Plazoleta del metro de Medellín. Fotografía de Ricardo Rivadeneira,1997
Septiembre de 2016
Por :
Luis Javier Villegas B

METRO DE MEDELLÍN

Cuando en noviembre de 1995 los habitantes de Medellín y las poblaciones vecinas vieron rodar por la serpiente de concreto y acero los vagones de su metro, se cerró de un tajo el prolongado debate que durante más de diez años acompañó su tormentoso proceso de construcción.

Vale la pena recordar que desde mediados de siglo la ciudad había reservado un corredor vial a lo largo del río Medellín para agilizar el tránsito vehicular, y allí yacían los deteriorados rieles que fueran del Ferrocarril de Antioquia, antaño símbolo de la pujanza de la región. Ahora, por una ferrovía moderna, de doble sentido, con rieles de acero que descansan sobre traviesas de concreto pretensado, se producía el regreso triunfal del tren, cuyo ruido era amortiguado por pantallas adosadas a ambos lados del viaducto.

Estación del metro de Medellín.  Fotografía de Ricardo Rivadeneira,  1997

 

La obra, la más grande y costosa realizada hasta entonces en Colombia en el área del transporte, fue concretada por la Empresa Metro con el consorcio hispano-alemán Metromed. A éste se le adjudicó un contrato "llave en mano" que incluía la planeación, diseño, suministro, ejecución de obras civiles, montaje, capacitación de personal y puesta en marcha del metro. No obstante, en el proceso de construcción conviene destacar la presencia de la ingeniería e industria nacionales, tanto en las obras civiles y eléctricas como en el suministro de diversos bienes. Baste pensar en los cerca de 400.000 metros cúbicos de concreto, gran parte de ellos destinados a quedar a la vista, por lo cual hubo de usarse material de alta calidad tanto en los áridos como en los cementos portland, abastecidos por una de las plantas más modernas en Hispanoamérica. El viaducto consta de esbeltas columnas de concreto con alto refuerzo de acero, para garantizar su seguridad en caso de sismo. Sobre ellas descansan 24.000 metros de largas vigas postensadas, cuyo transporte hizo necesarios unos pesados vehículos, expresamente fabricados en España para tal fin.

El metro ha venido cambiando a pasos agigantados la ciudad. En el centro de ella el viaducto se yergue sobre la antigua carrera de Bolívar, hasta entonces la vía más contaminada auditiva, olfativa y visualmente. Ahora, con el poco ruidoso e inoloro tren que se desliza con gracia en lo alto, el primer piso se ha rescatado para el uso peatonal. Además, en el acceso a las 25 estaciones se han adecuada plazoletas y recuperado espacios públicos, dotados de elementos típicos de amoblamiento, como torre orientadora, estructuras en forma de elipses para fijar afiches, las que rematan en un bebedero para los pájaros, barreras vehiculares -bolardos- de diseño amable, bancas -para el instante, para el momento, para el rato-, lámparas peatonales, de grácil figura, y elegantes basureras.

La presencia del metro ha sido fundamental en la mejora de la calidad de vida. En promedio, los habitantes de Medellín y los municipios aledaños están ahorrando en el transporte cerca de dos horas diarias, las que pueden dedicar a su familia y al descanso. A ello se añade la limpieza, seguridad, comodidad y aspecto agradable que le brinda el metro, en contraste con los innumerables contratiempos del antiguo transporte en bus. Los 300 mil usuarios que día a día moviliza el metro, y cuya formación se inició siete años antes de la inauguración con una intensa campaña educativa, se han apropiado de la cultura metro: convivencia, respeto, limpieza, hablar bajo, no fumar, comer ni cantar en el tren ni en las estaciones, ceder el asiento a ancianos, mujeres embarazadas y con niños de brazos, devolver los objetos extraviados.

En sus vagones se produce, así de manera fugaz, la convergencia de los más variados actores sociales y a través de sus ventanas se ven desfilar establecimientos educativos, industriales y comerciales, parques, casas de clase media, zonas de tugurios, barrios elegantes, todo ello con un fondo de árboles, montañas y el río en proceso de recuperación. Así el metro arrastre el pesado fardo de su inmensa deuda, se puede decir que quizás es lo mejor que le ha pasado a Medellín en su historia y que con él la ciudad anticipó su ingreso a siglo XXI en varios años.

Cuando en noviembre de 1995 los habitantes de Medellín y las poblaciones vecinas vieron rodar por la serpiente de concreto y acero los vagones de su metro, se cerró de un tajo el prolongado debate que durante más de diez años acompañó su tormentoso proceso de construcción.

Vale la pena recordar que desde mediados de siglo la ciudad había reservado un corredor vial a lo largo del río Medellín para agilizar el tránsito vehicular, y allí yacían los deteriorados rieles que fueran del Ferrocarril de Antioquia, antaño símbolo de la pujanza de la región. Ahora, por una ferrovía moderna, de doble sentido, con rieles de acero que descansan sobre traviesas de concreto pretensado, se producía el regreso triunfal del tren, cuyo ruido era amortiguado por pantallas adosadas a ambos lados del viaducto.

La obra, la más grande y costosa realizada hasta entonces en Colombia en el área del transporte, fue concretada por la Empresa Metro con el consorcio hispano-alemán Metromed. A éste se le adjudicó un contrato "llave en mano" que incluía la planeación, diseño, suministro, ejecución de obras civiles, montaje, capacitación de personal y puesta en marcha del metro. No obstante, en el proceso de construcción conviene destacar la presencia de la ingeniería e industria nacionales, tanto en las obras civiles y eléctricas como en el suministro de diversos bienes. Baste pensar en los cerca de 400.000 metros cúbicos de concreto, gran parte de ellos destinados a quedar a la vista, por lo cual hubo de usarse material de alta calidad tanto en los áridos como en los cementos portland, abastecidos por una de las plantas más modernas en Hispanoamérica. El viaducto consta de esbeltas columnas de concreto con alto refuerzo de acero, para garantizar su seguridad en caso de sismo. Sobre ellas descansan 24.000 metros de largas vigas postensadas, cuyo transporte hizo necesarios unos pesados vehículos, expresamente fabricados en España para tal fin.

El metro ha venido cambiando a pasos agigantados la ciudad. En el centro de ella el viaducto se yergue sobre la antigua carrera de Bolívar, hasta entonces la vía más contaminada auditiva, olfativa y visualmente. Ahora, con el poco ruidoso e inoloro tren que se desliza con gracia en lo alto, el primer piso se ha rescatado para el uso peatonal. Además, en el acceso a las 25 estaciones se han adecuada plazoletas y recuperado espacios públicos, dotados de elementos típicos de amoblamiento, como torre orientadora, estructuras en forma de elipses para fijar afiches, las que rematan en un bebedero para los pájaros, barreras vehiculares -bolardos- de diseño amable, bancas -para el instante, para el momento, para el rato-, lámparas peatonales, de grácil figura, y elegantes basureras.

La presencia del metro ha sido fundamental en la mejora de la calidad de vida. En promedio, los habitantes de Medellín y los municipios aledaños están ahorrando en el transporte cerca de dos horas diarias, las que pueden dedicar a su familia y al descanso. A ello se añade la limpieza, seguridad, comodidad y aspecto agradable que le brinda el metro, en contraste con los innumerables contratiempos del antiguo transporte en bus. Los 300 mil usuarios que día a día moviliza el metro, y cuya formación se inició siete años antes de la inauguración con una intensa campaña educativa, se han apropiado de la cultura metro: convivencia, respeto, limpieza, hablar bajo, no fumar, comer ni cantar en el tren ni en las estaciones, ceder el asiento a ancianos, mujeres embarazadas y con niños de brazos, devolver los objetos extraviados.

En sus vagones se produce, así de manera fugaz, la convergencia de los más variados actores sociales y a través de sus ventanas se ven desfilar establecimientos educativos, industriales y comerciales, parques, casas de clase media, zonas de tugurios, barrios elegantes, todo ello con un fondo de árboles, montañas y el río en proceso de recuperación. Así el metro arrastre el pesado fardo de su inmensa deuda, se puede decir que quizás es lo mejor que le ha pasado a Medellín en su historia y que con él la ciudad anticipó su ingreso a siglo XXI en varios años.