Retrato de José Celestino Mutis. Óleo atribuido a Salvador Rizo, ca. 1810. Colección Museo de la Independencia - Casa del Florero. Mincultura.
Octubre de 2011
Por :
Santiago Díaz Piedrahita. Botánico, Universidad Nacional de Colombia. Profesor Emérito y Ex-Decano de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro de Número y Expresidente de la Academia Colombiana de Historia.

La real expedición botánica y el movimiento de emancipación

E n el terreno de la numismática no es frecuente que figuras ajenas a la política y a los hechos bélicos adornen la moneda de curso legal. En el caso colombiano tan sólo dos personajes cuya actividad se centró en las ciencias han merecido aparecer en los billetes, honor que antes sólo había tenido Francisco José de Caldas pero, más que como científico, como mártir de la Patria. En la actualidad la efigie de Julio Garavito Armero aparece en los billetes de veinte mil pesos y tres decenios atrás la de José Celestino Mutis adornó los billetes de doscientos pesos. Adicionalmente, y en un caso sin precedentes, la imagen de Mutis estuvo presente en los últimos billetes de doscientas pesetas, antes de que esta moneda cediese su lugar al euro. Esta circunstancia ratifica que Mutis es ampliamente conocido y que, sin duda, fue el personaje más influyente de la época colonial.

Personalidad de Mutis

En 1760 Mutis viajó a la Nueva Granada como médico del virrey Pedro Messía de la Cerda; al concluir el mandato de su superior, optó por quedarse en el virreinato como promotor científico: la flora, la fauna y la gea del trópico americano le habían cautivado. Como naturalista alcanzó los títulos de director de la Real Expedición Botánica y Astrónomo Real de Santafé. En 1772 se hizo sacerdote; previamente había sido empresario minero, exportador de cortezas de quina, investigador con énfasis en la botánica y bibliófilo. Merced a sus conocimientos contribuyó a innovar la educación como introductor de nuevas cátedras en el Colegio del Rosario, y fue gestor de una Sociedad Económica de Amigos del País cuyos fines eran los de promover y poner en práctica los medios para fomentar la agricultura, la cría de ganados, la industria, el comercio, las ciencias útiles y las artes liberales.

La expedición como empresa científica

La Expedición Botánica promovida por Mutis fue la máxima empresa científica del período colonial, marcó una época y se convirtió en referente obligado de la ciencia colombiana, funcionó a la manera de un instituto científico que tenía bajo su responsabilidad el estudio de los recursos naturales y de su aprovechamiento. Por su concepción contribuyó a la educación y a la formación científica de unos cuantos jóvenes que estaban llamados a perpetuar estas disciplinas en nuestro medio.

La Expedición nació oficialmente el 30 de abril de 1783 y fue protocolizada como una empresa auspiciada por el Estado español mediante Cédula Real suscrita el 1º de noviembre del mismo año. Esta iniciativa, la más importante de todas las planteadas por Mutis, contó con el apoyo decisivo del arzobispo–virrey Antonio Caballero y Góngora, y fructificó en un tercer intento, cuando el naturalista y sacerdote ya había abandonado la idea de emprender una gran expedición. En mayo de 1763 Mutis había hecho una primera representación al rey solicitando autorización para iniciar esa obra, que tal vez había sido el verdadero motivo de su viaje a la América; en 1764 repitió la solicitud, que sólo tomó cuerpo en 1782, cuando Caballero reencontró a Mutis, quien prácticamente se hallaba retirado del mundo y dedicado, desde 1777, a explotar las Minas del Real del Sapo en la provincia de Mariquita.

En el seno de la Expedición se formaron o perfeccionaron en las ciencias varios criollos ilustrados que actuaron como líderes del movimiento del 20 de julio de 1810. Sin embargo, no existen bases para plantear que Mutis haya albergado en su mente propósitos independentistas o que haya tenido nexos con la masonería, sociedad en la que se complotaba contra la monarquía. Para comunicarse con Carlos Linneo y con otros naturalistas suecos se valió de Bellman y de Juan Jacobo Gahn, cónsules de ese país en Cádiz; ellos sí pertenecían a las logias. Adicionalmente los sediciosos que fueron expatriados y estuvieron detenidos en Cádiz mantuvieron contactos con las logias de esa ciudad, así como con las de París y Londres donde buscaron apoyo para su causa. Ejemplos de ello son Antonio Nariño, Sinforoso Mutis y Francisco Antonio Zea. No fue propósito de Mutis preparar líderes políticos. Éstos se formaron sin su ayuda, pero sí a la sombra de su biblioteca y de los ideales de la ilustración. La Expedición no fue abrigo de complotados; las ideas de emancipación se ventilaban en el seno de las tertulias literarias y en las aulas de los colegios mayores, no en los gabinetes de la Casa de la Botánica. El Observatorio Astronómico de Santafé, dependencia de la Expedición, sí se utilizó como sitio de reunión por los complotados, pero año y medio después de la muerte de Mutis.

La confiscación de los materiales acopiados por la Expedición no tiene relación con el movimiento de emancipación. Tales materiales, atesorados cuidadosamente durante tres décadas, sí fueron empacados en forma precipitada y llevados rápidamente a España por orden de Sámano, pero no como una represalia en contra de los complotados, sino por iniciativa de Pascual Enrile y para complacer a su amigo Mariano Lagasca, director del Real Jardín Botánico de Madrid, quien le había sugerido tratase de recuperar ese patrimonio. Esto explica el porqué los avezados militares llegaron a la capital preguntando por los materiales de la expedición, y por qué una de sus primeras órdenes fue la de empacar y enviar todo a Madrid con celeridad.

En 1814 se había hecho un estricto inventario, por lo que la labor se redujo a empacar los materiales, responsabilidad que recayó en Sinforoso Mutis, quien contó para ello con la colaboración espontánea del pintor Francisco Javier Matís. Sinforoso había sucedido a su tío en la dirección de la Expedición, pero estaba privado de la libertad; aparte de haber sido condenado por sedicioso durante la revuelta de los pasquines y de haber estado preso en Cádiz, había resultado comprometido con el movimiento del 20 de julio; era uno de los firmantes del acta de independencia y había sido jefe de policía del gobierno rebelde. En calidad de preso, todas las mañanas era sacado de su reclusión en el Colegio de San Bartolomé, para pasar a la Casa de la Botánica e intervenir en el ordenamiento, clasificación y encajonamiento de las colecciones y de los manuscritos científicos. Los elementos fueron separados por materias, tras lo cual fueron empacados; la parte botánica fue arreglada en escasos seis días. El resto de la tarea tomó dos meses y fue ejecutada con gran eficiencia por el capitán Rafael Sevilla; cumplida la misma se produjo su remisión a Madrid por la vía de Cádiz. Como consecuencia de la incautación de los materiales, la Expedición se magnificó en la memoria de los neogranadinos y sus materiales pasaron a ser un tesoro vilmente arrebatado.

Algunos antecedentes  del movimiento insurgente 

Retrocediendo un poco en el tiempo cabe recordar como, tras la publicación clandestina de los Derechos del Hombre, Nariño fue procesado junto con Francisco Antonio Zea, crítico acerbo de los tomistas y de los directivos de los colegios mayores de Santafé y entonces subdirector de la Expedición Botánica. Ambos fueron enviados a Cádiz como prisioneros. En 1794, con el auspicio de sus profesores, los estudiantes del Colegio de San Bartolomé iniciaron un movimiento clandestino que buscaba cambiar la dominación española por un sistema político tomado de la Revolución Francesa, y en agosto se produjo la revuelta de los pasquines promovida por estudiantes del Colegio del Rosario; muchos de los complotados participaban en las tertulias literarias. Entre ellos figuraba Sinforoso Mutis, sobrino del director de la Expedición Botánica y agregado de ésta. Tras ser detenidos y procesados por sedición, algunos fueron deportados a Cádiz donde pagaron prisión hasta 1799. Durante su permanencia en esa ciudad los detenidos mantuvieron contacto con las logias y se reafirmaron en su vocación independentista. En 1802 Sinforoso regresó a Santafé y se reintegró a la empresa científica; a la muerte de su tío asumió como director.

Responsabilidad de los implicados

Aparte de Sinforoso otros miembros de la nómina de la Expedición fueron juzgados por insurrectos. Francisco Antonio Zea no participó en el movimiento del 20 de julio, pues después de su destierro permaneció en Europa. Otra fue la situación de Sinforoso Mutis, Francisco José de Caldas, José María Carbonell, Jorge Tadeo Lozano y Salvador Rizo. El primero había sido desterrado y luego estuvo prisionero; los otros cuatro, luego de procesados, darían su vida por la patria.

Algunos de los colaboradores de la Expedición resultaron comprometidos con la insurrección iniciada el 20 de julio de 1810. Los promotores de la rebelión hacían parte de una elite minoritaria. El movimiento no fue violento, se realizó un viernes, día de mercado en Santafé, con el fin de buscar el apoyo popular. El pueblo asumió ese papel apoyando vehementemente la solicitud de cabildo abierto, reunión extraordinaria en la cual podían participar todos los ciudadanos. A pesar de haberse convocado el cabildo y de contar con el apoyo de la masa, el acta de independencia no fue firmada por ningún líder popular, pues entonces no los había; sus signatarios fueron profesores universitarios, abogados, sacerdotes, cabildantes, empleados públicos, hombres de letras y comerciantes.

Con el movimiento se buscaba derrocar al virrey y establecer una Junta de Gobierno autónoma manejada por los criollos. No tocó a Mutis ver el ocaso del virreinato granadino y ser testigo del desplome de la monarquía en buena parte de la América española; recién había fallecido cuando en todas las ciudades y villas del Nuevo Reino se comenzó a vivir una agitación sorda provocada por la crisis española y por el deseo de que las provincias americanas contaran con sus propias j untas de gobierno, al igual que ocurría en la península.

En agosto de 1809 se produjo la insurrección de Quito que dio lugar a la conformación de una Junta Suprema de Gobierno que juró obediencia a Fernando VII y de paso invitó a las demás colonias americanas a seguir su ejemplo. Ese mismo año Camilo Torres había redactado un Memorial de Agravios donde se señalaban las desigualdades existentes entre los españoles y los americanos, sobre todo en lo relativo a la asignación de cargos públicos, a la carencia de educación y las injusticias y arbitrariedades sufridas por el pueblo. Allí se advertía que de no lograrse la igualdad de derechos, sería imposible mantener la unión del Virreinato con la España metropolitana.

Todas las colonias americanas estaban afectadas por males similares. A imitación de Quito, Caracas se levantó en abril de 1810. Frente a estas circunstancias el oidor Hernández de Alba abrió procesos en contra de varios notables comprometidos. Entre los procesados figuraron Andrés Rosillo, Antonio Nariño y Luis Caicedo y Flórez. A finales del año, y al comienzo de 1810, fueron apresados Nariño y Andrés Rosillo. Entre tanto, en España se organizó un Consejo de Regencia que se instaló en Cádiz y que envió comisionados a todas las colonias de América. A la Nueva Granada fue destinado Antonio Villavicencio, a quien se esperaba en la ciudad cuando se produjeron los hechos del 20 de julio. A su paso por Cartagena se organizó una Junta de Gobierno; en junio se conformó una Junta similar en Pamplona y el 3 de julio se formó otra en Cali. El 9 de julio en el Socorro fueron muertas a balazos ocho personas y al día siguiente murieron otras dos; esto motivó una revuelta tras la cual el Cabildo de la ciudad creó un gobierno provisional. Con estos sucesos, concatenados y que buscaban fines similares, se dio un clima propicio; las circunstancias estaban definidas para que se produjese la revolución, como en efecto sucedió.

Con el apoyo de Caldas los complotados de Santafé habían realizado varias reuniones en el Observatorio Astronómico; allí se fraguó el movimiento que estallaría el viernes 20, aprovechando la concentración de gentes con motivo del mercado semanal.

Consolidados los hechos e instalado el nuevo gobierno resultaba prioritario divulgar en el resto del Virreinato lo que estaba sucediendo en el interior. Manuel del Socorro Rodríguez publicó el día 17 un primer periódico político bajo el título: La Constitución Feliz. Fue efímera su existencia, pues solo apareció la primera entrega. Allí se narra lo sucedido en Santafé a partir del día 20. No debió satisfacer el estilo de la información a la Junta Suprema de Gobierno, porque diez días después, dirigido por Joaquín Camacho y Francisco José de Caldas, salió a la luz un nuevo órgano de información titulado Diario Político y Militar, cuyo fin era el de presentar al reino los derechos de sus pueblos conciliándolos con el decoro de la soberanía que los estaba representando. Era, pues, un periódico de carácter semioficial, consagrado a la propaganda política y a los actos de gobierno. El nuevo órgano era financiado por el gobierno, pero sus redactores trabajaban por iniciativa privada. Del Diario aparecieron 46 entregas, y desde la primera edición quedó claro el tono de este ágil medio de orientación que buscaba reunir las voluntades, afianzar la independencia, buscar la libertad definitiva y mantener la unión de las provincias. Esta orientación quedó expresada en las siguientes líneas del primer editorial:

“Hagamos ver a esa Europa orgullosa, que tenemos virtudes y que somos dignos de formar una nación libre; hagámosle ver que podemos resistir a sus escuadras, a sus ejércitos y a su cañón con nuestra reunión pacífica y fraternal; que desde Cúcuta hasta Loja, desde las llanuras del Orinoco, hasta el Chocó no se oiga sino una voz, y que no haya sino unos mismos sentimientos. Libertad, independencia, subordinación a las autoridades, patriotismo, humanidad. He aquí nuestro código, y el único que nos puede salvar en esta crisis política”1.

En el Diario Político se relataron en detalle, y con la autoría de Caldas, los sucesos del 20 de julio de 1810. Lo importante del movimiento no son las minucias de los hechos sino los logros políticos y sus consecuencias. La meta era alcanzar un levantamiento que permitiese derrocar al virrey y establecer una Junta de Gobierno autónoma y manejada por los criollos. En un principio se reconoció en la distancia a Fernando VII, pero los acontecimientos desviaron los hechos hacia una autonomía total. Lo que en teoría ha debido funcionar para consolidad una nación próspera, en la práctica fracasó al dividirse sus promotores en centralistas y federalistas, cuyas diferencias desembocaron en una guerra que solo cesó cuando las tropas comandadas por Morillo lograron la reconquista, implantaron el terror y de paso sacrificaron en el patíbulo a un alto porcentaje de notables que dieron su vida por la patria naciente, entre ellos los colaboradores más cercanos de Mutis.

Aclarado lo anterior podemos ratificar que Mutis no tuvo que ver nada con la Independencia. En ocasiones se ha exagerado su labor, por demás meritísima, atribuyéndole realizaciones ajenas a su quehacer y a su voluntad. Tanto se admira su figura que se ha llegado a presentarlo como ideólogo de la Independencia neogranadina y como protoprócer de la emancipación. En honor a la verdad debemos reiterar que Mutis, si bien era un ilustrado como el que más, también era monárquico convencido y que como tal estaba lejos de promover una traición a esa monarquía que había favorecido su expedición y le había honrado con el cargo de director y de astrónomo real de Santafé. Jamás, como educador, como director de la Real Expedición Botánica o como hombre influyente en la opinión, albergó en su mente la idea de preparar líderes políticos. Tales líderes se formaron, espontáneamente y sin su ayuda, pero sí a la sombra de su biblioteca y de ese ambiente generado merced a las políticas de la ilustración. Resultaba inevitable que tarde o temprano empezaran a actuar en reacción al mal gobierno y a las desigualdades y conforme con sus deseos de autonomía y dotes de liderazgo.

A manera de conclusión

Un balance objetivo de la conducta y de las realizaciones de Mutis deja en claro que el gaditano nada tuvo que ver con la insurrección, aparte de contribuir, involuntariamente y como buen ilustrado, a perfeccionar en la ciencia y en el conocimiento a sus discípulos y colaboradores más cercanos. Aún no se habían precipitado los acontecimientos políticos cuando le sorprendió la muerte; su sobrino Sinforoso, viejo complotado, apenas había regresado de La Habana una semana antes y no había tenido tiempo de comprometerse políticamente con nadie. Entonces Caldas se encontraba al margen de cualquier complot. Rizo se ocupaba de sus actividades como mayordomo y administrador de la Casa de la Botánica y Jorge Tadeo Lozano y José María Carbonell aún no habían incursionado en el ambiente político. Distinta sería la situación un año más tarde.

Bibliografía

  1. Caldas, F. J. Cartas de ........, recopiladas y publicadas por Eduardo Posada, Academia Colombiana de Historia, Biblioteca de Historia Nacional, Vol. XV, Bogotá, 1917.
  2. Díaz Piedrahita, S. La Botánica en Colombia, hechos notables en su desarrollo. Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Colección Enrique Pérez Arbeláez 6. Santafé de Bogotá, 1991.
  3. Díaz Piedrahita, S. Mutis y el movimiento ilustrado en la Nueva Granada. Ediciones conjuntas de la Universidad de América y la Academia Colombiana de Historia. Bogotá D.C., 2008.
  4. Gutiérrez, Ramos, J. Sinforoso Mutis y la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Biografía de la Ciencia Colombiana, Biblioteca Breve, Fondo FEN Colombia. Bogotá, 1995.
  5. Hernández de Alba, G. Historia documental de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada después de la muerte de su director Don José Celestino Mutis 1808-1952. Fundación Segunda Expedición Botánica, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Bogotá, 1986.
  6. Mutis Durán, F. Don Sinforoso Mutis Consuegra. Boletín de Historia y Antigüedades 7(18): 193-235. 1912.

Referencia

  1. Martínez Delgado, L. y S.E. Ortiz, El periodismo en la Nueva Granada 1810–1811, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, Biblioteca Eduardo Santos, 1960, 22: 32.