Fachada del Palacio Municipal de Medellín, Archivo Fundación Ferrocarril de Antioquia. Martín Rodríguez Haeusler
Septiembre de 2016
Por :
Luis Fernando Molina Londoño

PALACIO MUNICIPAL DE MEDELLÍN: MARTÍN RODRÍGUEZ

Por su arquitectura, funcionalidad, calidad constructiva y urbanística, el antiguo Palacio Municipal de Medellín, ubicado entre las carreras Carabobo y 53 y las calles 53 y Calibío, puede catalogarse como el mejor edificio de la ciudad y uno de los más destacados de la arquitectura colombiana del siglo XX. Fue diseñado por Horacio y Martín Rodríguez, de la firma H. M. Rodríguez e Hijos (1905-1972), primera gran firma diseñadora y constructora de edificios que se creó en Medellín. El diseño del palacio data de 1927, a raíz de un concurso convocado por el municipio, aunque el inicio de su construcción tardó cuatro años, debido a la demora en la adquisición de los terrenos y a la crisis económica mundial (1929-1932). La inauguración se llevó a cabo en 1937.

Martín Rodríguez (Medellín, 1901-1972) manifestó una aptitud casi innata por el dibujo arquitectónico. A la edad de 16 años diseñó el Banco Republicano (luego de Londres y después de Bogotá) en el Parque de Berrío, sobre la carrera Bolívar, uno de los más bellos edificios comerciales construidos hasta entonces en Medellín (infortunadamente demolido para construir el edificio de la Compañía Colombiana de Tabacos). Estudió arquitectura en la Universidad de Columbia, y al regresar en 1920 se vinculó a la oficina de H.M Rodríguez e Hijos, fundada por su padre. Luego, a causa de la muerte de don Horacio en 1930, se encargó con su hermano Nel de dirigir las numerosas obras de construcción que tenían contratadas por todo el país. En 1929, Martín Rodríguez fue presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, desde la cual impulsó el proyecto del Hotel Nutibara (1941-1945), cuya construcción terminó dirigiendo según los planos del norteamericano Paul Williams.

La antigua Alcaldía de Medellín marcó una transición entre las arquitecturas "republicana" y racionalista, que empezó a tomar fuerza en Colombia en los años treinta. El racionalismo presente en la alcaldía, o palacio municipal, se expresa en la búsqueda de equilibrio entre lo antiguo y ornamentado con el tecnicismo del modelo positivista de finales del siglo XIX, que tendían al uso de las formas construidas por la ingeniería, realizada con materiales industriales como el acero, el cemento Portland y el concreto reforzado para producir espacios de uso intensivo y masivo, como por ejemplo, fábricas, mercados y estaciones del tren.

La alcaldía presenta una arquitectura de transición del eclecticismo y el modernismo hacia el racionalismo; posee una geometría elemental, sin acercarse todavía al purismo formal de los racionalistas. Su funcionalismo es simple y práctico, tendiente a cubrir con eficiencia y economía las exigencias espaciales del gobierno municipal; los detalles ornamentales en la fachada principal y la obra de madera y hierro, de innegable valor artístico, son emblemáticos y muy discretos. También los volúmenes entrantes y salientes en ladrillo, o los revoques de cemento a la vista en todas las fachadas cumplen funciones decorativas. Martín Rodríguez exploró con estos volúmenes y formas geométricas puras la posibilidades estructurales del ladrillo y del concreto, que además de las funciones portantes sirvieran como decoración de las fachadas, pero sin llegar al fanatismo de los positivistas. Mantuvo la tradición arquitectónica y constructiva local en cuanto al uso de claustros que permitieran la circulación, la aireación y la iluminación natural del interior. En relación con los materiales, especialmente el ladrillo, introducido en la ciudad desde mediados del siglo XIX por su abuelo Enrique Haeusler, el francés Carlos Carré y su padre Horacio Rodríguez para levantar grandes edificios y puentes, Rodríguez lo explora aplicado a nuevas formas y lo somete a combinaciones con el concreto reforzado, el hierro y el vidrio, propios de las arquitecturas de vanguardia que conoció en los Estados Unidos, en especial del Art Deco.

La alcaldía alcanzó gran celebridad a nivel nacional, no sólo por su arquitectura sino por los 300 metros cuadrados de frescos en el salón del Concejo terminados en 1938 por el arquitecto y muralista Pedro Nel Gómez. El palacio fue adquirido por las Empresas Públicas de Medellín, luego del traslado de las oficinas de la alcaldía al Centro Administrativo La Alpujarra (1987). Actualmente se adelanta la gestión para su declaratoria como Patrimonio Cultural de la Nación. Entre 1995 y 1997 fue sometido a restauración. En el futuro hará parte de las instalaciones del Museo de Antioquia donde se exhibirá parte de la obra que Fernando Botero donó al Departamento.