Capilla de “El Cabrero”, Cartagena. Construida bajo planos del arquitecto bogotano Mariano Santamaría. Ca. 1909. Colección particular.
Marzo de 2018
Por :
HUGO DELGADILLO *Historiador. Magíster en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad

IGLESIAS REPUBLICANAS EN COLOMBIA

Contexto histórico

 

Luego de la emancipación de la Corona española en 1819, nuestro país comenzó una lenta vinculación a la economía internacional; apertura que impulsó significativos cambios en el orden social tradicional, además de la consolidación de nuevos centros de administración, estructuras de control político y núcleos de comercio. Ante este nuevo panorama se presentaron cambios en los gustos y hábitos que reflejaron un lento pero firme desprendimiento de la herencia colonial que fue considerada sinónimo de atraso.

Desde mediados del siglo XIX, gradualmente el paisaje de algunas ciudades y centros urbanos fueron objeto de una metamorfosis que trajo consigo la introducción de equipamientos urbanos. Igualmente, el proceso posindependentista también acarreó cambios drásticos en la apariencia y uso del espacio público. Entre los años 1819 y 1930 se introdujo una nueva lectura de las formas, técnicas, maneras de hacer y percibir la arquitectura, lapso que comúnmente se ha denominado “arquitectura de época republicana”. Adoptada como el modelo a seguir, fue producto de un largo proceso donde confluyeron diversas condiciones sociales, culturales y económicas que forjaron cierto rechazo y menosprecio hacía la arquitectura gestada durante el periodo colonial, que fue señalada como anticuada, poco agraciada y carente de toda higiene.

Esta apertura económica y cultural facilitó la llegada a nuestro país de nuevos modelos y referencias estéticas provenientes de Italia, Francia, Inglaterra, Bélgica y Alemania. Su aceptación fue más allá de la reproducción de catálogos y de la imitación de formas y elementos asociados a un sugestivo mobiliario que resultaba ser novedoso; su triunfo y aceptación radicó en que las nuevas formas lograban encajar adecuadamente en los parámetros sociales y culturales del tan anhelado progreso material.

 

 

Izq. Templo de Nuestra Señora de Lourdes, Bogotá. Der. Proyecto de frontispicio para la capilla delas Hermanas de la Presentación en San Façon. Gaston Lelarge, Bogotá. 1894.Colección Familia Lelarge.

Izq. Templo de Nuestra Señora de Lourdes, Bogotá. Der. Proyecto de frontispicio para la capilla delas Hermanas de la Presentación en San Façon. Gaston Lelarge, Bogotá. 1894.Colección Familia Lelarge.

 

 

La iglesia en el siglo XIX: representación sobre el espacio urbano

 

La mejora material que representó el espíritu de la nueva arquitectura no fue ajena a la Iglesia Católica, que en las tres últimas décadas del siglo XIX comenzaba a experimentar un cambio significativo respecto a los años de anticlericalismo originado por su enfrentamiento a las reformas establecidas por los liberales entre los decenios de 1850 y 1880, que restringieron notablemente su poder social, político y económico. Con la llegada de los proyectos políticos de la Regeneración y la hegemonía conservadora, se establecieron nuevas relaciones entre la Iglesia y el Estado, que le permitieron al clero solucionar sus disputas con el poder civil y recuperar el espacio social y espiritual perdido. Bajo esta figura se adoptaron el centralismo político, el proteccionismo económico y la paz religiosa como factores de unidad nacional que buscaban dar fin al conflicto, a su vez el catolicismo fue favorecido al ser declarado como la religión oficial de la nación. Estas medidas posteriormente fueron amparadas por la Constitución expedida en 1886 y la firma del Concordato con el Vaticano en 1887.

Altar a Nuestra Señora del Rosario. Iglesia de Santo Domingo, Cartagena. Diseño de Gaston Lelarge / la ejecución de la obramaterial estuvo a cargo de Marmolería de U. Luisi &C. Colección Familia Lelarge. Der. Catedral de Villanueva,Medellín.

Altar a Nuestra Señora del Rosario. Iglesia de Santo Domingo, Cartagena. Diseño de Gaston Lelarge / la ejecución de la obramaterial estuvo a cargo de Marmolería de U. Luisi &C. Colección Familia Lelarge. Der. Catedral de Villanueva, Medellín.

 

El carácter republicano de las iglesias

 

La reafirmación de la vocación religiosa del país a finales del siglo XIX promovió un importante movimiento migratorio de diferentes órdenes religiosas para fundar y regentar algunos establecimientos escolares y de beneficencia social, entre ellas, los Misioneros Redentoristas y las Hermanas de la Caridad (1873), la Congregación de los Hermanos Maristas (1889), los Hermanos Cristianos de La Salle (1890) y la Congregación de las Novicias de Nuestra Señora del Buen Pastor de Angers (1890). Adicionalmente, la llegada de las diferentes comunidades favoreció la difusión y fortalecimiento de nuevas devociones marianas, especialmente a Nuestra Señora de Fátima, María Auxiliadora y Nuestra Señora del Carmen, a las que más tarde se sumó el culto al Sagrado Corazón de Jesús.

Aunque es realmente complejo determinar con exactitud cuál fue la primera edificación religiosa que representó cabalmente ese nuevo espíritu, es posible afirmar que solo hasta el decenio de 1870 se manifestó una mayor fuerza en el cambio de imagen que la Iglesia Católica estaba gestando. Al adoptar un lenguaje material propio, las construcciones religiosas lograron tomar cierta distancia de la arquitectura promovida por el Estado; sin embargo, conservarían ciertas persistencias heredadas de la Colonia que permanecerían visibles a pesar de las remodelaciones y el adelanto de las novedosas construcciones que más tarde se emprendieron en diferentes regiones del país.

El neogótico, por regla, fue tomado como el estilo predominante; la catedral gótica fue la solución estilística que reflejó la nueva imagen que adoptó legítimamente y predominantemente la arquitectura religiosa. En Bogotá se encuentran dos de los proyectos más notorios de esa colosal iniciativa: el templo de Lourdes, en Chapinero (1875-1956), considerado la primera iglesia en adoptar el estilo neogótico en esa ciudad, y la Capilla de Sans Façon (1894-1919).

 

Aviso publicitario de la Marmolería de Tito Ricci. 1921. López, Eduardo. Almanaque de los Hechos Colombianos o Anuario Colombiano Ilustrado. Bogotá, Casa Editorial y Talleres de Fotograbado de Arboleda & Valencia, 1920-1921.

 Izq.:Interior de la catedral de Ciudad Jardín en Antioquia.Der.: Interior de la iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves en Bogotá.

 

La búsqueda de una identidad propia hizo que la Iglesia también indagara otros estilos además del neoclasicismo, como fueron el neorrománico, el bizantino y el art noveau; fue una constante sobreponer y reunir algunos de los rasgos principales de diferentes estilos, lo que los hizo casi imposibles de identificar y clasificar. A pesar de la continuidad del templo de origen colonial, en la iglesia republicana pausadamente se integró una nueva tipología en la que predominaron las plantas basilicales. En el exterior, las fachadas cobraron gran importancia, igualmente los templos que se construyeron se caracterizaron por evidenciar grandeza y monumentalidad, recursos que tuvieron gran impacto y permitieron que estos se constituyeran en referencias obligadas de la escena urbana. Mientras que en su interior no se escatimaron esfuerzos por tomar cierta distancia de los patrones coloniales heredados. Referentes de este tipo de nuevas edificaciones fueron: en Bogotá, el Templo del Voto Nacional (1902) y Nuestra Señora del Carmen en el barrio Las Cruces (1928-1936); la Basílica del Señor de los Milagros de Buga (1907) y la Catedral de Villa Nueva (1875-1931) en Medellín.

Otra característica determinante de esa nueva imagen consistió en las constantes intervenciones que sufrieron algunos templos coloniales, remodelaciones que se consideraron necesarias para ofrecer prestigio al acomodarse al nuevo gusto estético que requerían los modernos edificios. Entre ellos se pueden señalar las importantes reformas que sufrieron la Catedral Primada de Bogotá; el Templo de San Nicolás de Tolentino en Barranquilla, la Capilla de La Bordadita en Bogotá, la Iglesia de San Pedro Claver en Cartagena, la Catedral Primada Inmaculada Concepción de Ibagué, sumado a todo el despliegue técnico y económico que requirió la construcción de la Cúpula del Templo de Santo Domingo en Bogotá, concluida en 1891 bajo los planos elaborados por Pietro Cantini y la dirección de Eugenio López y Antonio Clopatofsky. 

En este periodo se introducen novedosas técnicas de construcción que fueron traídas por ingenieros y arquitectos extranjeros, entre ellos, Gaston Lelarge, Luis Llagostera, Charles Carré y Agustín Goovaerts. Junto con ellos se destacó la labor desempeñada por algunos de los más sobresalientes constructores, ingenieros y arquitectos colombianos: Julián Lombana, Mariano Santamaría y Arturo Jaramillo, quienes fueron acompañados por una legión de pintores, escenógrafos y ornatistas, varios de ellos fueron egresados de la Escuela Nacional de Bellas Artes; igualmente, fue importante la participación de algunos inmigrantes italianos, como Mario Lambardi, José Pratti y la Marmolería Italiana de Tito Richi, taller que emprendió numerosos trabajos en Bogotá, Medellín, Tunja, Cartagena y Barranquilla. Este despliegue artístico, que también se extendió al interior de los templos, ocasionalmente fue enriquecido con cornisamentos lisos, florones y plafones en yeso con acabados en dorado, y además de extensos trabajos de pintura al fresco con diversas representaciones, algunas de ellas ejecutadas por artistas como Ricardo Acevedo Bernal, Mauricio Ramelli y Pedro A. Quijano. Obras acompañadas por un notable repertorio de imágenes de bulto que mostraban las nuevas devociones de la nación renovada, generalmente importadas del prestigioso almacén de Roger et Chernoviz, localizado en París.La construcción de la iglesia republicana fue más que una iniciativa para efectuar mejoras materiales sobre el espacio urbano, detrás de las transformaciones se encontraba un espíritu de cambio estrechamente relacionado con una nueva sensibilidad espiritual, fuertemente influenciada por la estrecha relación de la fe y el poder. Las innovaciones introducidas en los diferentes espacios lograron mejorar considerablemente las condiciones de luminosidad, hecho que brindaba una mayor comodidad en la liturgia y facilitaba el recogimiento. Un factor determinante en la nueva arquitectura religiosa se relacionó con los recursos económicos con que contaban las feligresías y los benefactores de las obras, aspecto que permitió suprimir algunos materiales tradicionales y brindó la posibilidad de cubrir los gastos que se derivaban de la utilización de nuevos materiales como yeso, cementos Portland y Romano, hierro y vidrio plano, al igual que costosos insumos importados como las vidrieras francesas y cielos rasos metálicos.

Otra novedosa reforma material introducida con la “nueva arquitectura” fue el progresivo cambio de los viejos pisos de arcilla por listones de madera, junto con los mosaicos hidráulicos que gozaron de gran aceptación por su alta resistencia, la variedad de motivos florales y geométricos, diseños, colores y facilidad en su lavado. Estas nuevas baldosas de cemento brindaron la oportunidad de ambientes más coloridos, más vivos y menos grises, como sucedió con la Capilla de San José, localizada en el templo de San Ignacio en Bogotá.

 

 

Izq. : Iglesia de San Roque en Barranquilla. Foto Marta Ayerbe. Der.: Catedral Primada InmaculadaConcepción de Ibagué. Foto María Clara Torres.