Fotos Camilo Devis y archivo personal
12 de Agosto de 2014
Por:

Esta periodista, secuestrada, violada y torturada, logró que su lucha contra la violencia sexual en Colombia llegara al escenario mundial.

Por Catalina Gallo

 

Jineth Bedoya por fin sonríe

Diez minutos antes del partido, los futbolistas de un equipo colombiano están en su camerino en calzoncillos recibiendo masajes, y una mujer muy delgada, con una fuerza que parece no caber en su diminuto cuerpo, aparece y les dice: “Buenas tardes, soy Jineth Bedoya, soy periodista, a mí el 25 de mayo del año 2000 me secuestraron, me torturaron, me violaron y yo quiero que en mí vean a una mujer violada que puede ser su mamá, su hija o su hermana”.
El camerino queda en silencio y minutos después todos los jugadores están comprometidos con la campaña de esta mujer, ‘No es hora de callar’, con la que ella se ha convertido en el rostro y la voz de la violencia sexual colombiana, una voz que se ha hecho escuchar en el Parlamento Europeo, el Parlamento Británico, el Congreso de Estados Unidos;  que ha acompañado a mujeres en África, en América Latina, en España; que ha recibido el premio a la mujer de coraje de manos de Hillary Clinton y que recientemente estuvo en Londres en la Cumbre Global para poner Fin a la Violencia Sexual en Situaciones de Conflicto, donde fue elegida por 6 mujeres premio Nobel como la vocera de la iniciativa de todas ellas para trabajar por las víctimas. Esta iniciativa ya planea activismo en Egipto, revisar lo que pasa en Siria, no dejar olvidar las historias de África, mirar el caso de Uganda y, por supuesto, dice Jineth, visibilizar a Colombia: “El mundo tiene que saber la valentía que han tenido las mujeres colombianas y la lucha que han dado durante décadas para que se sepa que la violencia sexual es un crimen de guerra que en el país está en total impunidad”.
Jineth cita de memoria las cifras que ha dicho una y otra vez, y que no se cansará de repetir hasta que lleguen a cero: en los últimos 10 años medio millón de mujeres colombianas han sido violadas en medio del conflicto, y podrían llegar a ser 2 millones porque no hay cifras exactas y nadie investiga. La impunidad es del 98 por ciento. Tan solo en los relatos de Justicia y Paz han sido judicializados (investigados) 186 casos por violencia sexual, y solo hay una condena.
Su voz es decidida y valiente cuando menciona estos números, cuando relata sus luchas y sus logros. Es amorosa cuando recuerda cómo las mujeres de Putumayo o de Montes de María la reciben con abrazos de agradecimiento por haberles enseñado que sí es posible relatar lo que les ha sucedido, que el silencio no debe ser la opción y que todas tienen derecho a la verdad, la justicia y la reparación. Y es una mezcla de dolor y empuje cuando recuerda lo que le pasó hace 14 años, las siguientes depresiones y cómo logró salir de cada una de estas.
Por fortuna, su voz también es de gran sorpresa e incredulidad, porque aún no cree que todo esto le está pasando a ella, cuando sigue contando su reciente viaje a Londres, su encuentro con 6 mujeres premio Nobel y su abrazo y llanto con la actriz Angelina Jolie, quien copresidía la cumbre con William Hague, ministro de Exteriores del Reino Unido, como enviada especial del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Por cuenta de la persistencia de Jineth, Colombia consiguió un stand en la Cumbre, donde se proyectaba un video de casi 4 minutos que resume la historia de esta mujer que, a los 25 años, por cuenta de una investigación periodística, fue secuestrada por tres hombres durante 16 horas, torturada y violada, una joven que guardó silencio por 9 años y que luego, una vez habló por primera vez en público sobre su caso, en Madrid, España, decidió nunca más volver a callar. De allí el nombre de su campaña.
“Fueron nueve años en los que me tenía que reconciliar con mi parte íntima, volver a acercarme a un hombre, entender que yo no había provocado la violación, entender que merecía volver a ser amada”, pero cayó en una relación de 7 años que ella califica de tormentosa y que se mantuvo porque ella creía que tenía que agradecerle a ese hombre que se acercara a una mujer violada. Un día entendió que estaba viva después de tener durante 16 horas una pistola en su cabeza, que cargaban, un cuchillo en su cuello que le dejó una cicatriz, un destornillador que apuntaba a sus ojos, de recibir golpes, puntapiés… “Fue como cachetearme para entender que tenía que salir de esto y, sobre todo, aprovechar esta segunda oportunidad”.
Y esta segunda oportunidad se ha convertido en una lucha sin pausa a favor de las mujeres y hombres víctimas de violencia sexual. Su trabajo es hablar y hablar y hablar. Sí, dice con una voz que se quiebra primero y que luego se llena de amor por sí misma, un amor genuino y sin vanidades: “Yo siento hoy que esa voz ha abierto muchas puertas y me siento feliz por eso, me siento feliz de que mi voz haya permitido que Colombia tuviera una voz en la Cumbre Mundial, me siento feliz de que mi voz hubiera logrado que se creara un protocolo de violencia sexual dentro de las Fuerzas Armadas, me siento feliz de que mi voz haya contribuido a que en el documento de la Corte Penal Internacional se mencionara que en Colombia hay una crisis de violencia sexual. Siento una satisfacción muy grande cuando veo que el Gobierno incluye en su agenda el tema de la violencia sexual y que yo fui parte de esas personas que abrieron el camino para que eso pasara. Mi fortaleza en este momento es mi palabra, porque ha llegado muy lejos y es el mejor regalo que Dios me ha dado”.
Durante la Cumbre Mundial en Londres, la revista Glamour solicitó un reportaje con Jolie y ella respondió que sí siempre y cuando la acompañaran cuatro mujeres con sus historias. Aquel video de 4 minutos cautivó a Angelina y escogió el caso. En el encuentro para tomarse las fotos del reportaje, Jineth le agradeció el gesto a la actriz. Y Angelina le respondió: “La que tiene que darte las gracias soy yo. Hay personas que le marcan a uno la vida y se le quedan en el corazón. Cuando yo te veo a ti entiendo que tengo que hacer este trabajo para que a mis hijas no les pase lo que te pasó a ti. Y tienes que entender que no estás sola”. Y es cierto, hoy no lo está; sin embargo, el camino para llegar hasta aquí también le ha costado lágrimas, porque hablar, además de darle grandes satisfacciones, también ha tenido costos emocionales.
La primera vez
Después del secuestro, Jineth metió su dolor en un cajón. Lo abrió 9 años después con la propuesta que le hizo Alejandro Matos, presidente de Oxfam Intermón en Colombia, ONG que trabaja contra la injusticia y la pobreza en el mundo, para que ella fuera la voz de la investigación sobre violencia sexual que la organización haría en Colombia. Ya el entonces líder paramilitar Carlos Castaño había dicho en una entrevista que ella (Jineth) decía que la habían violado. “Yo soy periodista, yo no soy una víctima”, le dijo ella a Matos. Él le explicó que no solo lo era sino que podía  visibilizar a otras. “Me tocó reconocerme como tal”, afirma Jineth. Fue así como terminó en aquella rueda de prensa en Madrid, sola, hablando ante los medios internacionales.
Desde entonces ha contado su historia montones de veces, dice que cada vez lo hace más serena y con menos lágrimas, que cuando logra realizar eventos, denunciar y visibilizar la violencia sexual en Colombia se siente muy feliz, pero también se derrumba cuando su caso parece quedar para siempre en el olvido judicial. La primera vez que Colombia conoció su historia en detalle fue después de muchas charlas en otros países, en el programa “Séptimo Día”, hecho que fue muy relevante porque no solo comenzó a ser buscada por miles de mujeres en el país, sino porque por primera vez sucedió algo con la justicia. Dos días después de la emisión del programa, recibió una llamada de una cárcel en la que le informaban que el hombre que la había secuestrado se llamaba Alejandro Cárdenas Orozco,  que estaba en Justicia y Paz y próximo a quedar en libertad. Una investigadora del CTI le confirmó los datos y le envió una foto. “Yo no tengo palabras para describir lo que pasó en esos 20 segundos cuando la vi. A mí se me abrió la tierra. Se me vino el pasado encima, todo lo que me torturaron, todo lo que hicieron con cada pedacito de mi cuerpo. Me sentía inmensamente miserable”.
A raíz de esta foto y los tres días de la audiencia de Justicia y Paz en los que escuchó de boca de Cárdenas Orozco la verdad de quiénes estaban detrás del secuestro, de cómo la querían matar, cómo Víctor Carranza prestó la finca en los Llanos para “hacer la vuelta”, nombres de policías que participaron en el secuestro y muchos otros hechos y apellidos  concretos, Jineth tuvo una fuerte crisis emocional: “A mí la verdad me atropelló”, confiesa. Por segunda vez consideró la posibilidad del suicidio, la primera fue recién sucedió el secuestro, y las palabras de su madre y una fe inquebrantable la levantaron de la cama para visitar a un médico, escuchar un diagnóstico muy complejo, que incluía desnutrición, recuperar su fortaleza y estar hoy al frente de su trabajo como periodista, trabajo que ama desde que era un reportera de guerra en combates y en el monte.
Hoy tiene la verdad, espera la justicia y dice que su reparación corre por cuenta de cada una de las mujeres que la ve como una inspiración, que le agradece por ser ejemplo, que la abraza fuertemente con esperanza. Ya no le teme a la muerte, vive amenazada y tiene escoltas, no piensa callarse jamás lo que tenga que decir, pero sí le teme a fallarles a estas mujeres, ellas son su razón de ser en la vida, su motor, dice que las ha recibido en la vida con el amor que les hubiera dado a los hijos que no planea tener.
Hace poco el único capturado estuvo a punto de quedar libre, pero la presión de los medios evitó que sucediera. La impunidad es una de las causas de las rabias y dolores emocionales de Jineth, por esto también trabajó para lograr que en el país los crímenes sexuales en medio del conflicto no prescriban, pero además le duele su historia porque es un proceso del cual, explica, la justicia tiene todos los elementos para fallar. “Si esto me hacen a mí que tengo relaciones nacionales e internacionales, qué les harán a las mujeres en las veredas, a las mujeres comunes y corrientes que les han pasado cosas peores. Y eso me dice que debo seguir”.