Septiembre de 2016
Por :
Eugenio Gómez Martínez

LA "GRAN PAUSA" DE EDUARDO SANTOS

Si el presidente Alfonso López Pumarejo, en su primera administración (1934-38) se mostró como gobernante progresista y reformador, simpatizante de los obreros politizados y un tanto nacionalista respecto a los Estados Unidos de América, el presidente Eduardo Santos Montejo, sucesor suyo (1938-42), se exhibió como “moderado”, “centrista”, contrario a las grandes manifestaciones de masas en las que se confundían los liberales con los comunistas (aunque éstos votaron por él); cercano a los sindicalistas matriculados en su propio partido, el Liberal, y no a los de otra denominación; amigo de los industriales; y asociado a Norteamérica, entonces gobernada por el líder del New Deal (Nuevo Trato), Franklin Delano Roosevelt. Pero necesario es recordar que antes de culminar su mandato, López había anunciado una “pausa” en la “revolución en marcha” desde diciembre de 1936, debido a la enorme oposición que encontró, y no sólo entre los conservadores, sino en una significativa porción del propio liberalismo, los grandes empresarios y terratenientes, y buena parte de la jerarquía católica.

Izquierda: Doña Lorencita Villegas de Santos, primera dama de la Nación. Derecha: El presidente Santos se dirige con sus ministros a la clausura del Congreso de 1939.

 

Discusión histórica 

Históricamente, lo que hizo Santos fue implementar su propia pausa, la “gran pausa”, aunque en economía resultó intervencionista y no acabó con ninguna de las disposiciones de su antecesor; más bien, les dio un cauce. Asimismo, durante este cuatrienio se fortaleció a la Federación de Cafeteros a través del Fondo Nacional del Café, si bien, al estallar la Segunda Guerra Mundial, ante el cierre de mercados, los frutos de dicho Fondo no se vieron de inmediato.

Además, durante el gobierno de quien ha sido llamado “proveedor de convivencia”, fue creado el Ministerio de Trabajo con objeto de velar por los derechos de los asalariados.

La idea bastante difundida de que López y Santos gobernaron de manera diametralmente opuesta provino de que el primero quería como sucesor suyo al jurista de izquierda Darío Echandía; incluso se le atribuye a López el haber manifestado que Santos era instrumento de los intereses contrarios a los cambios políticos, económicos y sociales. Pero la dirección del Partido prefirió al segundo personaje, dado que el candidato que inicialmente había escogido, Enrique Olaya Herrera, otro “moderado”, falleció prematuramente. (Santos fue director de la campaña electoral de Olaya, quien presidió la República de 1930 a 1934). Por otro lado, la presunta incompatibilidad entre los dos jefes obedece a lo escrito por ciertos historiadores, como Alvaro Tirado Mejía, quien dijo de nuestro personaje que “llegó a la Presidencia con el decidido propósito de dividir al movimiento sindical”. Otro historiador, Javier Ocampo López, escribió que su mandato tuvo “carácter contrarrevolucionario”. El dirigente obrero Ignacio Torres Giraldo, lo acusó de “adormecer las fuerzas vitales del pueblo laborioso”. El sociólogo Francisco Leal Buitrago lo calificó de “representante político del antirreformismo”. Y el jurista Rafael Ballén llega a llamarlo “burgués retardatario, divisionista de la clase obrera y amorosamente dependiente de los Estados Unidos”.

Para el historiador Marco Palacios, empero, Santos fue “un conciliador por temperamento” que “no tenía que cortejar a la izquierda”, debido a que “estaba convencido de que el liberalismo de Santander y Murillo Toro era una mina inagotable de doctrina siempre actual”. Por su parte el colombianólogo norteamericano David Bushnell (quien profundizó en la política exterior colombo-estadounidense de 1938 a 1942) insiste en que bajo la Gran Pausa no se eliminó “ninguna de las medidas de López”. De su lado, el escritor Alfredo Iriarte enfatiza de esta manera: “su administración fue un vivo y admirable paradigma democrático” y cree que gracias a nuestro personaje se dio una “revolución educativa y cultural” en consonancia con el anterior mandato de López .

Banquete ofrecido por el presidente de la República a los miembros del X Congreso cafetero, reunido en Bogotá.

 

El especialista en temas y personajes del liberalismo colombiano Carlos Villalba Bustillo, asegura que “Santos no aminoró la trasformación que su partido protagonizaba”; y el investigador Enrique Santos Molano explica que “el Gobierno de Santos no sólo no frenó la Revolución liberal, ni le dio pausa, sino que tomó las medidas para que siguiera avanzando…”. Profundizando en las ideas liberales tal como se han desenvuelto en Colombia, el profesor Gerardo Molina, uno de los mayores representantes del marxismo criollo, se refiere al Partido Liberal en la concepción de Santos, como el que “garantiza la propiedad y el capital, que ampara lo mismo al trabajador que al empresario, y lo mismo al labriego que al hacendado”.

En fin, de un modo general, los estudiosos del personaje, tanto nacionales como extranjeros, parecen decirnos que si tras el liberalismo de López Pumarejo se escondía una visión socialdemócrata de la conducción nacional, tras Santos estaba el liberalismo tradicional: el que considera a la libertad como un valor esencial, el que se propone el difícil reto de conseguir una sociedad pluralista por encima de las intolerancias religiosas, étnicas o culturales; el que es amigo de la libertad de culto y de conciencia, enemigo de la intromisión del clero en política; el que acepta diferentes concepciones religiosas y no religiosas; y el que defiende el derecho a expresar las propias ideas sin ser perseguidos por ello.

Izquierda: Carlos Lozano y Lozano, ministro de gobierno. Derecha: Carlos Lleras Restrepo, ministro de hacienda.

 

Reformista "moderado" 

Conocedor de la política internacional, en parte por su cercanía a la cultura francesa y europea en general, Santos creyó necesario mantenerse equidistante entre el fascismo europeo que estaba de moda por entonces, una de cuyas manifestaciones triunfales fue el franquismo, y el ideal comunista, que también llamaba la atención, sobre todo entre muchos jóvenes; eran los tiempos en los cuales camaradas y otros izquierdistas formaban frentes populares (en Colombia habrían sido comunistas, socialistas y lopistas). Durante su mandato también dejó participar en la vida pública a los más diversos sectores del espectro político y fue mecenas de cuanto intelectual quiso destacarse: el ya citado Gerardo Molina, rector de la Universidad Nacional; el historiador Luis Eduardo Nieto Arteta; el sicoanalista José Francisco Socarrás, director de la Escuela Normal Superior; el escritor Luis López de Mesa, quien fue ministro tanto de López como de Santos; etc., mientras, por otra parte, fomentaba las actividades de la Universidad Nacional y, en general, mostró su espíritu liberal en los terrenos de la educación y la cultura. Interesante es también recordar que el hombre que gobernó a Colombia de 1938 a 1942 empleó a los refugiados españoles cultos que huyeron de la dominación de Francisco Franco, como Indalecio Prieto, y a otros pensadores europeos de avanzada.

Alfredo Cadena D´Costa, ministro de comunicaciones 

 

Ya se ha afirmado que en el gobierno del presidente Santos prosiguieron las reformas de López Pumarejo y que el Estado continuó interviniendo a favor del desarrollo, pero si al primero le encantaba lucirse ante los trabajadores y hablar de la redención de los campesinos, nuestro personaje se dedicó más bien a fomentar la labor de los empresarios. Sin embargo, a favor de la vivienda campesina creó el Instituto de Crédito Territorial y en pro de los municipios deprimidos ordenó la constitución del Instituto de Fomento Municipal. Obras suyas también fueron el Instituto de Fomento Industrial, IFI, para ayudar a crear nuevas industrias, y el Banco Central Hipotecario. Más aún, si hay quienes piensan que en el cuatrienio que nos ocupa la legislación laboral fue pobre, la verdad es que por entonces se estableció el descanso dominical y el festivo remunerado.

Izquierda: Alberto Jaramillo Sánchez, ministro de higiene, trabajo y previsión. Derecha: Abel Cruz Santos, ministro de obras públicas

 

Santander y otros inspiradores

En opinión de muchos estudiosos que se han ocupado de los derroteros del presidente Santos, su característica dominante estuvo en el seguimiento del pensamiento santanderista, evidenciado en su “gran pausa”. Como el héroe independentista, nuestro personaje era contrario a los ejecutivos excesivamente fuertes y demasiado prolongados, valoraba en primerísimo grado la Constitución Nacional, confiaba en la eficacia de la ley, concedió especial importancia a la educación, creía en la necesidad de fortalecer los establecimientos de enseñanza y era sustancialmente civilista.

Como “el hombre de las leyes”, Santos propició a autores cuestionados por su “heterodoxia”. Recordemos que Santander, fomentó las enseñanzas de Jeremy Bentham, el filósofo británico que le dio vigencia al utilitarismo, lo cual traducido a asuntos del Estado, significa velar por el bienestar del mayor número de ciudadanos. Sólo que los sectores amigos a ultranza de la tradición del tipo de los clérigos archiconservadores, juzgaron dichas enseñanzas contrarias a las de la Iglesia Católica. Esta condenaba la filosofía moral de Bentham porque sus juicios se basaban en la experiencia y no en el dogma, y porque calificaba una acción de buena si aumentaba el placer, y mala si aumentaba el dolor. En tiempos de Santos el opositor principal fue el entonces senador Laureano Gómez quien le tenía fobia a la herencia santanderista. Acerca de la Iglesia, necesario es recordar que nuestro personaje negoció un Concordato con ella, el cual restringía las potestades eclesiásticas a favor del poder civil, lo que tenía que provocar ataques por parte de los laureanistas. Preciso resulta aclarar aquí que todo concordato, todo convenio o tratado entre Estado e Iglesia, suele versar sobre temas que se prestan a discusión, como la educación confesional, las propiedades de la Iglesia, etc., pero que no tienen que ser obligatoriamente traumáticos…

Alfonso Araújo, ministro de educación

 

Laureano Gómez y sus seguidores vieron en la negociación del Concordato, un “atentado” de la masonería contra la Iglesia Católica. Para los historiadores más serenos dicho concordato tuvo como real objetivo delimitar mejor las competencias del Estado y de la Iglesia, asegurando para sí la independencia que reclamaban los dos poderes, mientras que quienes lo censuraban agriamente, de acuerdo a varios estudiosos del tema, se proponían pura y simplemente ganar para sus intereses electorales a sacerdotes ignorantes y a campesinos fanatizados por ellos. Al respecto el presidente Santos dijo una vez que “el gobierno no ha perseguido ni persigue en estas materias” (las competencias civiles y eclesiásticas) “fines de carácter dogmático ni nada que pueda herir los sentimientos religiosos del pueblo, ni amenazar los derechos legítimos de la Iglesia”
Otro inspirador doctrinario del santismo puede encontrarse en el presidente Manuel Murillo Toro, el gobernante progresista y reformador del siglo XIX, que hoy sería clasificado como socialdemócrata. Liberal radical, se preocupó por la excesiva desigualdad que ya existía en la nación y en sus dos administraciones mostró tendencias intervencionistas y convicciones genuinamente democráticas y civilistas.

Izquierda: Jorge Gartner de la Cuesta, ministro de economía nacional. Derecha: LA TRAGEDIA DE SANTA ANA
El Presidente Alfonso López y el presidente electo Eduardo Santos, presencian desde la tribuna la revista militar en el Campo de Marte, predios de Santa Ana, en Usaquén, el 24 de julio de 1938, minutos antes del trágico accidente aéreo que por poco cobra las vidas de los dos mandatarios.

 

Interesante es tener en cuenta la comparación que efectúan ciertos historiadores con otro antecesor de Santos, el presidente Carlos E. Restrepo, quien gobernó a Colombia de 1910 a 1914. Nuestro personaje, siendo joven, militó en la Unión Republicana de Restrepo, de vida efímera, pero sin abandonar su condición de liberal. El mandatario antioqueño trató de integrar a los “conciliadores” de los dos partidos tradicionales en una sola formación política pero “por arriba”, como anotan algunos especialistas, es decir, a través de las élites, lo que ha sido censurado por los autores de izquierda. El se sentía abrumado por las enconadas disputas entre conservadores y liberales que habían llevado a la nación a cruentos conflictos armados, sobre todo la Guerra de los Mil Días, que apenas terminó en 1903. Si el dirigente republicano buscaba el entendimiento entre los colombianos, el liberal pretendió alcanzar una “tregua” de siquiera cuatro años…

Izquierda: Al terminar la revista militar en le Campo de Marte, un avión choca con las tribunas y se incendia. La multitud escapa despavorida al estallar el avión accidentado. En las tribunas, de las que acaban de retirarse los presidentes López y Santos, quedaron numerosos muertos y heridos. Derecha: El presidente Santos inaugura el busto del presidente Carlos E. Restrepo, con quien militó en el partido Republicano entre 1910 y 1920.

 

Al presidente Santos se le ha hallado parecido, de otro lado, con el general Pedro Nel Ospina, quien estuvo a la cabeza de los destinos nacionales de 1922 a 1926 y que destacó por su impulso a las obras públicas, a las que destinó más presupuesto que a los gastos militares.

Izquierda: Manuel Murillo Toro. Derecha: Francisco de Paula Santander

 

Si Ospina introdujo la radiodifusión en el país, a nuestro personaje se le debe la creación de la Radiodifusora Nacional de Colombia, para difundir la cultura nacional e internacional. Si Ospina dio los primeros impulsos a la aviación, bajo los auspicios de Santos nació Avianca, Aerovías Nacionales de Colombia, la cual se ha preciado de ser la primera aerolínea de América.

Finalmente, a Santos se le encuentra semejanza con el presidente Marco Fidel Suárez ( mandatario de 1918 a 1921) por lo que éste admiraba a los Estados Unidos y el personaje que nos ocupa resultó en esos difíciles años de la Segunda Guerra Mundial, uno de sus más firmes aliados hemisféricos. Claro que los círculos izquierdistas y nacionalistas fueron críticos acerbos de dicha política, pero útil es saber, para una observación más precisa de los hechos, como ya lo habíamos anticipado, que en Norteamérica no gobernaba entonces un representante del intervencionismo rampante, sino el autor de la política del Buen Vecino, Franklin Delano Roosevelt, mandatario que autorizó algunas intromisiones en Latinoamérica, pero que se tomó más en serio que otros mandatarios de Washington lo que se llamaría luego la autodeterminación de los pueblos.

LA CASA NÚMERO 1.000. Uno de los programas fundamentales de la administración Santos fue el denominado "La vivienda campesina", destinado a proveer a los campesinos colombianos de casas amplias, dignas y cómodas, como la que se aprecia en la gráfica. Al concluir su periodo la administración Santos hizo entrega de la casa campesina número 1.000, cantidad de viviendas construidas en diferentes regiones del campo colombiano entre 1938 y 1942.

 

Política exterior

Efectivamente, el cuatrienio del 38 al 42 resultó de gran acercamiento a los Estados Unidos y en Washington se consideró a Bogotá un “modelo de cooperación”. Así, como lo insinuamos arriba, Santos resultó un eficaz discípulo de la doctrina del Réspice Polum, mirar hacia el polo norte, tan querida por Suárez. Preciso es recordar aquí que todos los gobernantes de la llamada República Liberal (de 1930 a 1946), unos más y otros menos, se mostraron amigos de Norteamérica. Incluso, Colombia participó en la creación de una “zona de seguridad” que iba desde Alaska hasta la Patagonia (1939), aprobó la “cooperación defensiva” hemisférica (1940) y jugó un papel importante en la Junta Interamericana de Defensa (1942). A pesar de todo, la Segunda Guerra Mundial no tuvo efectos demasiado notorios sobre el ordinario discurrir de los ciudadanos, al contrario de lo que sucedió con otras naciones latinoamericanas, pero el país sí pasó a depender más de la potencia del norte. Por ejemplo, las exportaciones de café y petróleo se dirigieron hacia allá, mientras que las naciones europeas, gravemente afectadas por la Guerra, perdieron influencia en estas tierras.

Izquierda: El presidente Santos, el canciller Luis López de Mesa y el primer embajador de la Argentina en Colombia, señor Condiotte, durante la presentación de credenciales del embajador. Centro: En febrero de 1940 el presidente Santos inauguró la Radiodifusora Nacional de Colombia. En la foto el presidente pronuncia su discurso inaugural desde los estudios de la emisora. Derecha: Puente de Santander en Neiva, construido e inaugurado por la administración Santos.

 

Si hasta el pequeño Partido Comunista respaldó esa política exterior (el primer Congreso Nacional de los camaradas reunido en 1941 manifestó que “el pueblo colombiano reconoce que será un honor contribuir con su grano de arena a la tarea de aplastar a Hitler”), la derecha radical encabezada por el senador Laureano Gómez, basándose en el alineamiento colombiano con los aliados y en contra del Eje (Bogotá fue la primera capital suramericana en romper relaciones, después del histórico ataque japonés a Pearl Harbor, en diciembre de 1941), minimizó el incidente del hundimiento de la goleta Resolute en aguas del Mar Caribe, que según el Gobierno se debió a un torpedo lanzado desde un submarino alemán y que, de acuerdo a la oposición, fue causado por un temporal. Ello motivó la declaración de guerra que hizo Colombia a Alemania. La derecha radical también interpretó la ruptura de relaciones con Alemania como una estratagema para apoderarse de los “cuantiosos” bienes de los alemanes residentes en Colombia: el Banco Alemán-Antioqueño, las cervecerías Bavaria y Germania, la fábrica de envases de vidrio de Fenicia, la trilladora Tolima de Mellentín, la Handel, la compañía aérea Scadta (luego trasformada en Avianca), hoteles, establecimientos comerciales y varias industrias. Haciendo gala denacionalismo, Laureano Gómez llegó a afirmar que los gobiernos liberales habían “reducido” a la nación al grado de “abyecto satélite de los Estados Unidos”, aunque en otro momento el agresivo senador calificó de “pasiva” la política internacional del presidente Santos. Bueno es aquí recordar que la derecha radical simpatizaba con los fascismos europeos. De hecho, en el país, durante los primeros años 40 se confinó a los súbditos alemanes, italianos y japoneses que parecían “peligrosos para la seguridad hemisférica” en lugares cercanos a la capital de la República.

Izquierda: En el Congreso Municipal de Cali, el presidente Santos firma en 1940 la escritura para la nueva planta eléctrica de la capital del Valle. Centro: Barranquilla tuvo enorme progreso urbanístico y arquitectónico durante el gobierno de Eduardo Santos. Aspecto del Edificio García, construido en 1941 en el barrio de Las Quintas. Derecha: El desfile olímpico del 12 de octubre de 1940 en la plaza de Bolívar de Bogotá. Doña Lorencita Villegas de Santos, el presidente Santos y el ministro de Educación, Jorge Eliécer Gaitán, presencian el desfile olímpico.

 

La “neutralidad vigilante” de la administración Santos pudo ser interpretada por algunos como virtual, debido a que luego de la ruptura de relaciones con Alemania, no se mandaron tropas a luchar a los frentes de batalla europeos o asiáticos, y hasta se dijo que fue estéril, que no le reportó beneficios a la nación, pero la verdad es que, entre otros efectos, el alineamiento en cuestión repercutió en un pacto cafetero que aumentó mucho los precios del grano, puesto que en el transcurso de un año Colombia elevó su participación en el mercado mundial en un 8%.

En líneas muy generales, ésta fue “la gran pausa” de Eduardo Santos Montejo, estadista, periodista, humanista, diplomático, mecenas, político, orador, admirado y combatido.

Lorencita Villegas de Santos, presidente del a Liga Antituberculosa Colombiana, y algunas señoras del comité, visitan la escuela modelo fundada en el barrio de San Cristobal al sur de Bogotá.

 

Banquete ofrecidopor el presidente Santosa sus colaboradores para agradecerles la tarea cumplida en el cuatrienio que termina. El presidente Santos, doña Lorencita Villegas de Santos, Carlos Lozano y Lozano, y enfrente de ellos en primer plano, Darío Echandía.