lado de los europeos, norteamericanos, asiáticos y africanos.

Las naciones latinoamericanas se mantuvieron al margen del conflicto en posición de neutralidad siguiendo el mandato de los Estados Unidos, pero sus nacionales tomaron partido, como se evidencia en la prensa como “aliadófilos” o “germanófilos” y muchos jóvenes, por idealismo o espíritu aventurero, combatieron en los mortíferos campos de batalla europeos. Algunos por encontrarse en Europa y sentirse próximos a la causa a la que adhirieron y otros, como se verá, por el llamado de la aventura.

Los colombianos en europa desde finales del siglo XIX

 

A partir de mediados del siglo XIX y como consecuencia inmediata de la consolidación de la nueva república, las élites ilustradas y pudientes dirigieron su mirada hacia la Europa no española, particularmente Francia e Inglaterra. Los numerosos viajeros europeos que recorrieron el continente americano constituían la rendija por la que se entrevía ese mundo de progreso, maravillas culturales y sofisticada vida intelectual y cultural. A esos viajeros los siguieron rápidamente los comerciantes y mercaderes con sus sugestivos artículos que reemplazaban el antiguo mundo cerrado sobre sí mismo que las naciones americanas querían superar. 

Los viajeros neogranadinos y colombianos comenzaron a explorar esos nuevos mundos; los hijos de los comerciantes burgueses partieron entusiasmados a adquirir conocimientos nuevos y disfrutar de ese mundo cosmopolita. José Asunción Silva, hijo de comerciante y representante de esa clase acomodada, se deslumbró con el París finisecular y ya no pudo ser el mismo de antes. Los hermanos Cuervo, Ángel y Rufino José, con las rentas de sus actividades industriales y comerciales no solo viajaron a París sino que se instalaron allí dedicados a tareas intelectuales que les consumieron su vida y que consideraban no poder realizar en la lejana Colombia por la que, de todas maneras, guardaron y conservaron un profundo amor. Pero París era la gran atracción.

Viajar a Europa como asegura F. Martínez “deja de ser una aventura excepcional para convertirse en una etapa codificada, ‘banalizada’, de la formación de las élites”. El promedio anual de los viajeros colombianos a Europa se multiplica por diez en el último tercio del siglo XIX. De entre estos colombianos asentados en Europa salieron los combatientes de la Gran Guerra.

Combatientes Colombianos

Página de carta enviada por Hernando Holguín y Caro, ministro plenipotenciario en Francia y España, al ministro de relaciones exteriores, Marco Fidel Suárez. En ella relata la situación que se vive en París, como también de los colombianos residentes que han podido salir para Colombia o España al declararse la guerra. París, 20 de agosto de 1914. Colección Archivo General de la Nación.

 

Se podría asegurar que los soldados colombianos que participaron en la Gran Guerra, vistieron en su gran mayoría el uniforme de los ejércitos aliados, aunque no resultaría extraño que en los ejércitos alemanes hubiera habido, si no nacionales colombianos, si descendientes de inmigrantes alemanes en Colombia. Esos combatientes constituyen un contingente de genuinos soldados desconocidos ya que su huella en la guerra apenas dejó un muy leve rastro que solamente ahora, un siglo después, los descendientes buscan recuperar. Entre esos soldados, “conocidos solo por Dios”, se destaca un joven poeta y escritor de familia colombiana nacido en París, Hernando De Bengoechea.

Hernando de Bengoechea. En Achury Valenzuela, Darío. Cita en la trinchera con la muerte. Vida y muerte del poeta legionario colombiano Hernando de Bengoechea muerto en acción de guerra por la causa de Francia (1889–1915). Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1973.

 

Descendiente de una antigua familia de origen vasco, a pesar de haber nacido en París en 1889, es colombiano. La familia De Bengoechea se había instalado en Francia desde una fecha cercana a 1874 así que los hermanos mayores de Hernando y él mismo nacieron en París.

Correspondencia diplomática enviada por González Torres al ministro de relaciones exteriores, Marco Fidel Suárez, donde le relata sobre la posición de neutralidad del gobierno belga y de las precauciones tomadas. Amberes, 29 de julio de 1914. Colección Archivo General de la Nación.

 

Tan pronto declaró Francia la guerra De Bengoechea decidió enrolarse como soldado voluntario y como miles de voluntarios más. Para su contrariedad debió hacerlo en la legión extranjera puesto que no le estaba permitido hacerlo en el ejército regular por no ser ciudadano francés a pesar de haber nacido en París y tener educación y cultura completamente francesas. En un comienzo no parecía constituir un inconveniente mayor, pero a medida que pasaban los meses del entrenamiento esta circunstancia se reveló inaguantable, debido a la conciencia de pertenecer a una clase social y un medio intelectual y académico muy por encima del de sus camaradas.

La legión extranjera, de gran prestigio, es un cuerpo típicamente republicano cuyo papel preponderante lo constituyó la presencia en las colonias africanas, para la defensa y extensión de las mismas. Está rodeada la legión de una aura de romanticismo por la forma de reclutamiento de sus miembros, mayoritariamente extranjeros a los que no se les verificaba ni su nombre ni sus antecedentes, por lo que constituyó un refugio para delincuentes, criminales de toda laya y aventureros que buscaban borrar su pasado creándose una nueva identidad y que, cumplido un riguroso y largo servicio, podían acceder a la nacionalidad francesa. 

La legión es, pues, la única opción de H. De Bengoechea para cumplir su deseo de combatir al lado de los que considera sus compatriotas, por el mismo ideal; a su amigo, y luego biógrafo, L-P. Fargue confía: “Je m’engage dans les rangs de l’armée francaise, pour combattre; j’ai pris le parti de votre pays, je l’aime et trouve la cause si belle!…” Para su desespero, como lo evidencian sus amigos, debió esperar a que se terminara la movilización general en el ejército regular y a partir del 21 de agosto de 1914 fue soldado raso de la 2da compañía del 1er regimiento de la legión extranjera; como todos sus camaradas se encontraba en estado de febril excitación, que el desarrollo de la terrible vida en el frente borró prontamente de sus caras y sus vidas. 

El soldado Bengoechea. Fundición en bronce por Emile Antoine Bourdelle, 1921. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 2301. Fotografía Samuel Monsalve Parra

 

El soldado De Bengoechea no es un soldado cualquiera: es poeta reconocido, por lo menos dentro de un círculo pequeño pero exclusivo: es amigo de Larbaud quien escribió una novela, Fermina Márquez, que bien pudo ser la de la niñez y adolescencia, no solo de Hernando sino la de toda una generación de sudamericanos que crecieron en el París de comienzos del siglo xx. Conviene recordar que en la época esos sudamericanos tenían una profunda conciencia latinoamericana, por encima de la pertenencia a sus respectivos países. Frecuentaba también, entre muchos a Gide y Proust; su familia era muy cercana del pintor Andrés de Santamaría que para la época residía en Londres.

El soldado Bengoechea. Fundición en bronce por Emile Antoine Bourdelle, 1924. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 2702. Fotografía Juan Camilo Segura

 

La vida militar de De Bengoechea fue breve y terminó abrupta y heroicamente apenas 10 meses después de su alistamiento. Se pueden distinguir breves períodos de ese corto trayecto que ilustra los momentos paradigmáticos de la experiencia militar, desde la emoción inicial, pasando por la rigurosa y extenuante preparación para el combate y el desencanto de la dureza de la vida en las trincheras y el combate en los terribles campos de batalla.

Ese periplo se puede seguir gracias a las cartas que con gran asiduidad escribió a su hermano mayor Alfredo, amigo y mentor, a su querida hermana Elvira cuya devoción y cercanía recuerda la relación de José Asunción Silva con su también amada hermana Elvira, a su madre y a sus incontables amigos y relaciones. Una semana más tarde comenzó el primer período de su experiencia militar en la ciudad de Bayona, en el país vasco francés. Es un período de entrenamiento y de preparación para lo que vendrá luego; era el final del verano y la vida era agradable, con buena comida y aprovechó el tiempo para conocer los alrededores y aun visitar a lejanos parientes de su familia vasca y hacerse a la vida de sus compañeros legionarios que eran un mosaico de nacionalidades y oficios muy distintos a los que De Bengoechea está acostumbrado: un electricista florentino, un catalán ebanista, un “judío-español-otomano” (seguramente se trata de un turco de Salónica) de los que se queja de que apenas hablaban francés. Comenzó a entender la distancia que lo separaba de la gente de pueblo, rústica, alejada de sus intereses y que ni siquiera se podía expresar en su exquisito francés. Esa penuria intelectual de sus compañeros, aunada a las tareas penosas y el duro entrenamiento, le evidenciaron lo desadaptado que se encontraba y comenzó a soñar el traslado a un arma más noble como la aviación, quejándose de lo poco que sus superiores apreciaban sus calidades. Durante un breve período tuvo la oportunidad de compartir con un joven brasileño de “familia influyente de Sao Paulo”, escribió a su hermano Alfredo.

Espoleta de la Primera Guerra Mundial, lanzada por el ejército alemán al campo francés. Fabricación estadounidense, 1917. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 15. Fotografía Samuel Monsalve Parra

 

De Bayona su compañía partió el 24 de octubre hacia una zona más cercana al frente de batalla en la región de Champaña cuyo sitio exacto no lo puede develar por razones de seguridad militar y allí conoció de primera mano y comenzó a habituarse a la explosión de los obuses y al “maullido” de las balas. Conoció igualmente y comenzó a sufrir la vida de las trincheras con sus tormentos: las inundaciones, cuando llovía, las ratas y piojos que las infestaban, la falta de higiene. A partir de este momento las cartas a su hermano están fechadas desde la caverna del diablo como llamó desde entonces a su trinchera. Allí transcurrió su última Navidad cuando finalmente logró ser promovido a la sección de ametralladoras; estaba en el camino de convertirse en un verdadero poilu. Ahora su comandante era un venezolano con quien aspiraba a ser trasladado a la aviación; al cabo de las semanas Ramírez lo consiguió, pero De Bengoechea, para para su frustración, no lo logró.

Finalmente su cita con la muerte ocurrió en su último destino, en el verdadero frente de batalla en algún lugar, no precisado, cerca de la localidad de Artois, el 9 de mayo de 1915, en la segunda gran contraofensiva del general Joffre. En su primera acción de armas, de manera heroica, como lo demuestra su citación en el orden del día de su regimiento: “Habiendo caído la mayor parte de sus compañeros de la sección de ametralladoras,… [H de B.]… continuó llevando su arma en medio del terreno batido violentamente por las balas enemigas de la infantería y la artillería y fue mortalmente alcanzado cuando se disponía a armar su ametralladora”.

Su acto heroico fue recompensado con la Medalla Militar concedida el 23 de mayo de 1922, con la siguiente mención: “Brave légionnaire. Belle attitude au feu. Est tombé glorieusement pour la France, le 9 mai 1915, au cours de l’attaque Des Ouvrages-Blancs. Croix de Guerre avec étoile d’argent”.

Adicionalmente, su nombre aparece grabado en la sección de escritores y poetas del panteón de París. Su amigo y escultor Antoine Bourdelle le realizó dos bustos, actualmente en el Museo Nacional de Colombia. En el bronce el escultor cambió el uniforme de la legión extranjera por el del ejército regular francés, quizás como un último homenaje al querido amigo. Hernando es uno de los 350 000 sacrificados de esa acción y al día de hoy se desconoce el sitio donde reposa su cadáver.

Un manizalita en la guerra

Benjamín Echeverri Márquez, manizalita, se embarcó en agosto de 1917 en Puerto Colombia en el vapor “Venezuela” para lo que sería la gran aventura de su vida. Sus memorias, convenientemente subtituladas: Viajes, anécdotas, aventuras y apuntes históricos, relatan sus peripecias desde el momento de su partida que lo llevó durante los siguientes 30 años a participar en las dos guerras mundiales, las guerras coloniales de África y Marruecos, el lejano y cercano oriente. Fue un periplo difícil de seguir y de creer, incluidos tres matrimonios, uno con una “princesa” annamita y un naufragio.

Al contrario del legionario Hernando De Bengoechea al civil Echeverri le bastaron los buenos oficios del coronel Sánchez de Silvera, cónsul de Colombia en Nantes, para ser enrolado en el ejército colonial francés y no en la legión extranjera como le correspondía; “Mi caso fue, (…), la única excepción a esa regla (de no tener la nacionalidad francesa) que yo haya conocido, ya que no fui obligado a nacionalizarme ni tampoco a servir previamente en la gloriosa legión” (¡!).

Más que sus acciones militares el autor de las memorias se ocupa de las personas que conoció: el primer ministro Clemenceau; “el heroico rey Alberto i de Bélgica departió conmigo”; por último estuvo a punto de hacer prisionero al mismísimo hijo de Guillermo ii, príncipe imperial alemán que se escapó dejando atrás su “desayuno caliente”, su casco, revólver y pantalones galoneados. Cuesta trabajo creer todas esas aventuras si no fuera por las fotos de las medallas militares obtenidas, 5 en total, incluidas en sus Memorias.

Cientos de soldados desconocidos participaron en los diferentes frentes de batalla. Algunos han sido sacados del anonimato por el historiador Enrique Santos Molano de los periódicos de la época: estudiantes, nietos de expresidentes, bogotanos, sogamoseños y costeños. Algunos fueron hechos prisioneros y apelaron en vano ante los servicios consulares de su país para lograr ser puestos en libertad; es el caso de Henrique Rochereaux, prisionero en el campo de oficiales n° 2 en Westfalia o Louis Convers, prisionero luego de la famosa batalla del “Chemin des dames”, en mayo de 1918; un caso excepcional lo constituye el de Alejandro Cruz Gaitán quien se declaró de origen tulueño y que por su aspecto teutónico y hablar perfecto alemán fue hecho prisionero acusado de ser espía alemán!

Combatientes colombianos en la retaguardia: médicos colombianos y sus innovaciones en el tratamiento de los heridos de guerra

En París, entre muchos otros, dos médicos bogotanos se distinguieron en calidad de cirujanos militares en hospitales de París y por su abnegada labor recibieron el reconocimiento del gobierno francés. Son dos jóvenes que habiendo terminado sus estudios de medicina en la Universidad Nacional parten a Francia, como era de rigor, a continuarlos siguiendo especializaciones y decidieron inmediatamente participar en la atención a la legión de heridos que llegaban del cercano frente de batalla. Los dos llevan vidas paralelas hasta la Gran Guerra: nacen en 1886 en haciendas sabaneras, cerca de Bogotá, siguen la primaria y secundaria en prestigiosos colegios de la capital y se hacen médicos de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia donde obtienen sus títulos de médicos cirujanos hacia el año de 1910.

Ninguno dejó memoria escrita alguna sobre su participación en la guerra europea; quizás para ellos no constituyó hazaña particular alguna. En algún momento del año 1916 Genaro Rico viajó a París para especializarse en el Hospital Necker en urología y se encontró con que todos los hospitales de París estaban dedicados a la atención de los heridos que en oleadas cada vez más numerosas llegaban a esos hospitales provenientes del frente donde ocurría la más espantosa masacre que va a durar los cuatro largos años de la guerra.

Doctor Genaro Rico, s.f. Colección Familia Rico Schwettge.

 

Al arsenal médico y quirúrgico con que se cuenta en el momento, el doctor Rico añadió una antigua fórmula para cuidar las heridas de bala y metralla: la panela, que es usada en su Colombia natal desde siempre, que consiste en espolvorear la herida con la ralladura de la panela que por sus efectos antisépticos y cicatrizantes resulta muy exitosa. Sus descendientes relatan que escribía a sus parientes y amigos en Colombia para que le enviaran panelas para mantener la provisión y usarlas como medio terapéutico. Su labor de cirujano se extendió hasta el final de la contienda.

Legión de Honor otorgada al doctor Genaro Rico. Colección
Familia Rico Schwettge. Transcripción: “El Presidente de la República mediante decreto fechado el 30 de agosto de 1920 confirió al señor Rico, Jenaro de nacionalidad colombiana la medalla de reconocimiento francés de 3ra clase. Doctor en Medicina de la Facultad de Bogotá. Cuidó en el Hospital de Necker a los heridos militares desde el 1° de agosto de 1916 como interno anteponiendo sus intereses personales para cuidar a nuestros heridos dando prueba de abnegación y celo dignos de todo encomio. París, 27 de julio de 1921.”

 

Su abnegación y dedicación al cuidado de los soldados heridos fue retribuida, en 1920, con la orden de la legión de honor con la siguiente mención; “Curó en el hospital Necker, desde el 1º de agosto, como interno, sacrificando sus intereses personales para curar nuestros militares heridos dando muestra de una abnegación y celo digno de todos los elogios”. En París el 27 de julio de 1921. Que tentación pensar que algo de esa enorme distinción le corresponde a la humilde panela colombiana.

Medalla de reconocimiento francés de 3ra. clase, otorgada al doctor Genaro Rico.

 

El doctor Lisandro Leyva, compañero del doctor Rico, luego de terminar sus estudios y siguiendo la tradición del momento, viajó a Europa a continuar su especialización. Durante la guerra se alistó en “la Ambulancia del Ejército de los Estados Unidos”, la institución antecesora del prestigioso Hospital Americano con sede en Neuilly-sur-Seine fundada por la colonia norteamericana residente en Francia. Allí permaneció hasta 1917 “cuando se le nombró Cirujano Mayor de Primera Clase del ejército francés”. “Esta dramática labor le permitió adquirir una experiencia en el campo de la traumatología excepcional (…) de la cual tomó la idea que le permitió diseñar un aparato de abducción, denominado familiarmente ‘el avión’, para el tratamiento de las fracturas del hombro”. 

La Ambulancia Americana en servicio en el bosque de Woevre. A la derecha la campana que advierte las oleadas de gas venenoso, ca. 1915. Colección Library of Congress, Washington, D. C.

 

El doctor Leiva como el doctor Rico aportaban con innovaciones al tratamiento de los heridos en combate. La labor del doctor Leiva fue igualmente retribuida con condecoraciones tanto del gobierno francés como de la Ambulancia Americana.

La Gran Guerra, durante los 4 años largos que duró, dejó una Europa devastada que produjo cerca de 5,5 millones de muertes de militares y perecieron cerca de 7 millones de civiles igualmente. Esa hecatombe marcó una huella que perdura un siglo después en las pirámides de población de los países en conflicto, en forma de vacíos importantes de efectivos poblacionales en los grupos de edad de los jóvenes que perecieron directamente, así como en el correspondiente al de los bebés que dejaron de nacer por la ausencia de hombres en la guerra y la ocupación de las mujeres en actividades productivas. El recuerdo de los desastres ocasionados persiguió ominosamente el resto de sus vidas a quienes vivieron el período de la guerra. 

Casco militar de la Primera Guerra Mundial. Ejército alemán, ca. 1916. Colección Museo Nacional de Colombia. Reg. 3886. Fotografía Samuel Monsalve Parra

 

El desastre demográfico causado por la Gran Guerra se vio relativizado (muchos años más tarde) por las defunciones causadas por la terrible gripe española, que no fue originada en España, que se estima causó, en dos años, 1918–1919, cerca de 50 a 100 millones de muertos, es decir 6 veces más que los muertos de la Gran Guerra.

Referencias

1 Martínez, F. El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845–1900. Bogotá, Banco de la República/Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001, p. 199.

2 Ibíd.

3 Se equivoca tanto D. Achury en su biografía asignándole la ciudadanía francesa, como L-P Fargue en la suya. Achury Valenzuela, D. Cita con la muerte. Vida y muerte del poetalegionario colombiano Hernando De Bengoechea muerto en acción de guerra por la causa de Francia (1889–1915). Bogotá, Biblioteca Colombiana de Cultura, Colección de Autores Nacionales, Instituto Colombiano de Cultura, 1973.

4 La aura romántica de la legión extranjera está magníficamente descrita en la trilogía de novelas de P.C. Wren. Beau Geste, Beau sabreur y Beau ideal, de gran éxito en los años 40 y 50.

5 Fargue, L. P. Hernado de Bengoechea ou l’âme d’un poète, Paris, Amiot-Dumont, 1948, p. 19.

6 Cartas recogidas por su hermano Alfredo como “cartas de guerra” y usadas extensamente por L. P. Frague y recogidas luego por D. Achury Valenzuela.

7 Fargue, p. 317. Traducción libre del autor.

8 Echeverri, B. Memorias de un combatiente. Un colombiano en las dos guerras mundiales. Sin pie de imprenta, 1949.

9 Constaín, J. E. “Los que cruzaron el mar sin imaginarse el incendio”, en El Tiempo, Bogotá, 26 de julio de 2014.

10 Cartas expuestas en el AGN, en el marco de la exposición La Gran Guerra. Narrativas y vivencias colombianas de una era.

11 Debo agradecer la generosa disponibilidad de la información de los doctores Rico y Leiva al doctor Zoilo Cuéllar-Montoya.

12 Apuntes del doctor Zoilo Cuéllar-Montoya.

13 Ibíd.