Celebración de los 50 años de la creación del Festival Vallenato y homenaje a sus creadores, Consuelo Araújo Noguera y Alfonso López Michelsen, quienes aparecen en el afiche detrás de uno de los intérpretes, Valledupar (2017). FOTO RAÚL LÓPEZ MONCADA / CORTESÍA REVISTA ENFOQUE VALLENATO
Julio de 2017
Por :
Simón Martínez Ubárnez. Licenciado en Filosofía, Magíster en Filosofía y Letras y Especialista en Política y Administración Cultural. Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad del Zulia, Venezuela. Exdirector del Festival de la Leyenda Vallenata y mi

EL FESTIVAL DE LA LEYENDA VALLENATA

En memoria de esos acontecimientos, la región que sirvió de escenario a los sucesos de la laguna comenzó a llamarse Sabanas del Milagro. Allí se erigieron las fiestas anuales del 29 de abril que tiempo después se convirtieron en una tradición, no solo en Valledupar, sino en otras poblaciones de la región.

En Valledupar se celebra anualmente una Fiesta Grande, un festival, cuyos antecedentes están vinculados con una fiesta religiosa. En este caso, a los rituales sagrados religiosos se les adicionó un componente cultural y regional, el de la música, para darle forma a uno de los eventos festivos de la cultura popular más importantes y concurridos de Colombia: el Festival de la Leyenda Vallenata. 

Su origen está ligado a las llamadas fiestas del Milagro de la Virgen del Rosario, que desde el siglo XVI se celebraban en varias poblaciones de la región donde actualmente se encuentra el departamento del Cesar y sus actos conmemorativos se relacionaban con leyendas alusivas a los enfrentamientos que tuvieron las tribus indígenas tupe y chimila, aliadas contra los habitantes de la entonces naciente ciudad de Valledupar, a fines de abril de 1576.

La leyenda

Durante varios siglos, la tradición se ha encargado de revivir y preservar un relato que cronistas de la colonia –entre ellos Juan de Castellanos, Lucas Fernández de Piedrahita, Fray Pedro de Aguado y José Nicolás de la Rosa– consignaron en sus escritos. Los relatos coinciden en señalar que uno de los vecinos, el español García Gutiérrez de Mendoza, de quien se dice que fue uno de los primeros conquistadores y pobladores de aquella ciudad, pasó con varios amigos al hato del Cacique Uniaymo. Lo anterior con el fin de tomar algún ganado como parte de lo impuesto por los españoles a los indígenas de la región. Entre los acompañantes llevaban a un adolescente tupe de nombre Antoñuelo, a quien utilizaban como su escudero.

Cuando llegaron al hato, el jovenzuelo desapareció para encontrar al Cacique de los tupe y le contó de los azotes y otra clase de afrentas de que eran objeto los indios que hacían parte de la servidumbre en las casas de los españoles en la ciudad del Valle. Así mismo, le describió el atropello que le habían propinado a la india Francisca, a quien su patrona, por celos la hizo azotar y ordenó cortarle el cabello, un hecho considerado como una de las mayores ofensas para los nativos.

‘Las Universitarias Samarias’ en el Primer Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (1968). El Espectador, 29 de abril de 1968.  Foto Reproducida Por Christian Leonardo Mejía Arias

 

El Cacique de los tupe, lleno de ira, hizo convocar a todas las parcialidades de su comunidad que actuaron bajo el mando de Coroponiaimo o Coropomeyma y las parcialidades de los vecinos chimila, quienes se sumaron en alianza bajo el mando de su Cacique Curuniaimo o Curunayma. En la noche del 27 de abril de 1576 atacaron el hato de García Gutiérrez de Mendoza, cuya casa fue rodeada, le prendieron fuego por los cuatro costados y esperaron a que salieran los españoles de forma horrorizada, a los cuales, a pesar de la resistencia dieron muerte con sus flechas. En su orden fueron cayendo Nicolás de Mendoza, Francisco de Becerra, Juan Francisco Matamoros, su hijo Juan Ángel y el mismo Gutiérrez de Mendoza, quien murió por una flecha lanzada por el propio Antoñuelo.

Al día siguiente atacaron la ciudad y le prendieron fuego a la iglesia de Santo Domingo, que en ese entonces estaba a cargo de Fray Pedro de Palencia, quien vino a la ciudad en compañía de San Luis Beltrán y Fray Luis Vero, este último evangelizador de los indios de la Sierra Nevada. 

Aquí es donde comienza la leyenda. Los indios intentaron incendiar el convento, pero una huaricha (doncella) y dos piaches (ayudantes) quitaron las flechas encendidas que los indios dispararon y, frente a este intento fallido, los nativos desistieron y se retiraron temerosos. En ese momento, varios moradores del lugar fueron guiados por el capitán Antonio Suárez de Flórez para atacar y perseguir a los indios hasta las Sabanas de Sicarare que están localizadas hacia el sur del Valle.

En esas sabanas había una laguna cuyas aguas fueron contaminadas con barbasco (leche venenosa) por parte de los indios. La tribu se camufló. Después, los perseguidores llegaron fatigados y se abalanzaron sedientos a las aguas de la laguna para saciar su sed y con el efecto del barbasco cayeron moribundos en tierra. Los indios aprovecharon esa situación para salir de su escondite y darles a todos el golpe de gracia. 

Luego, los indios observaron que la misma huaricha del convento y sus dos piaches ayudaron a los perseguidores. Esta situación les generó a los nativos un fuerte aturdimiento y algunos perseguidores aprovecharon ese descuido de los nativos para asesinarlos y aprehenderlos. Los indios que quedaron detenidos fueron llevados a la ciudad. Ellos pidieron pasar por la iglesia del convento para darle gracias a la Virgen del Rosario, a San Jacinto y a San Pedro Mártir por la protección recibida. 

Al llegar a la iglesia del convento algo sorprendente sucedió. Los indígenas que estaban como prisioneros descubrieron que las imágenes sagradas en la iglesia pertenecían a la huaricha y los piaches, esos mismos que ayudaron a levantar a los moribundos en la laguna. Fue así que se produjo un milagro y nació la leyenda.

El Legado

En memoria de esos acontecimientos, la región que sirvió de escenario a los sucesos de la laguna comenzó a llamarse Sabanas del Milagro. Allí se erigieron las fiestas anuales del 29 de abril que tiempo después se convirtieron en una tradición, no solo en Valledupar, sino en otras poblaciones de la región.

Las celebraciones comprenden no solamente los actos religiosos, sino también la dramatización teatral de los acontecimientos. Todo esto cuenta con la participación de los habitantes de la ciudad, que por tradiciones familiares se visten a la usanza antigua y cada uno asume su papel dentro de un teatro colectivo. En esta representación artística participan más de mil actores naturales en las diferentes escenas que se presentan en las calles del centro urbano de la ciudad del 27 al 29 de abril. Además, como lo señala José Nicolás de la Rosa “es esta allí la festividad más regocijada que se hace en honor de la Virgen del Rosario, rindiéndole gracias por tan singular beneficio, que recibió de su mano aquel su devoto vecindario”.

De izquierda a derecha: Andrés Landeros, Julio de la Ossa y Lisandro Meza durante el Segundo Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (1969). El Espectador, 30 de abril de 1969. Foto Reproducida Por Christian Leonardo Mejía Arias

 

Origen del festival

Con base en estas celebraciones, en 1968 el recién posesionado gobernador del naciente departamento del Cesar, Alfonso López Michelsen, le propuso a la dirigente regional Consuelo Araújo Noguera, conocida popularmente como ‘La Cacica’, que en el programa de las festividades religiosas de la Virgen del Rosario se incluyera la música de acordeón. La idea fue secundada y apoyada por Miriam Pupo de Lacouture, el compositor Rafael Escalona y el escritor Gabriel García Márquez. Este último entabló una gran amistad con ambos, puesto que desde esos tiempos él recorría la provincia como vendedor de enciclopedias y también trenzaba parrandas memorables en La Paz, Manaure, San Diego y El Plan, apoyadas por parranderos profesionales como Toño Salas, Poncho Cotes Queruz, Andrés Becerra, Emiliano Zuleta y Bertrand Orozco.

Con base en esta idea y con pocas expectativas de trascender en el tiempo, se dio paso a la realización de la fiesta de acordeones relacionada con la celebración de las fiestas del milagro. Mucho escepticismo fue lo primero que se percibió en los círculos sociales de Valledupar cuando se enteraron de la sugerencia de López Michelsen a ‘La Cacica’, cuyas dudas se basaban en la dificultad de realizar un evento de trascendencia que contara con la música hasta ahora marginal y de poca acogida en los estratos altos. Inclusive, los estatutos de un club de la alta sociedad de la región prohibían ejecutar la música de acordeón en sus salones y algunos hasta llegaron a hacer bromas sobre la constancia que tuvo Consuelo Araujo, quien finalmente asumió el reto de hacer realidad el primer festival en 1968.

Las primeras actividades de este Festival se ejecutaron en una tarima improvisada colocada en la hoy emblemática Plaza Alfonso López. Allí se realizó el primer concurso de acordeoneros profesionales y semiprofesionales en la ciudad de los Reyes del Valle de Upar (Valledupar), conocida desde entonces como la capital mundial del vallenato. 

Sobre la creación del Festival, dijo tiempo después Rafael Escalona: 

Gonzalo 'El Cocha' Molina participando en el Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (1999). El Espectador, 30 de abril de 1999.  Foto Reproducida Por Christian Leonardo Mejía Arias

 

“A partir de entonces, nosotros, en esa tierra en donde estábamos inmersos solo en las fiestas de la cristiandad y los carnavales, comenzamos a convocar con el acordeón y la conducción dinámica de ‘La Cacica’ al mundo entero hacia Valledupar”.

Este proyecto con el tiempo superó la convocatoria de una fiesta religiosa y, como ha sucedido en otras regiones, la fiesta secular tomó el puesto de honor y logró convertir el Festival de la Leyenda Vallenata en uno de los referentes de la nación colombiana. 

Homenaje a Alejo Durán en el Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (1990). Revista Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, 1990.  Foto Reproducida Por Christian Leonardo Mejía Arias

 

Para realizar la primera versión, los preparativos fueron bien detallados. Su diseño, organización y realización empezó por convocar a los intérpretes más representativos escogidos con base en sus grabaciones musicales o por su reconocimiento social como como juglares o animadores de fiestas y parrandas. La convocatoria desarrolló todo un esfuerzo comunicativo en medio de las dificultades técnicas de hace 50 años. Esto con el fin de confirmar y facilitar la logística que garantizara la asistencia de los convocados en un momento en el cual la ciudad no tenía una buena capacidad hotelera. 

En estas primeras jornadas resultó decisiva la presentación de Alejo Durán en 1968, Primer Rey Vallenato, acompañado en el podio de ese año por Ovidio Granados y Luis Enrique Martínez, segundo y tercero respectivamente; jornadas memorables que sin imaginarlo partieron en dos la historia del folclor vallenato. 

En esta primera ocasión fue descalificado Emiliano Zuleta Baquero, uno de los concursantes favoritos en el Festival. Cabe recordar que él se creyó ganador y apoyado por sus seguidores se fue a celebrar anticipadamente mientras que era llamado para una segunda presentación, y al no presentarse fue reprobado lo que dio origen a una de las primeras grandes polémicas de este Festival. 

Desfile de las Pilanderas en el Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (2017).  Foto Raúl López Moncada / Cortesía Revista Enfoque Vallenato

 

Su consolidación

Con el paso del tiempo, el Festival fue tomando forma y prestigio. Se mejoró el aspecto organizativo y fueron creándose reglas claras y especificaciones técnicas de los distintos concursos, los cuales se han incrementado. En principio solo hubo concurso de acordeoneros profesionales y semiprofesionales. Después se introdujo el concurso de la canción Inédita, el de Piqueria; más tarde desapareció la categoría semiprofesional y aparecieron las de acordeoneros aficionados e infantiles. Luego, se consolidaron las modalidades de concurso de Acordeoneros Profesionales, Acordeoneros Aficionados, Acordeoneros Juveniles y Acordeoneros Infantiles, Canción Inédita, Piqueria y Desfiles de Piloneras. 

En algunas ocasiones se han premiado las mejores voces, el mejor guacharaquero y el mejor cajero. Y desde 1987, se realiza el concurso Rey de Reyes, entre quienes han ganado el concurso en las distintas modalidades, especialmente Acordeonero Profesional, Canción Inédita y Piqueria.

Desde sus inicios, al Festival llegaron personalidades de varias regiones, entre otros, periodistas y académicos reconocidos quienes le dieron con sus escritos una divulgación a este evento musical hasta convertirlo en un punto de encuentro social y político ligado a sus aspectos culturales. A su afianzamiento contribuyó la creación de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, constituida el 26 de abril de 1986, entidad que asumió la organización del programa a partir de su vigésima edición en 1987. 

Hoy, el Festival de la Leyenda Vallenata se consolida como el suceso musical de acordeones más importante del país que año tras año convoca a los más destacados exponentes de este género musical. Este evento también se ha fortalecido por la influencia que ha generado en el sector del comercio, la industria discográfica y turística, hasta el punto de transformarse en una gran empresa que le otorga una dinámica económica a la ciudad durante todo el mes de abril de cada año.

Es por esto, que a 50 años del nacimiento del Festival, el vallenato hace parte de la identidad de la nación colombiana.

Desfile Infantil durante el Festival de la Leyenda Vallenata, Valledupar (2017).  Foto Raúl López Moncada / Cortesía Revista Enfoque Vallenato

 

Referencias

1 De la Rosa, José Nicolás. Floresta de la santa iglesia catedral y provincia de Santa Marta. Bogotá: Banco Popular, 1975. p. 236-239.

2 Ibíd., p. 237.

3 Ibíd., p. 238.