Agosto de 2016
Por :
Credencial Historia

LA CUARTILLA DEL LECTOR EDICIÓN 211

José Manuel Marroquín calificó a José Manuel Restrepo (Envigado, 1781 – Bogotá, 1863) como el “primer historiador de Colombia”, en razón de haber sido quien por primera vez escribió la historia del proceso de independencia de estas tierras, siendo testigo de aquellos acontecimientos y cronista luego de la historia de la formación de la república durante buena parte del siglo XIX. La historia que dejó escrita Restrepo sigue siendo en la actualidad un punto de referencia esencial para seguir el curso de aquellos sucesos y por esto el historiador Germán Colmenares calificó a la perspectiva del padre de los historiadores colombianos como una suerte de “prisión historiográfica”. Ante la cercanía del bicentenario de la independencia, las polémicas y las nuevas miradas sobre aquellos años empiezan a aflorar. El lector Hernando Baraya nos envía el siguiente texto tomado de Restrepo, que genera una enriquecedora reflexión sobre lo sucedido en Santafé ante el sentimiento de orfandad que se desató en la América española luego de la invasión napoleónica a la península ibérica, momentos en los cuales nuestros próceres juraron “derramar hasta la última gota de sangre” en defensa del Rey Fernando VII.

 

Aterradas las autoridades españolas residentes en Santafé, veían claramente que su mando vacilaba y que se hallaban próximas a su ruina. La efervescencia era grande en la capital del reino, cuyo cabildo pedía con instancia la creación de una junta de gobierno, y el más pequeño motivo debía causar un incendio. Los patriotas de Santafé había hecho varias tentativas y formado diferentes planes para realizar la revolución, todos los que abortaron. Estaba últimamente señalado el momento para el día en que llegara a la capital el comisionado regio Villavicencio, cuyo arribo se hallaba próximo. Habíase acordado que en aquel día (julio 20) montaría a caballo el mayor número de gentes que fuera posible, bajo el pretexto de salir a encontrarle llevando armas ocultas, y que se procuraría comprometer a Villavicencio a fin de que autorizase el movimiento revolucionario. Más era tanta la agitación de los espíritus, que la revolución estalló antes de lo que se pensaba. El veinte de julio por la mañana una expresión indiscreta que el Español don José Llorente dijo a don Francisco Morales y a sus hijos don Antonio y don Francisco, en una tienda de la calle Real, en menosprecio de los Americanos, difundida con rapidez, hizo que se agolpara gran número del pueblo a la tienda de Llorente, quien se escondió en una casa vecina…. Ya era el movimiento general en la ciudad y la noche se acercaba, cuando el pueblo se agolpó a la Plaza Mayor pidiendo un cabildo abierto o general de todos los padres de familia y una junta. … El virey Amar…concedió un cabildo extraordinario pero no abierto. …Ya estaba para terminarse la sesión, cuando el doctor don Camilo Torres y el primer diputado del pueblo propusieron que se nombrara presidente de la junta al teniente general don Antonio Amar. …En consecuencia Amar fue proclamado presidente de la junta y vicepresidente el doctor don José Miguel Pey, alcalde ordinario de primer voto. …

En el acta se había acordado: -“que se deposite en toda la junta el gobierno supremo de este Reino interinamente, mientras la misma junta forma la constitución que afiance la felicidad pública, ... que protesta no abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado monarca don Fernando VII, siempre que venga a reinar entre nosotros, quedando por ahora sujeto este nuevo gobierno a la superior junta de Regencia, ínterin exista en la Península y sobre la Constitución que le de el pueblo”. …

Fue curiosa la fórmula del juramento que prestaron en aquella célebre noche los miembros de la junta a presencia del ilustre cabildo y en manos del diputado del pueblo soberano, como entonces se le llamaba. “Puesta la mano sobre los santos Evangelios, según narraba el acta, y con la otra formada la señal de la cruz a presencia de Jesucristo crucificado, dijeron: Juramos por el Dios que existe en el cielo, cuya imagen está presente, y cuyas sagradas y adorables máximas contiene este libro, cumplir religiosamente la constitución y voluntad del pueblo expresada en esta acta, acerca de la forma del gobierno provisional que ha instalado; derramar hasta la última gota de sangre por defender nuestra sagrada Religión católica, apostólica, romana, nuestro amadísimo monarca don Fernando VII y la libertad de la patria; conservar la libertad e independencia de este reino en los términos acordados; trabajar con infatigable celo para formar la constitución bajo los puntos acordados, y en una palabra, cuanto conduzca a la felicidad de la patria”.

José Manuel Restrepo. Historia de la revolución de la República de Colombia en la América Meridional. Imprenta de José Jacquin, Besanzon, 1858. Tomo I, páginas 74-78. La primera edición se hizo en París, Librería Americana, 1827.