Con un servicio de oración en la academia de Malaysia Airlines, en Kuala Lumpur, habitantes de Malasia rinden un homenaje a las víctimas. (Fotos AFP)
5 de Agosto de 2014
Por:

Puede ser peligroso considerar que los acontecimientos en Ucrania son hechos aislados y no afectan al resto del mundo.
Por Román D. Ortiz*
* Director de las firma de consultoría Decisive Point y profesor de Estudios Estratégicos y de Seguridad.

El vuelo del MH-17

Hoy es posible reproducir con bastante precisión el drama del vuelo MH-17 de Malaysia Airlines. El pasado 17 de julio el Boeing 777-200ER que realizaba el trayecto entre Amsterdam y Kuala Lumpur con 283 pasajeros y 15 tripulantes sobrevolaba Ucrania oriental cuando recibió el impacto de un misil tierra-aire, probablemente un Buk SA-11, disparado por las milicias separatistas que han declarado la guerra al gobierno de Kiev para forzar la secesión de los territorios donde hacen presencia y colocarlos bajo el control del Kremlin. Aparentemente, el motivo detrás del ataque fue un trágico error. Equipados con armamento antiaéreo sofisticado, los prorrusos habían realizado en los días anteriores varios ataques contra los aparatos de la fuerza aérea ucraniana. En este contexto, los operadores del sistema de misiles confundieron el avión malasio con un transporte militar y apretaron el botón. El resultado fue una de las mayores catástrofes aéreas de los tiempos recientes.
Después del desastre, el comportamiento de los prorrusos y sus patrones de Moscú resultó al tiempo vergonzoso y autoinculpatorio. Los separatistas aislaron la zona donde se encontraban los restos de la aeronave e impidieron que equipos de observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) accedieran a los mismos. Tampoco pudieron llegar los equipos forenses enviados por el gobierno holandés días más tarde, cuyo desplazamiento se vio bloqueado por supuestos combates que en realidad resultaron ser un montaje orquestado por los rebeldes. De hecho, los aparentes estallidos de violencia no impidieron que los milicianos aliados del Kremlin trajeran al lugar de los hechos a cuadrillas de mineros que fueron utilizados para iniciar la recogida de los cadáveres de las víctimas, recolectar centenares de objetos personales desperdigados por el campo y mover los restos del aparato. Una parte de los cuerpos –unos doscientos– fueron removidos del lugar y enviados a Holanda, al igual que las cajas negras que registran los datos del avión en vuelo y son una fuente de información clave en cualquier desastre aéreo. Pero al mismo tiempo, testigos de la zona pudieron contemplar cómo equipos de trabajadores al servicio de los separatistas movían y troceaban los restos del Boeing en lo que parecía una descarada maniobra para encubrir los hechos.
La responsabilidad de los prorrusos en la masacre está más allá de una duda razonable. Inmediatamente después de la catástrofe, los separatistas anunciaron el derribo de un avión militar enemigo a través de una serie de tuiters que luego fueron convenientemente borrados. Además, se han hecho públicas grabaciones de comunicaciones entre cabecillas rebeldes en que reconocen haber cometido un error al atacar una aeronave civil. Por otra parte, las acusaciones vertidas desde Moscú contra las fuerzas armadas ucranianas como potenciales culpables carecen de fundamento. Kiev no disponía de armamento antiaéreo en la zona.
En cualquier caso, las responsabilidades van más allá de los separatistas y alcanzan directamente al Kremlin y al presidente Vladimir Putin, que está sosteniendo una guerra por interposición contra Ucrania desde hace seis meses con el objetivo de someter a su voluntad a Kiev o, de lo contrario, forzar la división del país. De hecho, Moscú empezó su campaña a finales de febrero pasado cuando utilizó las tropas rusas que permanecían basadas en la región ucraniana de la península de Crimea para ocupar la totalidad de este territorio. Luego vino la construcción de un movimiento prorruso en las regiones orientales de Ucrania impulsando una campaña de agitación política y organizando una milicia a la que entrenó y armó.
Como parte de este esfuerzo, Moscú suministró un creciente volumen de armamento pesado a los secesionistas, que incluía sistemas antiaéreos. Este contexto explica cómo un equipo de defensa aérea de la sofisticación del Buk llegó a las manos de los separatistas. En realidad, dada la complejidad de este sistema de armas, no sería de extrañar que hubiesen sido operadores rusos los que habrían estado a cargo de su funcionamiento y, en consecuencia, quienes habrían efectuado el disparo que provocó el derribo del MH-17. De hecho, se ha detectado en repetidas ocasiones la presencia de tropas rusas camufladas entre las milicias prorrusas. Pero incluso si este no fue el caso, la responsabilidad del Kremlin en el derribo es incuestionable dado que su papel ha sido clave a la hora de suministrar las armas que provocaron la tragedia y alimentar la guerra civil que devora a Ucrania.
Así las cosas, la respuesta de EE. UU. y sus aliados europeos sorprende por su timidez. Tras seis meses de agresión rusa contra Ucrania y casi 300 víctimas civiles, fruto del ataque contra el avión de Malaysia Airlines, EE. UU. y la Unión Europea han desplegado un paquete de sanciones que incluye la congelación de activos de una serie de figuras de la élite política y económica rusa, la restricción de las operaciones financieras de los bancos rusos en los países occidentales y un bloqueo a la transferencia de armas y tecnología sensibles asociadas a la extracción de hidrocarburos. En conjunto, se trata de un paquete que generará molestias a Rusia; pero está muy lejos de presionarle lo suficiente para que cambie de actitud en lo relativo a facilitar la investigación sobre el derribo del avión malasio y aún menos para que abandone sus planes expansionistas en Ucrania.
Por lo que se refiere a las sanciones contra individuos, el objetivo es poner presión sobre figuras que tienen un papel relevante en la formulación de la política exterior rusa. Sin embargo, es dudoso que la congelación de sus activos financieros en el extranjero sea suficiente para forzarles a asumir una posición internacional menos agresiva. Las restricciones sobre los bancos rusos cerrarán su acceso a los fondos con que financian un buen número de operaciones de comercio exterior. Sin embargo, es probable que puedan recurrir a otras plazas financieras, como Hong Kong o Singapur. Por lo que se refiere a las armas, el embargo prohíbe la firma de futuros contratos; pero no evita que se ejecuten los ya firmados. Esto quiere decir, por ejemplo, que Francia podrá entregar a Rusia dos buques de asalto anfibio clase Mistral, cuya construcción fue acordada con el Kremlin tiempo atrás. Finalmente, las sanciones relativas al petróleo se dirigen a privar a la industria rusa de la tecnología para extraer yacimientos en aguas profundas u otras fuentes de hidrocarburos no convencionales; pero eso no impedirá que Moscú continúe explotando sus enormes mayores reservas de petróleo y gas.
Todo lo dicho no quiere decir que los países occidentales carezcan de ‘palancas’ para poner freno a la voluntad imperial de Vladimir Putin. Sin duda, la mejor forma de frenar la agresión rusa en Ucrania es ofrecer un paquete masivo de ayuda militar y económica que proporcione a Kiev las herramientas para evitar que Moscú le someta a la condición de Estado vasallo. Si hasta ahora ni Washington ni las capitales europeas han optado por esta alternativa es porque han mantenido la fantasía de que la guerra étnica que alimenta Putin es un asunto de alcance limitado, incapaz de poner en riesgo la seguridad de sus ciudadanos. La tragedia del vuelo MH-17 debería ser un aviso de que en un mundo global la idea de ignorar un incendio como el que consume Ucrania es sencillamente demasiado peligrosa.

Ataque en el aire

El avión MH17 que desapareció de los radares luego de ser supuestamente derribado por un misil lanzado por los rebeldes pro-rusos en Ucrania no es el primer incidente de este tipo que se ha registrado en la historia.
De hecho, desde 1980 varios aviones han sido blanco de ataques de militares, grupos extremistas y narcotraficantes. Ataques que han llegado incluso a usar a los mismo aviones como armas para destruir edificaciones, tal y como se registró el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. Estas son diez de las tragedias aéreas que han dejado más de 2.000 muertos.

1980

27 de junio

Ustica (Italia)

Un avión DC9 de la compañía Itavia que volaba entre Bolonia y Palermo desapareció de los radares y cayó cerca de la isla de Ustica, ubicada en el mar Tirreno. En su momento se dijo que el avión habría sufrido una avería o que se pudo haber desintegrado tras la explosión de una bomba en su interior. Sin embargo, en 1999, según registraron medios internacionales, como El País de España, las investigaciones determinaron que la aeronave fue derribada por error por aviones de la OTAN.
Murieron sus 81 ocupantes. Foto: AFP

 

 

1983
1º. de septiembre
Sajalín (Rusia)

Un misil aire-aire lanzado por la Unión Soviética impactó en un B747 de Korean Air, cuando el avión cubría la ruta Nueva York-Seúl y por error ingresó en espacio aéreo soviético. Según la información de la época, este fue confundido con una aeronave espía estadounidense que había sobrevolado cerca de la zona. El aparato cayó en las cercanías de la isla Sajalín (al norte de Japón).
Las 269 personas a bordo fallecieron. Foto: AFP.

 

 

1985

23 de junio
Cork (Irlanda)

Un Boeing 747 de la compañía Air India, que se dirigía desde Toronto (Canadá) a Bombay, cayó cerca a la costa irlandesa como consecuencia de la explosión de una bomba. Las investigaciones determinaron que el artefacto se encontraba en la bodega y que fue puesto por sijs extremistas.
Murieron las 329 personas que iban a bordo. Foto: AFP

 

 

1988
3 de julio
Golfo Pérsico

Un Airbus A308 de Iran Air cayó al Golfo Pérsico al ser derribado luego de que el buque estadounidense Vincennes le disparara dos misiles al creer que se trataba un F-14 de la Fuerza Aérea iraní. Ante el error, Estados Unidos reconoció el hecho, aclarando que el capitán del buque creyó defenderse de un eventual ataque y envió un telegrama a Teherán expresando sus condolencias.
Los 290 ocupantes del avión murieron. Foto: AFP

 

 

21 de diciembre

Lockerbie (Escocia)

Un Boeing 747 de Pan American, que cubría la ruta Londres-Nueva York, cayó en el pueblo escocés de Lockerbie, luego de que una bomba plástica que, según los investigadores, estaba en la bodega del avión, estallara en pleno vuelo. En su momento se llegó a especular con la idea de que el atentado fuera obra de un grupo proiraní en retaliación por el derribo del avión del 3 de julio. Sin embargo, esto fue descartado, según El País de España, por fuentes del espionaje estadounidense.
La explosión causó la muerte de los 259 ocupantes del avión y 17 habitantes del pueblo. Foto: AFP

 

 

1989
19 de septiembre

Tenere (Níger)

Un DC10 de la compañía francesa UTA que viajaba de Brazaville a París explotó cuando volaba sobre el desierto del Tenere (Níger). Después del análisis de las cajas negras se determinó que la explosión fue producto de un atentado. Días después la prensa registró un comunicado anónimo que se atribuía el hecho en nombre de la Yihad Islámica. Foto: AFP

 

 

1989
27 de noviembre
Soacha (Cundinamarca)

Este día se registró uno de los más cruentos ataques perpetrados por el cartel de Medellín. Un Boeing 727 de Avianca que cubría la ruta Bogotá-Cali explotó cuando volaba en inmediaciones del municipio de Soacha. El atentado, que según declaró alias ‘El Arete’, estaba dirigido contra César Gaviria fue ordenado por el extinto narcotraficante Pablo Escobar.
En el atentado murieron 107 personas. Foto: AFP

 

 

1990
2 de octubre
Cantón (China)

Un Boeing 737 de la compañía china Xiamen, filial de Caac, que viajaba de Xiamen a Cantón y había sido secuestrado por dos desconocidos, se estrelló tras la explosión de la bomba que tenían los secuestradores al intentar aterrizar en el aeropuerto de Cantón (China). La aeronave colisionó contra dos aviones.
En el suceso murieron 127 personas.

 

 

2001
4 de octubre
Mar Negro

Un TU154 de Sibir Airlines, que recorría el trayecto Tel Aviv (Israel) y la ciudad siberiana de Novosibirsk, cayó al mar Negro luego de ser alcanzado por un misil de las Fuerzas Armadas ucranianas por accidente. Según la comunicación oficial, el accidente se produjo cuando un misil se desvió durante maniobras militares que se realizaban en la península de Crimea.
Murieron los 78 ocupantes de la aeronave.

 

 

11 de septiembre
Nueva York, Washington y Pensilvania

Cuatro aviones secuestrados por miembros de Al Qaeda fueron utilizados para derribar edificaciones emblemáticas de Estados Unidos. Las torres gemelas y El Pentágono sufrieron las consecuencias de la embestida de tres aviones, el cuarto aparato, el United93, fue estrellado por los pasajeros que descubrieron el plan de los terroristas.
Solo en los aviones murieron más de 200 personas.