1 de Octubre de 2014
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El escritor español decidió contar los últimos días del Libertador con una novela que transmite las dudas, temores, angustias y esperanzas de quienes estuvieron junto a Simón Bolívar hasta aquel momento en el que solo se podía esperar a que llegara la muerte. Una narración que recrea personajes, diálogos y escenas, que llevan al lector a ser testigo de la historia.

 

En entrevista Fermín Goñi

Fermín Goñi
Todo llevará su nombre
Rocaeditorial. 206 páginas

¿Por qué un español dedica una novela a los últimos momentos de Simón Bolívar?
Primero y fundamental, porque no existía. Nadie había novelado el final de Bolívar. Yo tomo a Bolívar ahí donde lo deja García Márquez y lo llevo hasta el día que se muere y los días posteriores no solo para contar su muerte, que era casi lo que menos me interesaba, sino para que los que están en su entorno  contaran cómo empezaron la guerra. Esta es una novela algo coral, donde intervienen una serie de personajes y todos tienen algo que decir para responder al médico, que hace casi un papel de investigador privado. Además, pretendía colaborar para que se deje ya de hablar sobre de qué murió Bolívar.
¿Qué piensa usted, tras su investigación, de la hipótesis de un envenenamiento?
Eso es absolutamente falso, pero no porque lo diga yo, sino la autopsia. He hablado con tres forenses, entre ellos uno de gran prestigio que ha hecho análisis de personajes muy ilustres en América. Está muy claro, la autopsia es muy clara. Yo me leí un libro, que lo tengo, tengo el original, que está publicado a principios del siglo XIX en español sobre cómo debe hacerse una autopsia, y Reverend sigue los pasos exactos de lo que dice ahí. Él siguió los protocolos que en aquel momento se hacían para saber de qué había muerto una persona. En el caso de Bolívar es clarísimo, cuando le corta el esternón y ve los pulmones, el pulmón derecho, que es más grande, casi cincuenta por ciento más que el otro, estaba lleno de pus. Es que no queda ninguna duda. En el siglo pasado hubo congresos internacionales de médicos especialistas que estudiaron esto y llegaron a esa conclusión, luego volver a esa teoría de que el imperialismo lo había matado, pues es no saber de lo que se está hablando. Bolívar murió de lo que murió y no hay que darle más vueltas. Dejemos al personaje tranquilo y que descanse en paz, porque su cuerpo ya lo han exhumado seis veces. Por fortuna el Gobierno venezolano le ha hecho un panteón digno de su memoria. Muy sencillo y, a su vez, dentro de la sencillez, es muy grandioso.
¿Cuánto tiempo le tomó documentarse y cuáles fueron sus principales fuentes?
A mí la novela me costó escribirla como nueve meses, pero documentarla casi 5 años. Entre la correspondencia que recibe y la que manda, yo me habré leído unas 16.000 páginas, de manera que, al final, yo casi sabía escribir como él dictaba. Si a eso le añades que conseguí un libro de una lingüista chilena que analizó el lenguaje de los escritos de Bolívar, para mí ese libro fue de gran utilidad, porque cuando Bolívar habla en “Todo llevará su nombre” es que él hablaba así, hay frases que están tomadas literalmente de cartas suyas y eso ha sido enormemente difícil, porque hay que hacer hablar a los personajes con el español de hace 200 años. A eso hay que añadirle que he leído todo lo importante que se ha escrito sobre Bolívar y siempre llegaba a la misma conclusión: la parte final es que llega a Santa Marta y se muere. ¿Algo pasará en Santa Marta? Claro que pasó, yo lo cuento en la novela.
Usted dibuja a un Alejandro Reverend fiel, paciente y entregado a Bolívar. ¿Cree que con sus diálogos consiguió transmitir la admiración que pudo sentir el médico por el Libertador?
Sí, porque creo que hay que ponerse en la piel de Reverend, que ya llevaba tiempo residiendo en Colombia y por tanto hablaba muy bien el español, pero tenía un conocimiento difuso de lo que estaba pasando en el continente. Sabía que había un personaje como Bolívar, pero sabía muy poco y de repente en un pueblo tan pequeñito como Santa Marta le aparece nada más y nada menos que Bolívar y se pone en sus manos. Creo que por primera vez el Libertador, que es un pésimo enfermo que jamás había confiado en los médicos, confía en él. El drama de Bolívar es que como jamás hizo caso de consejo médico alguno, jamás se trató su enfermedad. Creo que Reverend fue la persona que cuando le sobrevino aquello se emocionó más con tener un paciente tan ilustre, y siempre quiso ayudar, pero también quiso saber, quiso conocer.
La novela tiene diálogos que podrían de alguna manera constituir una obra de teatro, ¿esto es intencional?
No. No había pensado que esto pudiera tener una interpretación teatral, pero podría. Los diálogos son siempre para ayudarle al lector con las respuestas en las dudas que le van a ir surgiendo a medida que vaya leyendo. Porque hay muchísimo dato en esta novela, que no es de gran paginación, hay muchísima novedad, sería como la diferencia entre la colonia y el perfume, el perfume es más concentrado, pero no por estar más concentrado tiene menos trabajo, y hay que conseguir que el lector no pierda el interés por leer, por seguir en el siguiente capítulo, porque en este caso el autor tiene un inconveniente desde el origen y es que el lector sabe que el protagonista se muere, por tanto hay que contar muchas historias para mantener vivo el interés.
¿Qué le aprendió a Simón Bolívar?
Hay una frase de Bolívar que me gusta mucho: “A los hombres hay que exigirles lo más que se pueda porque casi todos darán lo menos que pueden”. Eso lo dice Bolívar y creo que es una verdad bastante absoluta.

Siddhartha Mukherjee
El emperador de todos los males. Una biografía del cáncer.

Debate. 681 páginas

Esta “biografía”, escrita por el médico oncólogo Siddhartha Mukherjee, no es un tratado científico. Por el contrario, su narrativa, que demuestra una gran cercanía del médico con sus pacientes, pasa con tanta claridad por los orígenes de esta enfermedad y sus tratamientos, que al final el lector consigue entender una afirmación del autor: “El cáncer no es una sola enfermedad, sino muchas”.

 

 

Germán Holguín
La guerra contra los medicamentos genéricos

Aguilar. 322 páginas
En su trabajo, Germán Holguín, quien durante los últimos 15 años se ha dedicado a estudiar el problema de la falta de medicamentos en el mundo en desarrollo, revela las causas y el impacto social de este drama que, según sus estudios, afecta a más de 2.000 millones de personas “la mitad de las cuales no conocen estos bienes necesarios y la otra mitad no dispone de ellos cuando requiere”.