En consonancia con los alegres años 20, la República Conservadora de Colombia fue una época de esplendor,elegancia y desarrollo de la infraestructura. 1927, clausura de estudios del Gimnasio Moderno en Bogotá. El Gráfico, Biblioteca Nacional de Colombia
Septiembre de 2016
Por :
Alberto Abello

LA ALEGRE REPÚBLICA CONSERVADORA

El general Rafael Reyes asume el compromiso de levantar la moral de un pueblo frustrado por la guerra, la miseria generalizada y el dolor de sufrir el despojo por la fuerza de Panamá. El rencor prevalece en ambos bandos. Reina el desencanto de la guerra, por la destrucción y males que trajo, poca tinta corre sobre un conflicto en el cual Colombia salió mal parada, así unos pocos se enriquecieran haciendo jugosos negocios. Reyes proclama el respeto de las ideas y los principios. “Menos politiquería y más administración” es su lema. Su destino es devolverle a la Nación la cordura y la dignidad. Proclama que no gobernará como jefe de ningún partido, procura encarnar el sentir nacional y se convierte en centro de gravedad del sistema en apuros, el cual parece sostener sobre sus anchas espaldas. Está por el fin de las guerras civiles, la profesionalización de la carrera militar, por lo que contrata dos misiones chilenas para la Escuela Militar y la Naval. Se crea el primer laboratorio universitario de Química, favorece la medicina y carreras como el comercio. Para consolidar su proyecto convivente hace generales a los oficiales revolucionarios e incorpora al estamento castrense elementos de todas las tendencias políticas. Medidas patrióticas que no todos entienden y que suscitan el rencor de las extremas irreductibles de ambos partidos. Consigue que se apruebe la Ley de minorías, que le da un tercio de escaños en todas las legislaturas al liberalismo. Lo que no le impide tomar medidas draconianas contra los que se oponen a sus proyectos.

1928, baile de inauguración del Hotel del Salto de Tequendama. El Gráfico, Biblioteca Nacional de Colombia 

 

Reyes, en mensaje al Congreso, define la herencia que recibe: “Al emprender la tarea de reorganizar todas las ramas del servicio público que os consta se encuentran en estado caótico debido a la última guerra civil y a las grandes perturbaciones causadas por el papel moneda, he tropezado con graves inconvenientes que entre otros muchos son: insuficiencia de rentas públicas para atender los gastos de los servicios de la Nación… Los servicios nacional, departamental y municipal, se encuentran en ruina y desorden absolutos, hasta el punto que nuestras vías de comunicación están en peor estado quizás que en el tiempo colonial.” El papel moneda pierde su valor día a día, se carece de fondos para sostener el aparato judicial, educativo y militar. El país languidece en la miseria y la postración espiritual.

Reyes toma medidas, extraordinarias para la época, como la reforma monetaria que equipara la moneda devaluada por el suelo al dólar o su valor oro, crea el Banco Central, con capital mixto, que salva al gobierno y da tan buenos resultados que consigue recuperar el crédito externo y cancelar cumplidamente la cuantiosa deuda. Las dos ferrerías que sobrevivieron la guerra civil, la de La Pradera y Amagá, las mantiene con contratos oficiales. Sistema que emplea para fomentar varias industrias. Sostiene que el progreso nos traerá como consecuencia lógica la libertad.

1913, grupo de veraneantes en La Esperanza, Cundinamarca, Gaceta Republicana 

 

Luís Ospina Vásquez señala que “para explicar la marcha de la política económica de este periodo son casi tan importantes las ideas de Reyes, como lo son para el anterior las de Núñez. El proteccionismo de Reyes llevaba al plano de la eficacia el sistema proteccionista esbozado por Núñez; y como en el caso de Núñez, el fundamento último de esa política no era propia o principalmente económica. El fomento de las empresas fabriles era un elemento importante en la reorientación que Reyes, y el grupo que lo rodeaba, quería dar a la vida política y social del país. Se trataba de encontrar la manera de atenuar la pugna política, que lo había hecho invisible”. En suma evitar que el país se politizara nuevamente y se desataran los sangrientos genocidios en cadena.

Con Reyes se inicia en forma la industrialización y la explotación petrolera, marcado por un formidable empuje en obras públicas y carreteras. Reyes valora la electricidad y multiplica la interconexión eléctrica. Su gobierno le otorga a Roberto de Mares la concesión a 30 años para explorar petróleo en el campamento Las Infantas, cerca de Barrancabermeja. A su vez, el general Virgilio Barco encuentra crudo en las selvas del Catatumbo, por lo que se beneficia de otra concesión. Reyes sabe que el petróleo es fundamental para nuestro desarrollo. Antiguo colonizador en el Putumayo y Amazonas, se vale de las comunidades religiosas para fomentar la civilidad y el desarrollo en la periferia del país, allí donde los recursos del Estado no alcanzan a llegar como él quisiera.

1926, inauguración del Puerto Fluvial de Barranquilla. El Espectador

 

Por mucho tiempo, debido a las malas condiciones de transporte, productos como el arroz, la harina y otros, resultaba más barato traerlos de Estado Unidos a Bogotá o Medellín, que, respectivamente, el arroz del Huíla o la harina de Boyacá. Si bien, el general Reyes duplica el potencial ferrocarrilero que encuentra al llegar al gobierno. Por falta de planificación y visión de conjunto, obstáculos geográficos, escasos recursos, debilidad del intercambio comercial y la politiquería, nuestros trenes sufren desde sus inicios problemas económicos. Para superar esos escollos propone comunicar el país desde la frontera con Venezuela, hasta el Ecuador, pasando por Bogotá y lo mismo con relación a la Costa. Una de sus mayores satisfacciones consistió en vencer la topografía y unir el tren de la Sabana con el de Girardot; se podía seguir por el río Magdalena a la Costa Atlántica o tomar al sur por la vía a Buenaventura. El Presidente tiene grandes esperanzas en el Pacifico y el comercio con los países de Asia, donde vislumbra un gran futuro.

Reyes, rehabilita los antiguos caminos de herradura coloniales, hace de la Carretera del Norte el nervio de comunicación con miras a Boyacá, los santanderes y Venezuela. En el primer carro que llega a Bogotá recorre los 200 kilómetros de carretera construida por su administración hasta su ciudad natal Santa Rosa de Viterbo. Impulsa la navegación por el Magdalena y moderniza los puertos en ambos mares. El interés por las obras públicas se anticipa en varias décadas a la política de empleo que ensayan Hitler y Roosevelt, en Alemania y los Estados Unidos, para vencer el paro y reactivar la economía.

Durante la República Conservadora, la industria del café experimentó un impulso decisivo. Visita del presidente de Francia, Gaston Doumergue, al pabellón del café colombiano en la exposición internacional de París, 1927. El Gráfico, Biblioteca Nacional de Colombia 

 

Nunca antes en Colombia un gobierno logra despertar a la Nación del derrumbe espiritual y material en tan poco tiempo, más el modelo tiende a agotarse por la caída de los precios de nuestros productos de exportación, como por la pobre capacidad de compra de nuestra población. Sus enemigos lo acusan de manejar los fondos oficiales a discreción. En cierta forma la prosperidad tiene cimientos frágiles, dado que gran parte de los colombianos viven en las tinieblas culturales y casi ausentes del verdadero desarrollo... El prestigio del gobernante es inmenso entre las masas, no exento de respeto y miedo, incluso después de cerrar el Congreso hostil, que le niega la aprobación a varios de sus proyectos. El descontento con su estilo de gobierno se incuba silencioso. Por milagro el Presidente Reyes, sobrevive la emboscada que le tienden por Barro Colorado. De viaje a Chapinero los conjurados le disparan. El juicio sumario y la consiguiente ejecución de los criminales, suscitan sentimientos encontrados entre el pueblo, de admiración por el Presidente y lástima por los ajusticiados.

La profusión de obras públicas de elegante arquitectura y refinado buen gusto fue una constante en la República Conservadora. Hotel del Salto, inaugurado el 3 de marzo de 1928. El Gráfico, Biblioteca Nacional de Colombia

 

Reyes considera que para sostener el ritmo de desarrollo y de obras, necesita recursos que ningún banco en el exterior le va prestar. Varios bancos recién fundados desparecen o entran en crisis. Por lo que promueve el tratado Cortés-Root, para regularizar las relaciones con los Estados Unidos, obtener ventajas de navegación en el Canal de Panamá y conseguir recursos frescos. El pueblo de Bogotá sale a las calles a protestar por lo que se considera una traición. El general, cuando creía domesticada la opinión pública, se sorprende con la magnitud del estallido opositor, que, lentamente, se extiende por todo el país. Los disturbios estudiantiles y populares del 9 y 13 de marzo sacuden a Bogotá, en tumultuoso rechazo a su reelección.

La arquitectura de la República Conservadora se caracterizó por la finura del diseño, la creatividad y por la pulcritud de la construcción. Edificio para la Universidad Pedagógica, obra del arquitecto Pablo de la Cruz, inaugurado en 1927. Esta joya arquitectónica fue demolida en 1967, para ser sustituida por el actual adefesio.

 

Se intenta calmar al pueblo con el retiro temporal del gobernante y el anuncio de su renuncia, que la Asamblea no acepta, mientras asume el designado Jorge Holguín y reasume Reyes; maniobra que en vez de calmar los ánimos enerva más a los descontentos. El gobernante se siente traicionado y un mortal pesimismo lo invade; al verse incomprendido por quienes pretendía redimir, el realismo político lo decide a extrañarse voluntariamente, antes que derramar sangre nativa. Reyes aprovecha un evento político en Santa Marta, para subir al barco “Maisti” y abandonar el país.

El carnaval de los estudiantes en Bogotá, entre 1923 y 1929, fue el símbolo de la alegría y la elegancia de la República Conservadora.

 

Carlos E. Restrepo

1910-1914

Carlos E. Restrepo, 1910-1914

 

 

Se dice que el General González Valencia intentó en vano convencer a Carlos E. Restrepo de que nombrara un gabinete de conservadores insobornables. El político antioqueño se negó, así pusiera en peligro la estabilidad de su gobierno. Restrepo había participado activamente en la Guerra de los Mil Días y una carga de caballería que ordenó en las breñas de Santander les cuesta la vida a varios de sus oficiales de la sociedad de Medellín, por lo que su popularidad quedó mal herida. Se dio a conocer de manera fugaz como orador y político preparado en el Congreso de 1900. Otros jefes conservadores tenían más ascendiente político entre los conservadores antioqueños, en los momentos que Medellín recibe la visita del Presidente Reyes. Restrepo es adverso al gobernante, mas envía un cordial saludo a su amigo el general Eduardo Briceño, edecán de éste. Por confusión aparece en la prensa su nombre entre los que acudieron a saludar y solidarizarse con el caudillo. Indignado, saca un afiche en donde deja ver su vena de periodista ducho y declara: “Carlos E. Restrepo no ha saludado al señor general Rafael Reyes, a quien no tiene por qué saludar”. Ese gesto de audacia se comenta en todo el país y su figura se proyecta nacionalmente. Es así como este político regional, casi desconocido fuera del Valle de Aburrá, de improviso pasa a grabarse en la mente de todos. Sus talentos personales le permiten moverse con agilidad y promover el centrismo republicano, una especie de estado de indefinición permanente, de practicar la esgrima política sin herir ni recibir heridas, en donde se depende de los movimientos de otros para escoger la línea media. El centrismo no pasa de ser coyuntural y la falta de compromiso lo desgasta, en especial cuando la magnitud de los problemas obliga a tomar partido y resulta inoperante la política de salón o de canapé republicano. En parte el centrismo mantuvo a Restrepo, en cuanto la caída de Reyes deja como sin impulso y en el aire las fuerzas que desata para el desarrollo; la administración vuelve a su antigua morosidad, el pueblo regresa a su desidia o pesimismo habitual. Antiguos radicales librecambistas ingresan al republicanismo, sin que Restrepo hiciera nada de fondo por modificar el modelo proteccionista de Núñez y Reyes. Su gestión se destaca por el fomento de escuelas y la educación, le arranca al Congreso la pensión a los maestros.

Restrepo se esfuerza en cumplir la Constitución y las leyes, los asuntos del desarrollo corresponden al esfuerzo privado. Pese a ello solía vetar las leyes del Congreso que consideraba inconvenientes y lo hizo tantas veces, por lo que recibió el apodo de “Monsieur Veto”. Esa política centrista a todo trance lo lleva a minimizar la invasión peruana en las fronteras y a enviar una modesta tropa que no combate y se limita a esperar que por su cuenta los peruanos retornen a su país. Pese a una cierta falta de ganas que distingue su gestión en contraste con los excesos compulsivos de Reyes, su gobierno le gana el respeto nacional. Es de anotar que nominalmente dentro del esquema de la República Conservadora, poco se diferencia su gestión del gobierno centrista liberal. Lo que demuestra que fuera del aspecto confesional y de matices son pocas las diferencias entre los centristas de las dos corrientes políticas, por lo que no sorprende que Restrepo y varios de los sobrevivientes del republicanismo terminen por apoyar al liberal Enrique Olaya Herrera.

Marco Fidel Suárez

 1918-1921

Marco Fidel Suárez, 1918-1921

 

 

Ultimo retrato, extraído de la película de su vida, filmada por Diego Mejía en 1926

Con Marco Fidel Suárez, católico, nacionalista, internacionalista, erudito, dogmático y filólogo, vuelven los antioqueños al poder. Su brillante inteligencia le permite vencer las dificultades y se abre paso desde la base y a saltos en la pirámide burocrática. Abandona Medellín para radicarse en Bogotá y al concursar en la Academia Colombiana de la Lengua con un trabajo sobre Andrés Bello, se gana la admiración de la inteligencia oficial, en donde reina como un águila rodeada de aves de corral don Miguel Antonio Caro. Caro lo hace su colaborador en la Biblioteca Nacional y cuando entra al gobierno promueve a su talentoso discípulo, que se destaca en el servicio público en los más altos cargos, como ministro en diversas carteras, en especial en Educación y Relaciones Exteriores o como miembro del Consejo de Estado. Quiso la fortuna que le correspondiera enfrentarse a la lucha por la presidencia de la República con el Príncipe de la poesía y la cultura, el famoso hidalgo de Popayán Guillermo Valencia. Suárez gana con el apoyo decisivo del clero.

El triunfo electoral deja heridas enormes en ambos bandos conservadores. En su administración se da origen a la aviación comercial. Una misión francesa instruye a nuestros pilotos. Se contrata el telégrafo para Bogotá y otras ciudades. Realiza en censo de 1918 que suma 6.120.049 habitantes. La situación económica del país es negativa, la inflación deteriora la moneda y abunda el desempleo. La ley 57 de 1918 autoriza al ejecutivo para el fomento de la industria siderúrgica. Suárez es un trabajador infatigable y se ocupa de gobernar. Mas sus copartidarios siguen sus pasos día a día, se explota su debilidad por el juego y corren las consejas contra su gestión. Circulan vales suyos por deudas, de mano en mano. Como a Reyes, la opinión le cobra que intente negociar un tratado con los Estados Unidos. Lo mismo que su teoría de acercamiento a los Estados Unidos es mal recibida. Y se suceden varias manifestaciones populares en su contra, por la compra de uniformes en el exterior cuando los telares colombianos podían producirlos y la crisis afectaba la producción nativa. Suárez hizo un viaje de dos meses por el país, que se prestó para toda clase de suspicacias de la oposición. Hasta que el joven representante y formidable orador Laureano Gómez, aclamado por la prensa liberal y un sector del conservatismo, le lanza un feroz ataque en el Congreso que deja postrado el prestigio presidencial.

Suárez, intempestivamente, resuelve defenderse en el recinto del Congreso, lo que enardece a la oposición y cercado por los recibos de unos adelantos recibidos sobre sus emolumentos como gobernante, prefiere renunciar a ver su nombre ultrajado por una investigación despiadada. Con gran dignidad resuelve devolver las condecoraciones que había recibido de terceros países, los que se niegan a ello. Se retira a escribir Los Sueños de Luciano Pulgar y con ironía y crudeza, en impecable estilo, hace el retrato de la sociedad y de sus detractores. El desgaste de la República conservadora es evidente.

A fines del siglo XIX, se desbordan los problemas sociales y políticos, agravados por una situación internacional adversa para Colombia, en la mira del expansionismo de los Estados Unidos, orquestado por el Presidente Teodoro Roosevelt. El radicalismo liberal, excluido del poder por la alianza de liberales independientes y conservadores del Partido Nacional, imbatibles en las urnas, no se resigna al ostracismo y espera su hora de apelar a las armas. A su vez, la corte que rodea el gobierno de Manuel Antonio Sanclemente, del sector nacionalista y sacado del olvido de su retiro en Buga por don Miguel Antonio Caro, sopesa las eventuales ventajas de la guerra. El Presidente Sanclemente, limitado por los años y su salud precaria, no resiste la altura de Bogotá, él ejerce el poder desde las aldeas de Tame, Villeta y Anapoima, de 1898 al 31 de julio de 1900, cuando es depuesto. Así coinciden, en cierta forma, el gobierno y la oposición liberal en el supuesto de que saldrán fortalecidos de la fratricida Guerra de los Mil Días que estalla en 1899, de la cual, según personajes insospechables como Baldomero Sanín Cano, nadie en sus cabales podía ignorar que ponía en peligro la integridad nacional.

La insurrección la acaudillan los generales Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera, Gabriel Vargas Santos y Foción Soto, en compañía de varias docenas de generales más valientes que conocedores de los secretos del arte de la guerra, los que rara vez logran ponerse de acuerdo, sospechan unos de otros, rivalizan de continuo en cuanto a la estrategia militar y por el favor de las masas. La mística partidista es grande, mas al grueso de los combatientes los enrolan bajo presión.

José Manuel Marroquín 
1900-1904 

José Manuel Marroquín, 1900-1904 

 

 

La honda división conservadora entre nacionalistas e históricos que agobia el gobierno del Presidente Manuel Antonio Sanclemente, propicia el golpe de Estado en plena guerra, lo derroca y reduce a prisión, dando origen al gobierno ilegítimo del vicepresidente José Manuel Marroquín. La impericia financiera marca el manejo económico durante el gobierno del rico hacendado sabanero, cuya gestión se ahoga en las intrigas de campanario, las emisiones clandestinas, el déficit, el gasto desbordado por la guerra, la incapacidad de pago y la especulación de los pasteleros.

Contrasta el papel de los caudillos liberales al estilo de Uribe y Herrera, quienes afincan su influjo en la espada y las arengas, con el poder de los letrados conservadores de la época, ligados a la Iglesia Católica. La mentalidad romántica radical considera que la insurrección consigue el cambio y el progreso. Mientras la sociedad conservadora sigue los principios rígidos del Papa León XIII, de moderación y quietismo en unos casos o de cambio gradual dentro del orden. Se trata de una sociedad paternalista y un tanto monacal en la que “el varón -al decir de monseñor Rafael M. Carrasquilla- es el príncipe de la familia”.

Las continuas guerras que marcan el transcurso del siglo XIX colombiano, apenas permiten unos pocos años de paz y desarrollo, faltan los recursos para educación y el escaso progreso se mide por los caminos de herradura y los kilómetros de vías férreas construidos por radicales y nacionalistas. La revolución industrial no llega. Apenas se cuenta con unas cuantas ferrerías con material de baja calidad, la fabrica de cerveza en Bogotá, de fósforos y chocolates, calzado, más la industria textil en ascenso, la modesta producción de sombreros de fique en Santander, cuya competitividad depende de un mercado cautivo y del proteccionismo oficial. Es más fecunda la explotación minera en Antioquia y la colonización, con el cultivo del café que marcan los inicios del siglo XX y benefician a la República conservadora.

Al inicio del siglo XX Colombia es un país de predominio rural y las denominadas ciudades no son más que aldeas grandes, Bogotá cuenta con ciento veinte mil habitantes. La vida cultural la llenan abogados, periodistas y educadores, se exalta la poesía y el teatro a la española. Existe fervor por las letras y el anhelo de cultura es evidente, lo que no consigue romper el aislamiento, alejados del gran torrente intelectual de Occidente en la especulación filosófica y la ciencia. La evolución de las ideas depende del elemento confesional, de la curiosidad intelectual de un puñado de intelectuales, de nuestros viajeros y de los extranjeros que llegan al país. Si bien sorprende el poder que alcanzan algunos letrados y eruditos en la política de ambos partidos.

A lo largo del siglo XIX y parte del XX un elemento estabilizador de la natalidad los constituyen las enfermedades endémicas, la deficiente alimentación en los sectores populares y las guerras civiles, así que la población en conjunto crece lentamente. No así en Antioquia o ciertas zonas de la Costa Atlántica en donde la dieta es mas completa que en el altiplano cundiboyacense. Los antioqueños se expanden, bajo el impulso del crecimiento demográfico y la necesidad de espacio vital que va cambiar la fisonomía del país e integrarlo más. Durante el desangre de la Guerra de los Mil Días, en los cuales la mortandad aumenta por cuenta de la falta de higiene, se considera como una verdad aceptada la cifra de un sacrificado durante la contienda por cada cuatro habitantes.

La tasa de crecimiento en 1905, es de 19,10, mientras la de natalidad es del 42,41 y la de mortandad del 23,41, en un país con 4.737.588 habitantes, que tarda aproximadamente unos 32 años en duplicar su población. Por entonces, se producían 186 defunciones por cada mil nacidos. En ciertas regiones el promedio de vida no pasa de los 38 años. Esa situación va cambiar durante la República conservadora, por cuenta del orden, el fin de las guerras y los adelantos en salubridad e higiene públicos, como por la mayor inversión estatal en ese rubro.

El gobierno conservador de José Manuel Marroquín, aristócrata, erudito, novelista, poeta y filólogo, por la guerra interna y la presión del exterior sufre de un aislamiento casi tibetano, del cerco del creciente poderío militar que se afianza por la guerra, encarnado entre otros por el general Arístides Fernández, gobernador de Cundinamarca, jefe policial en Bogotá y, finalmente, Ministro de Guerra. Fernández es partidario de exterminar las guerrillas liberales. Son tiempos de predomino del centralismo bogotano, marcado por la incapacidad de afrontar la crisis económica, ni asumir la defensa de Panamá, ni siquiera aceptar la responsabilidad en la peor tragedia de nuestra historia, la perdida del Istmo. A pesar de un patriotismo generalizado y las buenas intenciones del gobierno por resolver los conflictos, éstos se le salen de las manos. Si bien durante el mandato de Marroquín, José Vicente Concha se las arregla para organizar una guerrilla conservadora que pretende castigar las intromisiones del Presidente de Venezuela Cipriano Castro, la que consigue penetrar a territorio venezolano y abrirse paso a sangre y fuego hasta San Cristóbal, donde es derrotada por milicias venezolanas dirigidas por el general Rafael Uribe Uribe. La expedición no llega a Caracas, mas consigue disuadir a Castro de invadir a Colombia. Algo similar ocurre en la frontera sur, donde los avances del Presidente del Ecuador Eloy Alfaro, para ocupar Nariño son frustrados por nuestras tropas y por las valerosas mujeres de la región.

El extenso discurso de Marroquín al culminar la Guerra de los Mil Días, desde el punto de vista literario, del análisis de la situación, de sus generosos ofrecimientos humanitarios y de paz es una obra maestra. Más los hechos desdicen sus generosas palabras y, quizás, sus mas caros deseos. La dinámica de la guerra y la acción depredadora de las guerrillas lo obligan a tomar medidas drásticas, abarrotadas las cárceles de prisioneros liberales; se aplica en juicios sumarios la pena de muerte contra las guerrillas. En el Panóptico de Bogotá se maltrata a los prisioneros de clase alta, hacinados deliberadamente en repetidas ocasiones con la escoria de los detenidos. El gobernante se enreda en el fraude electoral del coronel Iguarán a favor del general Rafael Reyes, para cerrar el paso a un eventual juicio político anunciado por el candidato Joaquín F. Vélez por la pérdida de Panamá.

La crisis de la administración Marroquín toca fondo, el papel moneda se degrada a una centésima parte de su valor, el pueblo pierde la fe en la bondad de la política. Las masas reniegan de sus jefes tradicionales y de los guerreristas liberales, instintivamente se aferran al soldado providencial que se cubrió de gloria en la guerra relámpago del 95, al que don Miguel Antonio Caro le cerró el paso a la Presidencia, de momento, al urdir la alianza electoral entre nacionalistas e históricos con Sanclemente y Marroquín. El general Rafael Reyes, desde entonces, se perfila como la reserva política del país y sus partidarios le reconocen como “El Caudillo”.

Ramón González Valencia

1909 - 1910

Ramón González Valencia, 1909 - 1910

 

 

A la dramática salida de Reyes, tras un breve y transitorio interregno del general Jorge Holguín en el gobierno, asume el general Ramón González Valencia, nombrado por el Congreso como Presidente de la República. El patriotismo del general conservador y su fervor religioso le ganan el respeto de la mayoría de los colombianos. La administración bajo la ortodoxia conservadora prosigue sin tropiezos graves y toma algunas medidas positivas, como crear la oficina de Longitudes del Ministerio de Relaciones Exteriores. Allí se modificó la división territorial dispuesta por su antecesor. González Valencia se consagra al convocar el 29 de febrero de 1910 a la Asamblea Nacional Constituyente, compuesta por 29 conservadores y 17 liberales, que deciden abolir la pena de muerte y reducen el período presidencial a cuatro años. En vez de los dos meses de sesiones del Congreso que contemplaba la Constitución de 1886, se establecen las reuniones anuales. Se crean dos designaturas a la presidencia. Se regularizan las funciones presidenciales en caso de turbación del orden público. Se fijan las normas para reformar la Constitución.

La presión del conservatismo hace imparable la candidatura de José Vicente Concha, un estadista y jurisconsulto cuya carrera política lo destaca como ardiente defensor del interés nacional y de nuestros derechos en Panamá, que denuncia el proceder imperialista y se opone a firmar un tratado que considera que a la larga nos llevará a aceptar el despojo territorial. La situación internacional y económica le es adversa, estalla la I Guerra Mundial. El Presidente Concha presionado por las potencias no se deja empujar a la hostilidad y declara la neutralidad. Maneja con altura las tensiones con Inglaterra y los Estados Unidos. Su altiva independencia frente a las potencias no ha sido valorada en su verdadera importancia, como muchos otros hechos notables de ese patricio y formidable orador. No acepta empréstitos internacionales, tan en boga y que dejaban caudalosas utilidades a los gestores. Se valió de vales del Tesoro para financiarse. Rebaja el gasto público, los salarios y eleva los impuestos para capear el temporal. Es implacable en el combate contra la corrupción. Redujo la fuerza pública y la burocracia civil.

Concha pertenece al mundo confesional y conservador de las ideas, no puede por formación y lealtad a la doctrina ser neutral o centrista en política, nombra de ministro de Educación a monseñor Carlos Cortés Lee. Mas, lo mismo que Reyes y Restrepo, así sean antípodas en otras materias, practica la convivencia y llama al gobierno a liberales y representantes de las dos tendencias de la división conservadora. Así que la denominada Republica Conservadora, pese al nombre, no es excluyente; como no lo fue la Regeneración, donde gobiernan liberales y conservadores fundidos en el nacionalismo. Cuentan que Concha, durante su desempeño como embajador en Roma, confesó, seguramente rememorando la formidable gestión de Rafael Reyes, que “a mi no me podrán juzgar nunca por los ladrillos nuevos que puse, sino por las ruinas tremendas que evité”.

Este notable político y hombre de negocios de Cali, amigo de la buena mesa y la comodidad, se distingue por el buen humor, el talento para medir a los hombres y utilizarlos. Se mueve como pez en el agua en la política y la intriga, favorecido por la prestigiosa sombra de su hermano Carlos Holguín, notable estadista. Alguna vez en las barras del Congreso le gritaron que explicara el origen de su fortuna y respondió: “Eso de los latines, de los artículos de periódicos y discursos es de mi hermano Carlos. Yo ni sé latín, ni sé escribir en los periódicos, ni se hacer discursos. Todo el talento se lo llevó mi hermano. Pero una cosa si tengo, soy vivo para los negocios”.

Se destaca como elegante y refinado diplomático, pocos como él supieron manejar con tal eficacia sus haciendas cafeteras y múltiples negocios, incluido el comercio en Bogotá. Varias veces ministro, gobernador, parlamentario, general, jefe político, jefe de misión al exterior, es por excelencia un gran componedor, experto en capear crisis y conseguir sus objetivos.

Pedro Nel Ospina 

1922-1926

Pedro Nel Ospina, 1922-1926

 

 

El gobierno del general Pedro Nel Ospina, ingeniero, colonizador, empresario y político, tuvo la fortuna, a la inversa de sus antecesores de la República conservadora, de recibir sin mayores contratiempos los 25 millones de la indemnización de los Estados Unidos por la pérdida de Panamá, tal como lo demostró el ministro de Hacienda Jesús María Marulanda, menos un saldo de apenas doscientos once millones pesos que le quedó al gobierno de su sucesor Miguel Abadía Méndez. Esa suma duplicaba las reservas de oro de la banca nacional.

La euforia con la que se recibieron esos fondos llevó a que se multiplicara el gasto oficial, se repartiera en el papel más dinero del que se recibió y el sector privado se lanzara a endeudarse y expandirse con préstamos internos y externos. El ministro de Obras Públicas, Laureano Gómez, se consagró al fomentar 500 kilómetros de ferrocarril, adecuar puertos, abrir Bocas de Ceniza, regular el canal del Dique, fomentar carreteras, el sistema de cables aéreos para desembotellar regiones, construir el muelle de Buenaventura y el Hotel del Pacífico y, entre otras obras, terminar el Capitolio. Surgieron multitud de empresas y se edificaron lujosas casas en Bogotá, Medellín y otras ciudades. Algunos bancos, como el de don Pedro A. López ,quebraron, en este caso por rumores oficiales sobre su solvencia y el temor de los ahorristas, que exigió la devolución en efectivo e inmediata de sus depósitos.

Se trajo la misión presidida por el economista Edwin Walter Kemmerer, un ortodoxo en la materia, que sugirió la creación del Banco de la República, el Banco Central Hipotecario, la Contraloría y el saneamiento de las finanzas publicas. Su contribución al desarrollo colombiano es enorme, pese a que no previó los alcances de la crisis mundial que se avecinaba. Por lo que el gobierno siguió gastando y los particulares endeudándose, dentro de lo que se denominó la prosperidad a debe. Mientras Lauchlin Currie, en sus escritos de Cambridge, publicados por la Universidad de Harvard, se anticipaba a los planteamientos de Keynes, lo mismo que Kalecki. Con Ospina nace una leyenda sobre su visión, capacidad administrativa y recio carácter.

Miguel Abadía Méndez

1926-1930

Miguel Abadía Méndez, 1926-1930

 

 

El sucesor del general Ospina, el profesor, jurista y gramático Miguel Abadía Méndez, queda como atrapado en la política diseñada por el Banco de la República, no pudo seguir el ritmo de gastos de su antecesor, ni previó la crisis que se avecinaba, ni tuvo recursos para anticipar medidas que evitaran los males que le correspondió afrontar, dado que se trató de una situación mundial adversa que sacudió al planeta. A Abadía Le falta mundo y es propenso a dejarse llevar por la micropolítica, depende de los gamonales y no es experto en finanzas. Apenas un puñado de jóvenes políticos como Alfonso López Pumarejo, Mariano Ospina, Laureano Gómez y Roberto Urdaneta advierten el terremoto económico que se avecinaba, sin conseguir que se tomaran las medidas para amortiguar los daños inevitables en un proceso de degradación económica internacional y en cadena Ambas administraciones, la de Ospina y la de Abadía, están ligadas por signos contrapuestos, al último lo corresponde sufrir los efectos de la guerra por los mercados entre las potencias y el derrumbe de la industria, el paro, las quiebras en cadena y la zozobra del intercambio comercial entre las naciones.

Apenas una visión parroquial y estrecha de la historia o deliberadamente sesgada para estigmatizar la República conservadora, puede echar la culpa al gobierno de Miguel Abadía Méndez, sin matizar responsabilidades, de la quiebra, el paro y el desastre económico que se extiende casi que universalmente. Más así fue, la prensa liberal lo califica como el más inepto de los gobernantes y la conservadora lo culpa de la caída del conservatismo, cuando la división del partido entre los seguidores de Guillemo Valencia y el general Vásquez Cobo, la estimula monseñor Perdomo, lo que desconcierta a las bases conservadoras y allana el triunfo del liberal Enrique Olaya Herrera en minoría. Es de reconocer el valor moral del magistrado, que pierde el apoyo de sus correligionarios y no cede en el respeto a la Constitución, preside unas elecciones limpias y entrega el poder a sus contrarios, cuando el Ejército le ofreció impedir la posesión del Olaya. En el resto de Hispanoamérica, con contadas excepciones, la transición política por la crisis deriva en golpes militares y dictaduras.