Embarcaciones en el río Manacacias. FOTO GERMÁN VALLEJO, 2019
Junio de 2020
Por :
Julio Arias Vanegas * Antropólogo y Magíster en Antropología, Universidad de los Andes. Candidato a Doctor en Antropología, The Graduate Center, CUNY (Estados Unidos)

PUERTO GAITÁN

Comerciantes, ganaderos y pescadores fundaron en 1932 el primer asentamiento que daría origen al caso urbano de Puerto Gaitán, con el nombre de Majaguayal. Lo fundaron a  la orilla del Manacacias, un río que desemboca en el Meta, en un punto donde algunos cuentan que existió una posada jesuita. 

 

La historia de Puerto Gaitán es una ventana a la historia de los Llanos Orientales durante el siglo XX y lo que va del XXI. De ser un municipio primordialmente ganadero que vivió varias facetas del conflicto armado de más de medio siglo, se convirtió en el epicentro del auge petrolero que tuvo el país hasta el 2014, así como de grandes proyectos agroindustriales. Ubicado al nororiente del Departamento del Meta, cerca del centro geográfico de Colombia, es el cuarto municipio más extenso del país y cuenta con una población que ha vivido mayoritariamente en el área rural. Su historia muestra los esfuerzos y los retos que han enfrentado colonos, indígenas, campesinos y nuevos migrantes en buena parte de la Colombia rural.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hasta mediados del siglo XX, los sikuanis, achaguas, piapocos y salivas eran el grueso de la población de lo que hoy es Puerto Gaitán. Estos pueblos basaban su sustento en medios diversos: desde la agricultura de subsistencia en pequeños asentamientos, hasta la caza y la recolección a través de recorridos por el territorio, aprovechando la diversidad y conexiones ecológicas entre sabanas, bosques y ríos. En la costa del río Meta, el límite norte del actual municipio, los jesuitas establecieron algunas misiones de evangelización y posadas para el transporte de ganado de sus haciendas en el Casanare, desde mediados del siglo XVIII. En el siglo XIX, otras órdenes religiosas siguieron con la fundación de misiones. De ellas, subiste solo un poblado, a 70 kilómetros de la cabecera municipal: la hoy inspección de San Pedro de Arimena, en frente de Orocué, Casanare, fundada definitivamente por los dominicos en 1889. En la primera mitad del siglo XX, la pesca y el comercio de pieles de caimanes y plumas de aves exóticas atrajeron a más pobladores a la costa del río Meta, que desemboca en el gran río Orinoco, en Venezuela.

 

Tumba de Guadalupe Salcedo y su familia, San Pedro de Arimena. FOTO JUAN SEBASTIÁN FAGUA SÁNCHEZ, 2017.

 

 

Comerciantes, ganaderos y pescadores fundaron en 1932 el primer asentamiento que daría origen al casco urbano de Puerto Gaitán, con el nombre de Majaguyal. Lo fundaron a la orilla del Manacacias, un río que desemboca en el Meta, en un punto donde algunos cuentan que existió una posada jesuita. Varios de los primeros habitantes del caserío venían de Venezuela. En la década de 1920, algunos ganaderos salieron del país vecino hacía los Llanos colombianos, debido a problemas que tuvieron durante el gobierno de Juan Vicente Gómez. Durante varios años, Majaguyal hizo parte de Puerto López, un pueblo fundado en 1937, cerca de la hacienda ganadera de Alfonso López Pumarejo.

La Violencia bipartidista de mediados del siglo XX transformó significativamente esta región del país. Allí se organizaron las guerrillas liberales del Llano, incentivadas por el Partido Liberal, ante la creciente represión del gobierno conservador desde 1946. Una de las guerrillas más conocidas, la de Guadalupe Salcedo, tuvo su centro de operaciones entre Orocué, Puerto López y lo que hoy es Puerto Gaitán. En esta zona fueron comunes los bombardeos y los enfrentamientos entre el ejército y las guerrillas, hasta que el gobierno del general Rojas Pinilla declaró la amnistía en 1953. En medio de esta guerra, un gran número de colonos e indígenas tuvieron que huir más al oriente y al sur.

Con la creciente colonización y el desplazamiento fruto de la continúa violencia bipartidista en el interior del país, la intendencia del Meta creció rápidamente hasta ser declarada departamento en 1960. Ese mismo año, Majaguyal pasó a ser Inspección, con el nombre de Manacacias. Posteriormente, en 1969, fue declarado municipio con su nombre actual, en honor al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Aún algunos mayores cuentan que Gaitán estuvo un año antes de su asesinato en un recorrido político por el pueblo.

 

Mujer sikuani tejiendo una mochila. Resguardo Wacoyo (municipio de Puerto Gaitán). FOTO JUAN ALMONACID, 2011. 

 

 

Desde la década de 1960, la colonización ganadera y campesina siguió creciendo desde el piedemonte metense y Casanare hacia el oriente y el sur de Puerto Gaitán y, de allí, a Vichada. Además de pescadores y campesinos dedicados a cultivar plátano y yuca, y algunos a la cría de ganados en sabanas comunales, llegaron grandes ganaderos, quienes con sus hatos consolidaron la ganadería extensiva de cría y levante como la actividad comercial más importante. Bajo este modelo, unas decenas de vaqueros conducían el ganado en viajes de hasta 50 días hacia el piedemonte para la ceba. Estos recorridos fueron creando puntos de paso, posadas y más hatos, algunos de los cuales se volvieron lugares reconocidos en la geografía rural del municipio.

 

Este avance de la ganadería extensiva incrementó los conflictos entre colonos e indígenas, cuya expresión más dramática fueron las llamadas “guahibiadas”: masacres y cacerías de indígenas, a quienes llamaban genéricamente guahibos. En las zonas de colonización, la violencia contra los indígenas no solo resultó de los conflictos por el uso de sabanas y bosques, sino por el racismo y la explotación de la mano de obra indígena. Uno de los últimos casos más conocidos se dio en el corregimiento de Planas, al suroriente del municipio, en 1970. Ante la organización de muchos indígenas sikuanis en una cooperativa, algunos colonos y policías terminaron atacando a varios de ellos, y luego el ejército asesinó a 17 y torturó a 12, motivado por las doctrinas antisubversivas en plena Guerra Fría. “La masacre de Planas” generó un gran debate nacional, que a mediano plazo fortaleció a las organizaciones indígenas del municipio.

Como respuesta a este tipo de conflictos, el Incora, creado en 1961 en el marco de la Reforma Agraria, estableció en Puerto Gaitán las primeras reservas indígenas de toda la región, a finales de la década de 1970. Gracias a la presión de las organizaciones indígenas, esta figura temporal dio paso a la constitución de resguardos desde la década de 1980. Actualmente hay nueve. Aunque han implicado una transformación radical de las formas de vida indígenas, por el confinamiento, por ejemplo, los resguardos han garantizado el derecho a un territorio propio, especialmente en medio del conflicto armado.

 

Arco de Puerto Gaitán. FOTO GERMÁN VALLEJO, 2019.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras el Incora se enfocó en los resguardos, instituciones como el ICA (Instituto Colombiano Agropecuario) se dedicaron a la investigación para la producción ganadera. En particular, desde 1977, con un convenio con el CIAT (Centro Internacional de Agricultura Tropical), el ICA estableció al nororiente del municipio el centro de investigaciones Carimagua, el más reconocido en el mundo sobre pasturas y forrajes tropicales. Carimagua vivió sus años de gloria hasta mediados de la década de 1990, cuando la neoliberalización de las políticas agropecuarias y el conflicto armado lo llevaron a una gran crisis. En septiembre de 1987, un comando de las FARC se tomó el centro de investigación y robó varios de sus vehículos, y a los dos días, paramilitares asociados al zar de las esmeraldas, Víctor Carranza asesinaron a cinco habitantes de la inspección vecina de El Porvenir, lo cual obligó a que el pueblo entero, miles de personas, según reportó la prensa, se desplazara hacia Orocué.

Esos dos hechos trágicos reflejan lo que venía ocurriendo en el municipio y que lo marcaría durante los siguientes años: el conflicto por el control territorial y político entre las FARC, por un lado, y los paramilitares organizados por narcotraficantes y algunos grandes ganaderos, por el otro. Con el aumento del narcotráfico en toda la región, la guerra se recrudeció, incluso entre distintos grupos paramilitares, a comienzos del siglo XXI. El municipio, como toda la región, vivió el éxodo de centenares de personas: campesinos, indígenas y medianos y grandes ganaderos.

 

Festival de Verano a orillas del río Manacacias. FOTO GUILLERMO HERRERA / EL TIEMPO, 2009.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aún en medio de la guerra, pero ya con las FARC replegadas, un antiguo pozo petrolero, Rubiales, fue reactivado. En 2008 lo adquirió una compañía canadiense-venezolana, que lo convirtió en el campo petrolero más grande del país, y a Puerto Gaitán, en el municipio con mayores regalías. En menos de seis años, su infraestructura urbana cambió radicalmente, además de que la migración aumentó la cantidad de población de forma acelerada. El municipio ha tratado de enfocar sus recursos en otros sectores como el turismo, con grandes festivales, como el tradicional de la Cachama, dedicado a la cultura llanera y la pesca. Asimismo, los gobiernos nacionales y municipales han incentivado la expansión de la agroindustria a gran escala de cultivos como palma de aceite, caucho y soya. A pesar de muchas promesas de desarrollo rural incumplidas y después de la caída del precio del petróleo, la población sigue luchando para construir una vida y unos trabajos dignos, más allá de las economías extractivas y de la guerra que lo azotó.

 

 

Bibliografía:

 

1 En 1740, los jesuitas fundaron la primera gran hacienda en el actual departamento del Meta: Apiay, cerca de donde un siglo después sería fundado Villavicencio. Nancy Espinel, Villavicencio: dos siglos de historia comunera, 1740-1940, Gráficas Juan XXIII, Villavicencio, 1989.

2 Jane M. Rausch, La Frontera de Los Llanos En La Historia de Colombia: (1830-1930), Banco de la Republica / El Ancora Editores, Bogotá, 1999.

3 Óscar Pabón, “Reseña histórica de Puerto López”, Llano 7 días, Villavicencio, 1997.

4 Orlando Villanueva, Guadalupe Salcedo y la insurrección llanera, 1949-1957, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2014.

5 San Pedro de Arimena, por ejemplo, fue incendiado, aunque luego se recuperó. Justo allí fue enterrado Guadalupe Salcedo, años después de que la policía lo asesinó en Bogotá en 1957, a pesar de haber sido amnistiado.

6 Augusto Gómez, Indios, Colonos y Conflictos: Una Historia Regional de Los Llanos Orientales 1870-1970, Siglo XXI Editores, Bogotá, 1991.

7 Gustavo Pérez, Planas, las contradicciones del capitalismo, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1971.

8 Laura Calle Alzate, “Entre La Violencia, la colonización y la adjudicación de reservas”, Revista Colombiana de Antropología 53, n.º 1 (2017), pp. 91-122.