Foto Julieta Solincée. Cortesía Alfaguara
7 de Julio de 2014
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Cada partido que enfrentó la selección peruana de fútbol en el Mundial que se disputó en la Argentina de Videla en 1978, se convierte en el telón de fondo para el regreso de Félix Chacaltana Saldívar, quien, tras el asesinato de un amigo, comienza a descubrir cómo los tentáculos de la Operación Cóndor llegan a su país.

Por Ana Catalina Baldrich

En entrevista Santiago Roncagliolo

Santiago Roncagliolo
La pena máxima
Alfagura. 382 páginas.

¿Por qué regresar a Félix Chacaltana a sus orígenes en el tiempo?
En realidad, Chacaltana no estaba previsto. La primera historia era la de Joaquín Calvo, un hombre que nace en una guerra y muere en otra, y arrastra consigo la violencia durante 40 años y 10.000 kilómetros. Era una historia sobre el pasado y la culpa. Pero Chacaltana apareció y se apoderó de ella, y ahora Joaquín Calvo muere en la página 10.
¿Cómo un hombre que podría ser calificado de completamente ingenuo, puede convertirse en un investigador de altas lides?
Porque está mirando adonde otros no ven. Los crímenes de Estado son invisibles. Hay demasiada gente involucrada y todo un sistema diseñado para encubrirlos. Sin embargo, siempre dejan un rastro de papel: certificados de defunción sin muerto, o informes irregulares. Y es ahí donde Chacaltana encuentra sus rastros, porque es un burócrata.
Dicho esto, no sé si Chacaltana es un investigador de altas lides. En realidad, él hace todo lo posible por no investigar. Solo quiere cerrar su expediente y archivarlo. Es algo raro para un detective de novela, pero bastante frecuente para un funcionario.
¿Por qué decidió entrelazar la historia con los partidos de fútbol?
Me encanta el escenario del fútbol. Es el teatro donde los países representan sus identidades. Y es vibrante. Los mejores narradores del mundo son los cronistas radiales de fútbol, que te hacen temblar con algo que no estás viendo. Quería un poco de esa energía en la novela. Por último, el Mundial de Argentina es inolvidable para un peruano. Como el 5-0 de Colombia a Argentina en el 93, pero justo al revés.
¿La narración de los partidos es la real? De ser así, ¿quién le ayudó a recopilar con precisión los datos, teniendo en cuenta que usted solo tenía 3 años cuando se celebró ese Mundial?
Los partidos se pueden conseguir en Perú. Algunos de estos son los míticos del fútbol peruano. El único que no tiene mucho mercado es el 6-0 que nos dio Argentina. Ese lo tuve que conseguir en Argentina, narrado por un argentino, y fue un suplicio verlo.
En pleno Mundial, leer La pena máxima da cuenta de que para muchos el fútbol es capaz de desvanecer la importancia de muchas cosas. ¿Fue eso lo que quiso demostrar con la pasión del director de archivo?
Sí y no. Es verdad que el fútbol sirvió, por ejemplo, para tapar las atrocidades de la dictadura argentina. Pero el director de archivo es un hombre como muchos, insatisfecho con su trabajo y con su vida, desencantado, que cada semana es feliz y tiene ilusiones por un día gracias al fútbol. Creo que al menos debemos reconocerle eso al deporte rey.
¿Cree realmente posible que un hombre inocente se vea involucrado en situaciones como la de aceptar que pertenece a “Cóndor” sin saber si quiera qué significa esto y del otro verse involucrado con los insurgentes?
De hecho, ocurrió. Los vínculos con uno u otro lado a veces eran fortuitos, incluso casuales. Y las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones. Había incluso militares peruanos que fueron asignados a trabajar con los torturadores argentinos, y se horrorizaron con lo que hacían los argentinos. Pero acabaron convertidos en sus cómplices.
¿Es posible que fuera de la ficción de la novela existan personas que se vieron involucradas en situaciones similares en el desarrollo de la Operación Cóndor?
Todas las situaciones que narra la novela están basadas en casos reales. Hubo militares argentinos persiguiendo a sus objetivos a tiros por las calles de Lima. Una argentina desapareció en Lima y su cadáver se encontró en Madrid. Otros fueron entregados por Perú en las fronteras y nunca más se supo de ellos. Y hubo peruanos secuestrados en un cuartel militar argentino, en Jujuy. Yo solo he ajustado fechas y nombres.
¿Qué tanto de ficción y de realidad hay en la novela?
Los casos son reales, pero están pasados por la mirada ficticia de Félix Chacaltana. Una cosa es que te cuenten lo que pasó, y otra, mucho más intensa, que bajes con Chacaltana a los sótanos de tortura, que sigas con él los partidos del Mundial, y mientras tanto, te enamores y pierdas un amigo. Eso lo hace todo más inolvidable.

Christina Courtenay
El kimono escarlata

La Factoría de Ideas. 318 páginas
Esta novela narra dos vidas, la de Hanna Marston en Inglaterra y la de Taro Kumashiro en Japón; las mismas  que con el paso de las páginas se van uniendo luego de que Hanna  decide dejar la Inglaterra de 1611 al colarse como polizona en el barco que ella cree es el de su hermano mayor.

 

 

Jonas Jonasson
La analfabeta que era un genio de los números

Salamandra. 413 páginas
“La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que la genialidad tiene sus límites”. Albert Einstein. Con esta cita, el escritor sueco da inicio a la historia de Nombeko, una niña de 14 años que cuenta con un talento que supera su brillantez con los números y que la lleva a vivir experiencias insólitas.

 

 

J.R.R Tolkien
La Caída de Arturo

Minotauro.249 páginas
Esta obra, la única incursión de Tolkien  en las leyendas del rey Arturo de Gran Bretaña, fue editada por Christopher Tolkien, el tercer hijo del autor, quien  lo eligió para ser su albacea literario. La Caída de Arturo fue uno de los extensos poemas narrativos que el escritor de El señor de los anillos no terminó.