Junio de 2019
Por :
Felipe González Mora* Arquitecto. Profesor Titular, Pontificia Universidad Javeriana. Docente e investigador de planta en historia de la arquitectura y urbanismo hispanoamericano, siglos XVII-XVIII.

PUEBLOS DE DOCTRINA JESUITA EN LOS LLANOS, SIGLO XVII-XVIII

Los Llanos, donde se incluye la Orinoquia, constituyeron un territorio de frontera, un espacio en el que el dominio colonial no se consolidó de modo inmediato con la llegada de los españoles, sino de modo gradual. En ese territorio, los jesuitas intentaron incorporar a la cristiandad a una gran cantidad de grupos indígenas. Sus incursiones misioneras pueden periodizarse así: entrada al llano, con la fundación de doctrinas localizadas en la estribación de la Cordillera Oriental (1624-1628); avanzada sobre el llano, que marcó el establecimiento de las misiones y haciendas en Casanare (1659-1767) y Meta (1723-1767), y avanzada sobre el Orinoco, en donde también establecieron reducciones y haciendas (1681-1767).

Es importante definir las expresiones “doctrina”, “misión” y “reducción”. Bajo el régimen de doctrina, un pueblo (o pueblo de indios) solía estar controlado por autoridades indígenas, así como por funcionarios civiles y religiosos de la Corona. La misión fue un sustituto de la Conquista y se orientó no solo a la incorporación del indio a la cristiandad, sino también a la hispanidad, entendida como régimen político, social, cultural y religioso. Además, por reducción puede entenderse el proceso comprendido por la incorporación inicial del indígena y su acoplamiento a los parámetros que regían una población misional. Asimismo, era el núcleo poblado donde se reducía, o congregaba, a los indígenas, con el fin de facilitar la evangelización y el control tributario. En algunos documentos puede encontrarse que las palabras “doctrina” y “reducción” son usadas como sinónimo de pueblo.

Los jesuitas levantaron eficientes sistemas económicos y sociales, en los que se combinaron misiones y haciendas que sirvieron a la labor religiosa. Dentro de estas posesiones pueden citarse, entre otras, Caribabare (1661), una extensa propiedad en el corazón del Casanare, que tenía dos hatos principales: la Yeguera o Hato Corozal y Tunapuna, y Nuestra Señora de Tocaría (1750), en la región de Nunchía. Estas haciendas formaban parte de caminos ganaderos que abastecían de carne a las ciudades de Santafé y Tunja. Asimismo, en el Meta, Santa Bárbara de Cravo, adquirida por los jesuitas después de Caribabare y dedicada a la cría de ganado vacuno, y Apiay, a 10 jornadas de Santafé, en las cercanías de San Juan, San Martín y la Quebradita. Adquirida en 1740, abastecía de carne vacuna a Santafé y hoy es una base militar del Ejército Nacional. El éxito de las haciendas se debió a su dotación, a una eficiente explotación de los recursos, a la cría de ganado vacuno y caballar, así como a sus variados cultivos. También, a la disponibilidad de mano de obra indígena y a la racionalidad económica aplicada a la comercialización de los productos. Si bien, aparte de mapas, no existen representaciones gráficas de la época, las imágenes del siglo XIX dan una idea de cómo se veían los hatos, los pueblos de misión y los indígenas en la Colonia.

Vista de un pueblo a orillas del río Meta, provincia de Casanare (acuarela de Manuel María Paz, Comisión Corográfica, 1857). Biblioteca Nacional de Colombia.
 

Entrada al Llano. Doctrinas en la estribación de la cordillera oriental, 1624-1628

En 1621, el arzobispo de Santafé, Hernando Arias de Ugarte, en su visita pastoral a la región de Chita y los llanos de Casanare, concibió el proyecto de confiar esas regiones a la Compañía de Jesús, al darse cuenta del abandono espiritual en que se encontraban los indios. Aprobado el proyecto, aún había dificultades, como escasez de operarios, lejanía de esas regiones y dificultad de aprovisionamiento de los misioneros. El arzobispo solucionó estos problemas ofreciendo a los jesuitas también la doctrina de Chita, situada en clima sano, que fue usada como punto de partida para entrar al llano. A partir de 1624, los jesuitas se hicieron cargo de varias doctrinas y crearon otras, tanto en el piedemonte llanero como en el llano:

Chita. El encomendero principal de la provincia de Tunja y los llanos en 1563 fue Gonzalo Jiménez de Quesada, quien residió por varios años en esta fría población de montaña. En el período 1620-1624, el clero secular (curas que dependían directamente de autoridades eclesiásticas y no de una orden religiosa) estuvo vinculado con el pueblo, por lo que es posible que desde ese entonces existieran el templo, la plaza y las calles. El 28 de marzo de 1727, el padre Visitador Silvestre Hidalgo dictó el auto sobre la traslación del caserío. El nuevo lugar se ubicó a dos kilómetros al noreste del anterior y se constituyó en el actual municipio del Departamento de Boyacá, distante 240 km de Tunja.

Támara. El padre José Dadey estableció la doctrina de Támara en 1624. Durante la corta estadía de tres años en esta doctrina, Dadey se encargó de la delineación de la traza del núcleo urbano de la población. Después de la salida de los jesuitas en 1628, Támara pasó al cuidado del clero secular hasta 1639, cuando fue reemplazado por agustinos. En la actualidad, Támara es municipio del Departamento de Casanare, distante 120 km de Yopal.

Morcote. El juez poblador Lázaro Fonte fundó en 1586 los pueblos de Paya y Morcote, en las tierras encomendadas a Pedro Niño. En 1624, el padre jesuita Diego de Acuña se encargó de la doctrina y, después de la salida de los jesuitas en 1628, la población quedó en manos del clero secular. En la actualidad es corregimiento e inspección de policía en el municipio de Paya, Departamento de Boyacá.

Pauto. En 1624 se confió la doctrina de Pauto a la Compañía de Jesús. Para tal efecto, se nombró doctrinero al padre Domingo de Molina, por el cabildo eclesiástico de Santafé, el 31 de octubre de 1626. La presencia de los jesuitas fue corta y en 1628 se retiraron de la región por orden del arzobispo Cortázar. Los indios pasaron al cuidado del clero secular. Los jesuitas recuperarían a Pauto en 1659, en un viaje de exploración que tenía como objetivo restaurar su empresa misional en los Llanos. En adelante, esta población formará parte de las reducciones del Casanare.

Los adelantos logrados por los jesuitas en estas doctrinas generaron un clima de resentimiento entre clérigos seculares que se quejaban continuamente ante el nuevo arzobispo Julián Cortázar, quien, en 1628, solicitó al rey reinstalar a los seculares en las doctrinas dejadas por los jesuitas. Ese mismo año, la Compañía renunció a la doctrina de Chita y, después, a las otras. Con su obligado retiro, se cerraba las puertas a los jesuitas para acceder a los llanos de Casanare.

Misiones en el Casanare, José Miguel Vásquez, 1769. Fuente:Archivo General de la Nación,
Mapas y Planos, Mapoteca 4, 691-A.

Poblados en la Misión del Casanare, 1659-1767

En 1660, los jesuitas permutan la doctrina de Tópaga, situada en el altiplano boyacense, por la doctrina de Pauto, en el llano, que estaba bajo cuidado del clero secular. El objetivo consistía en crear un centro de operaciones para los misioneros en la región llanera. En 1662, la Junta de Misiones convino repartir los territorios de los llanos orientales entre el clero secular y las órdenes religiosas: para los franciscanos, los llanos de san Juan; para los agustinos ermitaños, los llanos de San Martín; los agustinos recoletos, entre los ríos Upía y Cusiana; los dominicos se encargarían de los indios chíos y mámbitas, y a los jesuitas les correspondió “el territorio junto al río de Pauto y de allí para abajo hacia la villa de San Cristóbal y ciudad de Barinas, y los llanos de Caracas, y […] desde el río Pauto hasta el Airico”. Se trataba de un extenso territorio en el que se crearon estas poblaciones:             

Nuestra Señora del Pilar de Patute. Se encuentra a unos 19 kilómetros de Tame, en la banda derecha de la serranía, al norte de los ríos Purare y Tocaragua, afluentes del Casanare. Se instaló entre los indios tunebos y en 1711 tenía 576 almas. La población está hoy desaparecida.

Nuestra Señora de Tame. Está entre los ríos Tame y Ele, en la parte superior de la orilla oriental del río Tame. Reunió a una cantidad importante de habitantes y en 1756 tenía 1.800 almas. Entre 1818 y 1819, por su localización al pie de la cordillera, fue la población donde se organizaron las tropas de la vanguardia libertadora al mando de Santander y Bolívar, para tomar la ruta al interior de la Nueva Granada, en dirección a Santafé. Hoy es la capital del departamento de Arauca.

Pauto/Manare. Población ubicada en territorio de indios cacatíos, al poniente de los ríos Purare y Tocoragua, afluentes del Casanare. Fue la residencia habitual del Superior de las Misiones. En la actualidad es inspección de policía en el municipio de Hato Corozal, Departamento de Casanare.

San Salvador del Puerto. Fue establecida por el padre Neira entre los indios achaguas. Se trata de lugar estratégico, situado sobre la orilla izquierda del río Casanare, donde el río de vuelve apto para la navegación. Ese punto era la salida de los jesuitas hacia el río Meta y el Orinoco, en ruta hacia las misiones de la Guayana. Hoy es inspección de policía del municipio de Tame, Departamento de Arauca.

San Francisco Javier de Macaguane. Está a 19 kilómetros de Tame, aproximadamente, entrada ya la montaña, y a unos seis kilómetros del río Tame, a orillas del río Macaguane, que está en medio de los ríos Cravo y Ele. En la doctrina había indios giraras, airicos y betoyes, y, en algún momento llegó a tener 1.500 almas. En la actualidad es la inspección de policía de Corocito, municipio de Tame.

San Ignacio de los Betoyes. La más oriental de las reducciones jesuíticas, siguiendo la serranía hasta llegar al río Casanare. Fue fundada en 1716 por el padre José Gumilla, célebre misionero que escribió en 1741 El Orinoco Ilustrado. Esta reducción fue la última en ser establecida por los jesuitas en el Casanare, región que para 1767 albergaba 5.420 indios en las siete reducciones mencionadas. Hoy es inspección de policía del municipio de Tame.

El Piñal, pueblo o ranchería de indios salvajes. José María Gutiérrez de Alba, 1874.Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República.

Poblados en la Misión del Meta, 1723-1767

Como Superior de las misiones casanareñas, Gumilla intentó afianzar la región habitada por indios achaguas y sálibas a lo largo del río Meta, vía de penetración al Airico y el Orinoco. La misión en esta última región era considerada superior a cualquier otra empresa misionera. En 1716 se revaloriza la región del Meta, escenario para las próximas fundaciones misioneras entre los ríos Cusiana y Cravo Sur. En este periodo su fundaron las siguientes poblaciones:

San Miguel de Macuco. Estuvo situado a 1,6 kilómetros distante de la orilla del Meta e inmediata al caño Macuco. Fue establecida en 1725, con los indios sálibas, que estuvieron bajo cuidado del misionero Juan Rivero hasta 1729. En 1765 tenía 240 almas y su iglesia, bien ornamentada, estaba construida de tapia, piedra y teja. El sitio ha desaparecido.

Casimena. Antes, San Luis Gonzaga. Fue establecida en 1746, entre los indios guahibos y cabres, en la orilla septentrional del Meta, entre los ríos Cravo y Cusiana. El poblado llegó a tener 700 almas. El sitio ha desaparecido.

Surimena. Antes, San Francisco Regis. Establecida en 1722 entre indios sálibas y achaguas, a orillas del río Guanápalo, que desemboca en el Meta a poca distancia. Hoy en día es un sitio del municipio de Orocué.

Las reducciones de Casanare y Meta prosperaron hasta 1767, gracias a la producción ganadera de hatos comunales y de las haciendas. Prueba de esa prosperidad es que en Pauto y Macuco, por ejemplo, los templos se estaban fabricando con piedra, tapia y cubierta de teja. Es decir, se trataba de una arquitectura mixta, en la que se usaban muros, columnas y arcos estructurales en piedra, así como armadura de madera para la cubierta.

Llaneros herrando ganado y recortándole las orejas,provincia de Casanare. Manuel María Paz, 1856.
Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de Colombia.

Poblados en la Misión del Orinoco, 1681-1767

La Misión del Orinoco, hoy territorio venezolano, formó parte del amplio plan de evangelización de los llanos junto con las misiones de Casanare y Meta, en la actual Colombia. El primer contacto con los indios sucedió en 1699, cuando el padre Monteverde entró a la aldea sáliba de Yanaqui. Antes de esta entrada hubo dos intentos frustrados de afianzamiento, en 1681 y 1691. Los ríos, grandes arterias fluviales que servían a los misioneros para la comunicación, el abastecimiento y la huida de las incursiones caribes, se constituyeron en las vías de penetración a la vasta región orinoquense. La importancia de esta misión no se debe medir por sus escasos resultados desde el punto de vista del poblamiento, sino “por su posición estratégica en el nudo de las comunicaciones entre las provincias de Guayana, Caracas, y Barinas, y [por] cerrar el paso a los extranjeros hacia el Nuevo Reino”. Los establecimientos de la misión del Orinoco se localizan en territorio venezolano y se desconoce el estado de conservación de estas poblaciones, pero puede indicarse que se fundaron las siguientes:

Santa Teresa de Carichana. Establecida en 1681, entre los indios sálibas. Fue la capital misional orinoquense y tuvo un fuerte con ocho soldados. Es un ejemplo clásico del binomio hacienda-misión: además de la evangelización, había hatos vacuno y caballar, existía producción agrícola y acogía trabajos de metalurgia.

Cabruta. Situada a la orilla izquierda del río Orinoco, fue establecida en 1739 con indios guamos, avaricotos, otomacos y maipures.

La Urbana. A dos jornadas más arriba de La Encaramada, próxima al monte Urbana y a tres días de Carichana. Fue fundada en 1733, entre indios guaipunabis y otomacos.

San Juan Nepomuceno. Antes, Raudal de Atures, la última de las poblaciones jesuíticas a la derecha del Orinoco. Situada al este de los raudales de Atures, fue base de operaciones de la Expedición de Límites al Orinoco, durante el periodo 1754-1760.

Encaramada. Antes, San Luis Gonzaga. Distaba menos de un día de navegación de Cabruta, día y medio de La Urbana, y del Orinoco, cerca de 1,2 kilómetros. Fue establecida por el misionero Felipe Salvador Gilij en 1749, entre los indios maipures y tamanacos.

San Borja. Es conocida como una población portátil, por sus continuos traslados. Fue fundada al inicio en 1738 con indios yaruros cimarrones.

En agosto de 1767, el rey español Carlos III ordenó de manera tajante la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús de los dominios de España, Indias, Islas Filipinas y demás adyacentes, al igual que la  privación de sus bienes en esos dominios. Ese año, las reducciones del Casanare pasaron a manos de los padres dominicos, salvo Pauto, que quedó bajo cuidado de los franciscanos. Mientras tanto, las reducciones del Meta quedaron al cuidado de los agustinos recoletos, y las reducciones del Orinoco pasaron a manos de los capuchinos de Venezuela.

Territorio de las misiones de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Granada, José Gumilla S.J. Grabado: Pablo Minguet, 1741. Fuente: Archivo Histórico Juan Manuel Pacheco, Pontificia Universidad
Javeriana.

Conclusión

El proyecto misional jesuítico en las regiones bañadas por los ríos Casanare, Meta y Orinoco consistió espacialmente en la incursión y afianzamiento de ciertas áreas geográficas y estratégicas, determinadas por grandes ríos y abundante población indígena. La fundación de núcleos poblados facilitó la concentración de los indios y la enseñanza de la doctrina. Algunas poblaciones de doctrina persisten en el tiempo y en la actualidad son centros urbanos, entre los que hay una capital de departamento, algunos municipios, inspecciones de policía y otros lugares.

 

Referencia bibliográfica

 

  1. [1] Pablo Ojer, “Las misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela”, en Misiones jesuíticas de la Orinoquía, 1625-1767, José del Rey (ed.), Universidad Católica del Táchira, San Cristóbal, 1992, t. 1, pp. 175-176.
  2. [1] Ramón Gutiérrez, Las misiones jesuíticas de los guaraníes, Río de Janeiro, Unesco, 1987., p. 10.
  3. [1] Ramón Correa, Monografías de los pueblos de Boyacá, Biblioteca Boyacense de Historia, Tunja, 1987, t. 1, p. 398.
  4. Archivo General de la Nación (Bogotá), Conventos, 68, f. 437, citado por Juan Manuel Pacheco, Los jesuitas en Colombia, Editorial Hijos de Santiago Rodríguez, Bogotá, 1962, t. 2, p. 353.
  5. [1] José del Rey (ed.), Misiones jesuíticas en la Orinoquía, 1625-1767, Universidad Católica del Táchira, 1992, t. 3, pp. 181-182.