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Un colegio que abraza la montaña

 

CON LAS IDEAS DEL ARQUITECTO SIMÓN HOSIE, CREPES & WAFFLES REUBICÓ, DISEÑÓ Y CONSTRUYÓ UN COLEGIO PÚBLICO EN CAJAMARCA, TOLIMA.

EN 2017, el famoso restaurante colombiano agregó arracacha y limón mandarino a su menú. Y encontró esos productos en Cajamarca, en el departamento de Tolima, a menos de una hora de Ibagué. Ese primer vínculo devino pronto en una alianza entre el municipio, el Ministerio de Educación Nacional, la Agencia de la Renovación del Territorio y la compañía; una relación que, eventualmente, tomó forma física: la Institución Educativa La Leona, un plantel entregado de manera oficial en septiembre del año pasado.

El colegio estaba ubicado desde hacía aproximadamente 50 años en una zona de riesgo debido a su cercanía con la quebrada Carrizales. Gracias al mecanis- mo de obras por impuestos —que permite invertir recaudo en infraestructura educativa rural—, Crepes & Waffles co- menzó por reubicar a La Leona en un área geológicamente segura y resiliente frente a los embates del cambio climático.

La segunda etapa fue el rediseño y construcción del plantel. Ese proceso estuvo a cargo de Simón Hosie, un arquitecto apasionado por la sostenibilidad y la responsabilidad social, entre cuyos reconocimientos se cuenta el Premio Nacional de Arquitectura (2004), y el Reconocimiento a la Sostenibilidad (2014). La carrera del bogotano ha estado enfocada en mejorar la calidad de vida de comunidades vulnerables o afectadas por la violencia. En Cajamarca, como en sus demás diseños, Hosie fundamentó su propuesta en la cultura local, en su historia y en el paisaje montañoso que rodea el predio, el cual está acompañado de una vivienda campesina. 

Fotos: cortesía Andrés Valbuena / Río Representa

Trazos orgánicos


Lo que la naturaleza nos enseña sobre estética: esa es la fuente creativa de la arquitecta y diseñadora Susana Garavito. 

“SIEMPRE SENTÍ mucha curiosidad por saber hasta dónde podía llevar mi creatividad”, explica Susana Garavito, la arquitecta colombiana que, en 2019, fundó Basalto Studio, en el barrio El Nogal, de Bogotá. No es gratuito que el nombre de este proyecto de diseño, interiorismo y arquitectura esté inspirado en una piedra volcánica: toda la creatividad que fluye allí —desde los bocetos en libretas de dibujo hasta los renders finales de cada idea— está enraizada en la naturaleza: en sus materiales, dinámicas y procesos. Esa es la fuente de información fundamental para Susana en cuanto a texturas, colores y estructuras.

Así, las obras creadas en el estudio son muy distintas entre sí, pero guardan una relación: la capacidad de transformación. “La naturaleza nunca es estática y yo he querido que nuestras piezas tampoco lo sean; incluso, deseamos que sea posible interactuar con ellas”, comenta la arquitecta, graduada de la Pontificia Universidad Javeriana y con estudios en Milán y Florencia (Italia). Esto está reflejado en las columnas Solé, por ejemplo: unas estructuras que se pueden desarmar hasta cierto punto y cuyas piezas restantes pueden convertirse en una mesa auxiliar.

La renovación y el diseño interior también hacen parte de la propuesta de Basalto Studio, como consta en residencias privadas de Bogotá —en los sectores de Bosque Medina, Cabrera, El Nogal y Antigua—, así como en espacios públicos como los restaurantes LEO —donde se encuentra su lámpara Endless Balance— y Debora —construido y diseñado bajo una sensibilidad nórdica—.

El gran diferencial de Basalto Studio no solo está en sus diseños, sino en la solidez de criterio y filosofía de su creadora. Garavito construye mundos únicos para sus clientes, y lo hace, como ella misma dice, “desde la mente y el alma”.

Fotos: Mónica Barreneche / El Buen Ojo y Camilo Forero

El MAT cumplió 20 años

LA COLECCIÓN PERMANENTE DEL MUSEO TOLIMENSE RELATA TODOS LOS PERIODOS DEL ARTE NACIONAL. LA CURADURÍA DE SUS MUESTRAS TEMPORALES ES IGUAL DE CUIDADOSA.

EN UNA ESQUINA del tradicional barrio Belén, de Ibagué, está anclado el Museo de Arte del Tolima (MAT). Esta institución se ha convertido, tras 20 años de trabajo, en el foco principal de la plástica en la región y, asimismo, en un elemento clave dentro de su oferta turística. Cada año, miles de personas acuden a la capital departamental atraídas por su nutrida vida cultural —en la que se destacan sus festivales de música—, por las rutas de observación de aves, y por una creciente escena gastronómica de alta calidad. Y, ahora, también, por el museo.

Inaugurado en diciembre del año 2003, fue una iniciativa del artista ibaguereño Darío Ortiz Robledo. El empeño de este último contó con el apoyo de la gobernación del Tolima, y de un pequeño grupo de gestores, entre los que se encontraban el pintor Julio César Cuitiva y la fotógrafa María Márgareth Bonilla, su actual directora.

Este centro cultural se ha caracterizado por tener una oferta curatorial cuidadosa, sólida. Además, ha consolidado una colección permanente portentosa que hace un recorrido por los periodos históricos de la plástica nacional, desde esculturas y cerámica precolombina hasta piezas de arte conceptual de Doris Salcedo y Antonio Caro. Asimismo, incluye obras icónicas de Epifanio Garay, Acevedo Bernal, Enrique Grau, Fanny Sanín y Guillermo Wiedemann, entre muchos otros.

El MAT se enorgullece, sobre todo, de un público fiel, siempre atento a los eventos que se realizan gracias al apoyo constante de la Gobernación y, en ocasiones, del Ministerio de Cultura y el Museo Nacional.

FOTOS: CORTESÍA MAT 

El MAT cumplió 20 años

 

LA COLECCIÓN PERMANENTE DEL MUSEO TOLIMENSE RELATA TODOS LOS PERIODOS DEL ARTE NACIONAL. LA CURADURÍA DE SUS MUESTRAS TEMPORALES ES IGUAL DE CUIDADOSA.

 

 

EN UNA ESQUINA del tradicional barrio Belén, de Ibagué, está anclado el Museo de Arte del Tolima (MAT). Esta institución se ha convertido, tras 20 años de trabajo, en el foco principal de la plástica en la región y, asimismo, en un elemento clave dentro de su oferta turística. Cada año, miles de personas acuden a la capital departamental atraídas por su nutrida vida cultural —en la que se destacan sus festivales de música—, por las rutas de observación de aves, y por una creciente escena gastronómica de alta calidad. Y, ahora, también, por el museo.

Inaugurado en diciembre del año 2003, fue una iniciativa del artista ibaguereño Darío Ortiz Robledo. El empeño de este último contó con el apoyo de la gobernación del Tolima, y de un pequeño grupo de gestores, entre los que se encontraban el pintor Julio César Cuitiva y la fotógrafa María Márgareth Bonilla, su actual directora.

 

 

Este centro cultural se ha caracterizado por tener una oferta curatorial cuidadosa, sólida. Además, ha consolidado una colección permanente portentosa que hace un recorrido por los periodos históricos de la plástica nacional, desde esculturas y cerámica precolombina hasta piezas de arte conceptual de Doris Salcedo y Antonio Caro. Asimismo, incluye obras icónicas de Epifanio Garay, Acevedo Bernal, Enrique Grau, Fanny Sanín y Guillermo Wiedemann, entre muchos otros.

El MAT se enorgullece, sobre todo, de un público fiel, siempre atento a los eventos que se realizan gracias al apoyo constante de la Gobernación y, en ocasiones, del Ministerio de Cultura y el Museo Nacional.

FOTOS: CORTESÍA MAT 

El pulso del agua

Abrebocas del libro de lujo que acaba de publicar el Banco de Occidente, en asocio con IM Editores, acerca de la depresión momposina.

POCAS PERSONAS entienden el trasfondo geológico detrás de lo que llamamos depresión Momposina. Y es apasionante: así como el movimiento de las placas tectónicas puede desarrollar montañas a lo largo de lapsos inconmensurables —tan altas que se cuelan entre las nubes—, sucede lo mismo con ciertos hundimientos en la capa superficial del planeta. Y estos, a su vez, se convierten en ecosistemas complejos, con sus especies endémicas, sus pulsos hídricos, su climatología, sus paisajes, sus servicios y sus comunidades humanas. Y este hundimiento, el del Caribe colombiano —un accidente geográfico de 24.650 km2—, supone “uno de los abanicos fluviales inundables más grandes de Suramérica”, según el más reciente libro ecológico del Banco de Occidente, titulado La depresión Momposina, los ciclos del agua.

Una de las cosas más interesantes de ese paisaje es esa función hídrica a la que alude el título de la publicación: como una esponja colosal, la depresión Momposina es un regulador del flujo de agua del que depende toda la región —guardándola para tiempos de sequía, por ejemplo—, y también es un filtro para depurar contaminantes en el líquido, gracias a especies vegetales purificadoras. “Este delta interior (...) configura un intrincado sistema de ríos, ciénagas, canales, diques, terrazas y playones”, reza el texto, que no se limita a describir, en detalle y con fotografías preciosas, el inmenso acervo de especies de flora y fauna que participan en dicho balance. Tampoco ahonda únicamente —y como si eso fuera poco— en la ancestralidad geológica del entorno, sino que el libro también describe la cultura y la economía desarrolladas a partir de esos recursos naturales, e identifica las amenazas de las que esos últimos son víctimas.

Desde hace 39 años —habiendo comenzado en 1984—, el Banco de Occidente publica libros de lujo con foco en el patrimonio natural colombiano. La depresión Momposina, los ciclos del agua es el resultado de un trabajo dirigido por la antropóloga Sandra María Turba Ceballos, con fotografías de Francisco Forero Bonell, Diego Miguel Garcés Guerrero y Angélica Montes Arango, entre otros. 

 

FOTOS: CORTESÍA BANCO DE OCCIDENTE