María de los Ángeles Cano Marquéz
Septiembre de 2016
Por :
Ricardo Sánchez Ángel

LA FLOR DEL TRABAJO

María de los Ángeles Cano Marquéz nació el 23 de marzo de 1886 en Medellín, en un hogar de cuatro hermanos, donde don Rodolfo su padre era educador. Su tío fue el célebre Fidel Cano, fundador de El Espectador, y su sobrino el emblemático cronista Luis Tejada. El contexto familiar era espiritista en lo religioso, severo en lo educativo e imbuido de ideas políticas y de un ambiente cultural, en que lecturas y tertulias eran frecuentes, con asistencia de intelectuales como Efe Gómez, Abel Farina, Miguel Agudelo, Horacio Franco y Antonio J. Cano. La familia era de la estirpe del radicalismo liberal y literariamente se frecuentaba a Víctor Hugo, a Lamartine y a los grandes filósofos de la ilustración francesa. 

Miembro de esta familia de modesta clase media, María Cano era hija de su tiempo y de su sociedad, que encontraron en su espíritu inquieto y versátil una disposición abierta a comprometerse en el mar bravío de las contradicciones de época. Algunos hitos a señalar explican el desarrollo de esta maravillosa Mujer y líder política del pueblo, sin par en los anales de la historia republicana de Colombia. Aún hoy día, de mayor participación de la mujer en las lides políticas y laborales. 

Su vida se inicia con el triunfo de la Regeneración, la Constitución de 1886 y el Concordato de 1887. Un periodo de contra reforma, intolerancia y persecución a los radicales y disidentes. Comienza la dictadura del sable y la sotana. Lejos están la paz y sosiego prometidas por los arquitectos del nuevo régimen, Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro, dado que se dieron dos guerras civiles, la de 1885 y la ‘guerra larga’, la de los mil días, prólogo a la perdida de Panamá en 1903. 

En el contexto internacional se adelantan la revolución mexicana, luchas antidictatoriales y antiimperialistas que buscan contrariar el proceso de extensión del capitalismo bajo los nuevos bríos de Estados Unidos. La primera guerra mundial y sobre todo la revolución soviética de 1917 ejercerán una influencia decisiva a escala planetaria sobre las aspiraciones populares y de la clase obrera en formación. 

La influencia de escritores como el uruguayo Rodó y el mexicano Vasconcelos, al igual que la influyente presencia poética de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Delmira Agostini van a calar decididamente en la vocación de María Cano, quien se vinculó al Correo Liberal de Antioquia, periódico democrático, y a la revista cultural Cyrano. Su acento cultural la lleva a frecuentar la biblioteca departamental, donde se convierte en lectora de los trabajadores que acudían a escucharla, cada vez en forma más nutrida. De allí, pasó a ser invitada a los barrios obreros de Medellín y luego a los pueblos mineros de Antioquia. Con esta decisiva relación, comienza su conciencia plena y práctica con las luchas populares.
 

María Cano unos meses antes de su muerte. 1967, Archivo El Duende

 

Se la distinguió como Flor del Trabajo, primero a escala regional y luego del país, por el Tercer Congreso Obrero Nacional, dándose a conocer como figura nacional en su discurso por las libertades y contra la pena de muerte en Medellín, en 1925, al lado del expresidente Carlos E Restrepo. 
De esta manera la retrata su amigo, el memorialista y dirigente obrero y revolucionario de primera fila Ignacio Torres Giraldo:

“...permítaseme hacer, a grandes trazos, la imagen de ella, estampa física de cómo era en 1925. Tenía entonces -cosa que sabe el lector- 38 años. Menudita, ágil y de bien distribuidas formas. De talle fino y manos y pies pequeñitos, blanca aperlada de cara ya marchita. Sus ojos castaño oscuro, grandes para la talla -como así su boca-, miraban con recelo pero se hacían melancólicos ante la cámara fotográfica y dulces cuando trataba a los niños. Su cabello -castaño como los ojos- entrecano, de común alborotado como divisa de su fuerte inclinación a la bohemia -contagio de la familia Tejada- que supo controlar eficazmente en el periodo de agitación de masas. María no usaba de ningún artificio de belleza facial ni en su talle el clásico corsé o la faja que le venía a reemplazar, con menos humos de señorío. Era negligente en el vestir y en general carecía de gusto para elegir colores y modelos de sus trajes”.

Este mismo historiador popular completa el retrato así: “María Cano, estampa de andaluza, menudita y vibrante, tenía voz de contralto y actitud arrogante en la tribuna. Su extraordinaria facilidad de palabra y su amplia cultura le permitían enriquecer sus discursos de matices brillantes y elocuentes de contenido”.

La participación de María Cano en la vida de la Confederación Obrera Nacional, CON, y en la fundación del Partido Socialista Revolucionario, como partido popular, donde tuvo destacado papel (1925), su compromiso en la propaganda de las ideas socialistas, de apoyo a las huelgas del proletariado minero, petrolero, del banano y otros sectores proyectan su carismática y audaz personalidad al corazón y mente de miles de trabajadores, contribuyendo con su acción a poner en jaque a la república conservadora. La verdad histórica es que la acción y el verbo de María Cano, el Partido Socialista Revolucionario y la Confederación Obrera Nacional, al igual que las luchas indígenas y estudiantiles fueron la clave para la derrota de la hegemonía del régimen conservador. 

Con el cambio de régimen y la decisiva transformación del Partido Socialista Revolucionario en partido comunista de estirpe estalinista, se dio la persecución a María Cano y otros sectores partidarios. Había comenzado su ocaso político y su marchitamiento personal.

La acción de masas, beligerante, sistemática, recorriendo el país de cabo a rabo, constituyó su escenario favorito, donde su personalidad adquirió gran brillo y jerarquía simbólica, en medio de una pléyade de dirigentes como Uribe Márquez, Mahecha y Torres Giraldo. Era una aguerrida combatiente por el socialismo y los intereses de las libertades. Las famosas giras políticas, la prisión de siete meses, en 1929, su reconocimiento y liderato transcurren en el intenso y al mismo tiempo breve lapso de siete años. Antes fue el periodismo y la literatura, al final, empleada humilde de la imprenta departamental de Antioquia. Siete años vividos como apostolado revolucionario y cincuenta y tantos en el retiro y el ostracismo, hasta su muerte el 27 de abril de 1967.

La importancia de María Cano se resume en este afortunado concepto con el que Torres Giraldo concluye su bella biografía:

“María Cano es la única mujer de Colombia y de América que ha logrado encarnar, en un momento de la historia, toda la 
angustia y los anhelos de un pueblo. De mar a mar y del macizo andino del sur hasta la sierra nevada de Santa Marta, llevó su voz, como campana de oro, despertando a las gentes del largo sueño de la colonia española y del nuevo coloniaje del imperialismo yanqui”.