Foto El Tiempo
5 de Agosto de 2014
Por:

Juan Manuel Santos continuará cuatro años más despachando desde la casa donde nació Antonio Nariño y a la cual se trasteó por última vez la Presidencia en el gobierno de Turbay.

De palacios y otras casas

Paredes, jarrones, obras de arte, sillas europeas de la Casa de Nariño, incluso fantasmas, según dijo un expresidente, guardan los secretos de las decisiones más importantes –y las menos importantes también– que han tomado los mandatarios colombianos desde el gobierno de Julio César Turbay Ayala hasta nuestros días, y, a partir de este mes y por cuatro años más, resguardarán los secretos del segundo mandato del presidente Juan Manuel Santos.
Alguno que otro escándalo en esta casa ha dado de qué hablar, pero por supuesto también su belleza y elegancia que han disfrutado los gobernantes. Aún así no todos los presidentes de Colombia han despachado desde esta ni han vivido en su casa privada.
Los mandatarios han deambulado entre la Casa de Nariño y el Palacio de San Carlos, y entre ires y venires el último trasteo que se hizo a la hoy sede de la Presidencia de la República de Colombia, conocida también como el Palacio de Nariño y antes de la Carrera, fue el de Julio César Turbay Ayala en 1979. Ya periódicos de ese año cuentan en sus noticias cómo el entonces Presidente se reunía en la Casa de Nariño con sus defensores y detractores, y cuando se inauguró la televisión a color en Colombia, el 1º. de diciembre de 1979, la alocución presidencial estuvo acompañada por imágenes de la renovada cada presidencial.
La llegada del gobierno de ese entonces a la Casa de Nariño estuvo antecedida por importaciones de muebles, de telas, de jarrones que llegaron de París y del resto de Europa bajo la dirección y el gusto de mujeres elegantes. “Eso era para volverse loco, porque en mi casa no se hablaba de otra cosa”, recuerda Gloria Zea, hoy directora del Museo de Arte Moderno, quien en ese entonces no solo era la directora de Colcutura, entidad dedicada a promover la cultura en el país, sino que su padre, Germán Zea, era uno de los ministros del gobierno, y su madre, Beatriz Gutieérrez de Zea Hernández, era una de las mujeres a cargo de la decoración de la Casa de Nariño. Las otras dos mujeres que escogieron con su gusto cómo se vería desde entonces la sede del gobierno de Colombia fueron Cecilia Iregui de Holguín e Imelda Restrepo de Brigard. Y, por supuesto, la entonces esposa del Presidente, Nidia Quintero de Turbay.
Hoy, solo queda un recuerdo del origen de la casa: una placa que dice “aquí nació Antonio Nariño”. Evidentemente, la casa original era de Vicente Nariño, el padre de nuestro protagonista de la historia, y según la escritura de 1754 era “una casa alta y baja en la colación de la Catedral y la calle de la Carrera, lindando con otras que hacen esquina junto al puente de San Agustín”. Antonio Nariño vivió allí hasta los 19 años y luego su madre, Catalina Álvarez, la vendió.
Pasó por varios dueños hasta que, en 1888 la compró el Gobierno y fue sede de diferentes oficinas hasta llegar a ser la sede de la Corte Suprema de Justicia.
Los presidentes también despacharon desde  el Palacio de San Carlos. Después del temblor de 1827, el entonces presidente Simón Bolívar autorizó  comprarlo por 70 mil pesos, para estar en un lugar más seguro, sin grietas en sus estructuras y trasladó allí la sede del gobierno “La Gran Colombia” en 1828, y el Palacio fue casa presidencial hasta 1908.
Allí comenzó Rafael Reyes su mandato, pero él estaba muy interesado en construir un palacio presidencial “más moderno y acorde con la dignidad del mandatario”, entonces contrató el 9 de abril de 1906 la construcción de esta obra tan importante en la antigua Casa de Nariño, que se demolió. El diseño estuvo a cargo de los arquitectos Gaston Lelarge y Julián Lombana y la nueva sede de los mandatarios fue inaugurada en 1908.  Allí vivieron los presidentes de Colombia hasta el 9 de abril de 1954, cuando Gustavo Rojas Pinilla decidió regresar al Palacio de San Carlos, frente al teatro Colón, en Bogotá, donde actualmente está la Cancillería.


Pero el Palacio de Nariño no había sido olvidado del todo. El presidente Alfonso López Michelsen ordenó remodelarlo y devolver a su recinto la vivienda presidencial. El arreglo estuvo a cargo del arquitecto Fernando Alsina. Ya antes, durante el gobierno de Eduardo Santos, se había construido el tercer piso del Palacio. El trasteo definitivo, producto de la decisión de López, llegó en 1979, con la familia Turbay y el recuerdo de la nueva casa quedó grabado para siempre en el billete de mil pesos de la época.