Fotografía juana salamanca uribe
Agosto de 2011
Por :
Juana Salamanca Uribe - Periodista, Universidad Jorge Tadeo Lozano

La Fábrica de Textiles Samacá: Una Mánchester en los Andes

Detrás está el sueño del progreso industrial que representaron dirigentes como el presidente José Eusebio Otálora y, más adelante, Rafael Núñez y Rafael Reyes. Para ellos, el gran avance de Inglaterra y Estados Unidos, se debía a la existencia del hierro y el carbón. Y en Samacá había yacimientos de ambos minerales.

En Samacá, 120 kilómetros al Norte de Bogotá, en el altiplano cundiboyacense, se quiso aplicar la fórmula de la revolución industrial. Y la experiencia tuvo éxito: la Fábrica de Textiles Samacá subsistió más de 70 años, vivió épocas de gloria y  emuló, sin complejos, con las textileras antioqueñas. Detrás está el sueño del progreso industrial que representaron dirigentes como el presidente  José Eusebio Otálora y, más adelante, Rafael Núñez y Rafael Reyes. Para ellos, el gran avance de Inglaterra y Estados Unidos se debía a la existencia del hierro y el carbón. Y en Samacá había yacimientos de ambos minerales.

Pero algo va de Samacá a Mánchester. La población boyacense carecía de medios de comunicación: la materia prima, la maquinaria y los técnicos llegaban a lomo de mula. Además, el cuadro del desarrollo regional se podía dibujar con tres brochazos: feudalismo, analfabetismo y atraso.

Una ferrería se convierte en textilera

Martín Perry y otros ingleses venidos de la ferrería de Pacho establecieron, en 1850, en Samacá una similar, hasta su fracaso en 1884. El gobierno decidió transformar la ferrería en la Fábrica de Hilados y Tejidos de Algodón. Se creíaque “Boyacá podría contar con una industria que sería germende Engomadora.riqueza y que daría ensanche a la producción de algodones en el Departamento de Santander y el territorio de Casanare”. La actividad minera, sin embargo, nunca sedivorció de la textilera. Así, por ejemplo, en la escritura de 1887 se habla de fundar en la “Ferrería de Samacá una Fábrica de Hilados y Tejidos o para explotar las minas de hierro y otros minerales”. Las acciones se repartieron entre el Departamento de Boyacá e inversionistas privados.

La fábrica comenzó a operar en 1889. Ésta y la de Merlano en Cartagena, fueron probablemente los “únicos intentos de industrialización, en un sentido realmente moderno”, que se implementaron en el siglo XIX en el país. 

A todo vapor

En 1893, la Fábrica de Hilados y Tejidos de Samacá funcionaba a todo vapor y según Alberto Mayor, a comienzos de 1896 laboraban allí 50 obreros. Aunque no hay cifras precisas de su participación en los primeros años, el trabajo de mujeres y niños estuvo presente y fue un factor de rentabilidad: como se sabe, no había restricciones legales para la contratación de los menores.

Aunque no hay cifras precisas de su participación en los primeros años, el trabajo de mujeres y niños estuvo presente y fue un factor de rentabilidad: como se sabe, no había restricciones legales para la contratación de los menores.

La “inspección inaugural” de la compañía se dio el 7 de agosto de 1893 “con gran fastuosidad”. Entre los directivos presentes figuran Carlos Ponce de León, Otto Schroeder y Honorato Espinosa M.

Fin de la primera época

Pero este primer intento se malogró: la escasez del algodón obligó a suspender las actividades durante un año y, claro, también contribuyeron a este cierre temporal la guerra de los mil días, la reducción de la demanda, la precariedad de la maquinaria y la falta de vías. De otro lado, las disputas entre Boyacá y los inversionistas privados, condujeron al gobierno a vender sus herramientas y acciones hacia 1905. 

En la tradición oral de Samacá se teje una versión según la cual los antioqueños se llevaron la empresa para Medellín.
Se asegura que los paisas, efectivamente, compraron la maquinaria a bajos precios.

La muerte no era una opción

Ocurrió que la fábrica de textiles Sánchez &  Ponce, de Bogotá, se quedó sin energía por la canalización del río San Francisco. Samacá fue la solución para instalar allí dicha industria, al tiempo que se buscaban socios capitalistas. Y como tal, entró en acción Francisco Javier Fernández Bello, con un liderazgo innegable en la nueva sociedad empresarial.

En septiembre de 1905 nació la Compañía de Samacá con un capital de 100 mil pesos. Los tres más grandes accionistas fueron Antonio Izquierdo, Francisco J. Fernández y Julio y Enrique Silva.

Motor de los primeros tiempos de la Fábrica.Se levantaron edificios en ruina y se construyó un gran salón para la maquinaria. Hacían parte de los equipos 3 calderas Babcock Wilcok 30 HP, 27 telares, 3 cardas, dínamos motores, taladros, cúpulas, engomadoras, planchadoras y enmadejadoras.

El gobierno de Reyes otorgó a la textilera una subvención de 400 pesos mensuales por tiempo indefinido y un contrato de compra de telas para el ejército, al tiempo que se consolidaba el mercado interno como condición del despegue industrial: no era el momento para que la empresa desapareciera. El 1° de enero de 1906 comenzó a funcionar la factoría; el Departamento de Boyacá mantuvo algunos intereses.

Fernández asumió la gerencia en marzo de 1907; tres meses más tarde la ganancia neta por ventas y producción en
serie de cobijas, ruanas y miles de metros de tela era de 10.788 pesos (11.58% de rendimiento). La fábrica producía 2.800 metros de tela semanales. En agosto de 1910 la junta directiva dio paso a la instalación de 43 telares más, para completar 100.

En la tradición oral de Samacá se teje una versión según la cual los antioqueños se llevaron la empresa para Medellín. Se asegura que los paisas, efectivamente, compraron la maquinaria a bajos precios.

El 5 de enero 1911, el presidente Carlos E. Restrepo visitó las instalaciones de Samacá. La prensa informó
que en ese momento se consumían 5 toneladas mensuales de algodón y se producían 9 mil metros de tela a la semana.

Para lograr un adecuado abastecimiento de materia prima, la empresa de Samacá se ocupó de estimular el cultivo del algodón. Al mismo tiempo, se abrían dos puntos de venta en los sitios más exclusivos de Bogotá.

Una jugada inteligente

Gracias a una jugada de Francisco Fernández, en 1911 se obtuvo un gran logro para Samacá: en un convenio suscrito
con el Ministerio de Obras Públicas éste se comprometía a construir la carretera Samacá - Puente de Boyacá. Se invertiría en la obra el dinero de la subvención que el gobierno había otorgado a la Fábrica y que, a decir verdad, no llegaba puntualmente. Es la época de oro de la Compañía de Samacá y se destacó con su participación en la Exposición Nacional de 1930.

La hora de la verdad de los años 30

Datos de interés sobre la empresa textilera de Samacá*

Pero se avecina el declive: la crisis del 29 afectó a los inversionistas; se habla de un rezago tecnológico frente a las textileras antioqueñas que supieron modernizar a tiempo ciertos procesos; algunos sostienen que el sindicato –nacido en 1933, al amparo de los gobiernos liberales– tuvo su responsabilidad. Lo cierto es que la organización obrera fue fuerte en Samacá y que Primitivo Rodríguez, uno de sus líderes, figura como fundador de la CTC.

Sea como fuere, en el año 30 las directivas limitaron la jornada de trabajo a tres días de la semana, lo que equivalía a vacaciones forzadas.

 

El Rabanal se vino encima

Y lo que faltaba: la noche del 1° de noviembre de 1936 una gran avalancha se vino encima de Samacá. El colapso de la represa El Rabanal causó 12 muertos –entre ellos 7 obreros–, inundó la planta, arrasó el hotel de empleados, el almacén, algunas casas, la planta eléctrica y la carretera. Se decretó un año de receso en los trabajos para reconstruir la fábrica, a 500 metros de las antiguas instalaciones, pero la empresa nunca recuperó totalmente su pujanza: en 1941 contaba con un capital muy modesto en comparación con las empresas de Medellín, aunque sobrevivió hasta 1964.

Sin embargo, “La fábrica”, a secas, como la llaman los samaquenses, se resistió a desaparecer y el ruido de telares y urdidoras permanece con tozudez. Luego de la liquidación de 1964, miembros de la familia Ojeda, varias de cuyas generaciones habían aportado a la industria con su trabajo, adquirieron los viejos salones y bodegas, instalaron allí maquinaria comprada por ellos, y fundaron la compañía Intextil. Aunque la producción actual es muy inferior a la de antaño, sigue fabricando paños para billares, lonas y telas para colchón, a pesar de la llamada “amenaza china”.