6 de Marzo de 2015
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Con los grandes maestros ocurre que sus biógrafos se enamoran de ellos y maquillan sus vidas hasta convertirlos en héroes, o santos. Pero no es así, algunos cometieron abusos, fechorías y trapisondas.
Lo que sigue es el recuento de cuatro casos, no muy sonados pero sí documentados. No los únicos… la lista podría incluir nombres como Robert Schumann o Richard Wagner...

Por Emilio Sanmiguel

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Cuatro músicos `sub judice´

Alessandro Stradella: aseinado en la calle

El primer músico asesinado de que se tenga noticia. Alessandro Stradella (1639-1682) era de familia noble, y desde su juventud muy famoso. Vivía una doble vida: a la par de que era uno de los más reconocidos compositores de música religiosa su vida disoluta era motivo de escándalo.

Su primera fechoría la cometió hacia 1670 cuando intentó estafar a la Iglesia, léase, al Vaticano. Abandonó la ciudad y, amparado en su condición de noble y gran compositor, limpió su prontuario y regresó. Volvió a las andadas, ahora con sus alumnas; los maridos y los padres, nobles romanos, se convirtieron en sus enemigos, y nuevamente tuvo que huir.

En Venecia, en 1677, fue contratado como tutor de música de la mujer de un noble; en poco tiempo ya era su amante. Lo descubrieron y, una vez más, huyó despavorido: el marido contrató sicarios que lo persiguieron y fracasaron.

En Génova repitió las andanzas, esta vez la familia Lomellini contrató un sicario más experimentado que lo apuñaló la noche del 25 de febrero de 1682. Pasó a la historia como el primer músico asesinado, y no como lo que fue: el auténtico creador del Concerto Grosso, que luego le dio la fama a Corelli y a Vivaldi.

Carlos Gesualdo, Príncipe de Veñosa, del Madrigal… y asesino

Los ancestros de Gesualdo (1560-1613) se remontaban al Imperio Romano. Ostentaba casi tantos títulos como la Duquesa de Alba: III príncipe de Venosa, VIII conde de Consa, XV señor de Gesualdo. Marqués de Laino, Rotondo y San Estéfano, duque de Caggiano, señor de Frigento, Acquaputida, Paterno, San Manco, Boneto, Luceria, San Luplo, etc.

Accedió a ellos por la muerte inesperada de su hermano, pero su verdadero interés era la música. Su padre arregló el matrimonio en 1586 con María D’Avalos, su prima hermana, la mujer más bella de Nápoles.

Enlace arreglado e infeliz. María se enamoró de Fabrizio Caraffa, el noble más apuesto de la ciudad, perdieron la prudencia, Gesualdo les tendió una celada la noche del 16 de octubre de 1590: no fue un asesinato, sino una masacre, la descripción de los cuerpos apuñalados está registrada, con pelos y señales, en los archivos napolitanos. Ausente en el juicio, fue declarado inocente.

Lo increíble es que, a partir de ese momento, dejó de ser un compositor más y se convirtió en uno de los genios más grandes del Renacimiento, aprovechó su condición de poderoso, manipuló a su antojo las normas musicales de la época y legó a la posteridad la, quizás, más original colección musical de madrigales de que se tenga noticia…

Bach y Händel: vivos de milagro

A nadie se le pasaría por la cabeza imaginarse a los dos más grandes genios del Barroco, Johann Sebastian Bach (1685-1750) y Georg Friedrich Händel (1685-1759) enfrascados en riñas armadas de las que salieron vivos de milagro. Bach, el quinto evangelista, insultó a uno de sus estudiantes, de apellido Gegenbach, en Arnstadt, que le tendió una celada; Bach desenvainó y, en cosa de segundos, hizo jirones la ropa de su atacante, los transeúntes les separaron y el asunto no pasó a mayores; lo que sí le ocurrió años más tarde, le faltó al respeto al Duque de Weimar quien le mandó a prisión, del 6 de noviembre al 2 de diciembre de 1717.

Händel no era menos impetuoso. En 1703 trabajaba como clavecinista de la Ópera de Hamburgo; en medio de una representación de Cleopatra, de Johann Mattheson, este, que cantaba uno de los roles principales, para deslumbrar al público bajó del escenario e intentó sacarle de su sitio, este protestó enérgicamente, se trenzaron en una discusión que interrumpió la función y salieron a la calle a dirimir diferencias: desenvainaron espadas, Mattheson llevaba las de ganar, se lanzó sobre el futuro autor del Mesías, pero esta no logró su cometido porque un botón de la chaqueta de Händel no solo la detuvo sino que la quebró. Les separaron y no mucho después ¡se reconciliaron!