Panorámica de Barranquilla (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950)
Octubre de 2016
Por :
Enrique Santos Molano

EL DESARROLLO URBANO

Una comparación a vuelo de pájaro entre lo que son las ciudades colombianas a 31 de diciembre del año 2000, y lo que eran a 31 de diciembre del año 1900, permite sacar la conclusión de que el desarrollo urbano en nuestro país en el siglo XX fue de alta intensidad. 
Al comenzar el siglo anterior el nombre de ciudad no correspondía a la realidad urbanística de las poblaciones colombianas que llevaban ese título. Menos podía hablarse de ciudades cosmopolitas. Nuestras principales ciudades de principios del siglo XX apenas superaban la condición de aldeas grandes. De acuerdo con resultados globales del censo realizado en 1901, en las precarias condiciones de la guerra civil, Bogotá inició el siglo con 195 mil hbts., Medellín con 86 mil, Cali con 65 mil, Barranquilla con 63 mil, Bucaramanga con 60 mil, Cartagena con 55 mil, Tunja con 45 mil, Popayán con 40 mil, Pasto con 35 mil, Santa Marta con 25 mil, Ibagué con 25 mil. No hay datos de las demás. ¿Qué población tendrían esas ciudades cien años después?

Izquierda: Panorámica de Barranquilla (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Centro: Panorámica de Bogotá (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Derecha: Panorámica de Cartagena (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950)

 

El factor del desarrollo

Según el censo general de 2005, Bogotá tiene ahora 6.778.691 hbts., es decir que en cien años su población creció 35 veces; Cali 2.075. 580 hbts., 32 veces; Medellín 2.223.660 hbts., 26 veces; Ibagué 495.246 hbts., 19 veces; Barranquilla 1.113.016 hbts., 18 veces; Santa Marta 414. 387 hbts., 17 veces; Cartagena 895.400 hbts., 16 veces; Pasto 383.846 hbts., 10 veces; Bucaramanga 509.918 hbts., 9 veces; Popayán 383, 846 hbts., 7 veces; Tunja 152.419 hbts., 4 veces.

¿Por qué Tunja tuvo un crecimiento poblacional (y al hablar de poblacional se entiende que el crecimiento de los habitantes es el indicativo de un crecimiento en los demás aspectos, incluida la pobreza) tan reducido en el Siglo XX? A los tunjanos y a los boyacenses les gusta explicar que “la desgracia de Tunja fue haber quedado tan cerca de Bogotá”. Algunos hilan más delgado y dicen que Bogotá es un barrio al sur de Tunja, y por eso la mitad de los tunjanos nativos vive en Bogotá.

Izquierda: Panorámica de Manizales (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Centro. Panorámica de Medellín (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Derecha: Panorámica de Pasto(Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950) 

 

Sin embargo la razón del estancamiento de Tunja no es la de su cercanía a Bogotá. Tunja, como las demás ciudades de bajo crecimiento en el Siglo XX, quedó atrás por sus dificultades para el suministro de agua potable, problema que enfrentó por algo más de cuatro siglos, desde su fundación en 1539 hasta comienzos de la década de los noventa del siglo pasado. Como puede verse en el recuadro, el índice de crecimiento de las ciudades colombianas en los últimos doce años (entre 1993 y 2005) indica que la capital de Boyacá pasa del último lugar en la tabla general (1901-2005) a ser la cuarta ciudad de mayor crecimiento, por encima de Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga. ¿El motivo? Desde principios de los años noventa el problema de abastecimiento de agua para Tunja quedó resuelto para muchos años gracias al descubrimiento de grandes pozos subterráneos y a las aguas del río Teatinos. Ese factor hizo que muchos de los tunjanos que por causa de la insuficiencia de agua habían emigrado a Bogotá, resolvieran regresar, y que quienes estaban pensando en irse, desistieran. Además la solución del problema de suministro de agua potable permitió que la vocación de ciudad universitaria, acariciada por Tunja tuviera pleno cumplimiento. En los últimos doce años, más de seis universidades, aparte de la antigua Pedagógica y tecnológica, han establecido sus sedes en Tunja. 
Por idéntica razón se comprende que Villavicencio sea la capital de mayor crecimiento entre 1993 y 2005. Ninguna otra tiene a su alcance tantos recursos hídricos para proveerse de agua potable por los próximos cien años, lo cual hará que para finales del Siglo XXI Villavicencio constituya una de las grandes urbes colombianas. Quibdó –la de menor crecimiento general—no ha podido resolver su problema de abastecimiento de agua, no porque carezca de fuentes hídricas suficientes, sino por la incapacidad de las sucesivas administraciones locales, nacionales y departamentales para dotarla de un buen acueducto, pero ni siquiera de uno malo. En contraste con ciudades pequeñas e intermedias (inferiores al millón de habitantes en 2005), las grandes ciudades (más de un millón de habitantes) han perdido su ritmo de crecimiento debido a que su capacidad de suministro de agua potable podría estar en el límite.

Izquierda: Panorámica de Santa Marta(Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Centro: Panorámica de Cucuta (Fotos y grabados de Rober Gershman 1949 - 1950). Derecha: Tunja (Fotos y grabados de Rober Gershman 1950)

 

Colombia no ha desarrollado en el siglo XX una megaurbe, como es el caso de Ciudad de México, Buenos Aires o Sao Paolo, en Latinoamérica. Y lo deseable no es tenerlas. Las megaurbes o megalópolis estarán en graves problemas cuando el excesivo número de sus habitantes comience a resentir la falta de agua. De hecho las grandes urbes de Europa hace ya décadas que, para evitar el colapso urbano, le pusieron freno al crecimiento demográfico de las megaciudades y fomentaron el desarrollo de las ciudades intermedias, lo cual les ha permitido conservar e incrementar en las unas y en las otras una elevada calidad de vida urbana.
De todos modos es un hecho que el mayor o menor desarrollo urbano, o mejor, la mayor o menor calidad de la vida urbana, son directamente proporcionales con la mayor o menor capacidad de abastecer de agua potable a las ciudades. En uno de los fascinantes programas de History Channel, al explicar las razones que le permitieron a Roma convertirse en una ciudad imperio se expresa que “la causa del poderío de Roma, y de su asombroso crecimiento obedeció a que tenía en abundancia un elemento del que las demás carecían: el agua. Por eso los romanos construyeron aquellos enormes acueductos, colosales obras de ingeniería, que hoy permanecen en pie como un monumento al poder del ingenio humano, y como una advertencia de que, sin agua, la vida simplemente se acaba”.

La fisonomía de las ciudades

A partir del suministro de agua se determina el resto de los servicios públicos con los que se delinea la fisonomía urbana: energía, comunicaciones, aseo, transportes, circulación, cultura, entretenimiento, etc., pero quienes dibujan el rostro físico de una ciudad son los ingenieros y los arquitectos. La república conservadora (1914-1930) brindó importantes obras de arquitectura y de ingeniería en ciudades como Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla, aunque la falta de un plan regulador del desarrollo urbano produjo un crecimiento desordenado y a ratos caótico, pues los servicios públicos no crecieron con la misma rapidez y volumen de la población, y a finales de la década de los veintes hicieron crisis ante la incapacidad de atender la demanda. La República Liberal entró a poner orden en una situación caótica que amenazaba con colapsar la vida urbana. La administración Olaya Herrera trajo en 1934 al urbanista vienés Karl H. Brunner para trazar el Plan Regulador de Bogotá y estudiar un plan general de regulación urbana aplicable a las ciudades del país. Brunner dictó su primera conferencia sobre desarrollo urbano para la capital de la república en octubre de 1935, y en octubre de 1937 convocó la Primera Conferencia Nacional Urbanística, donde presentó con carácter oficial el Plan Regulador Urbano de Bogotá, y un estudio sobre el avance urbanístico de las principales ciudades colombianas –Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena y Bucaramanga—de acuerdo con las recomendaciones formuladas por él entre 1934 y 1935.

La ciudad que presenta en esos años una mejor proyección arquitectónica es Barranquilla, con hoteles espléndidos como el hotel del Prado, barrios residenciales de bellísimo trazado y edificios de diseño muy original. La terminación de las obras de Bocas de Ceniza convirtió a Barranquilla en el principal puerto colombiano y en una de las ciudades de aspecto más agradable. Por desgracia los ingenieros no han podido resolver un problema mayúsculo: la absoluta insuficiencia de su sistema de alcantarillado, incluso ni siquiera es un sistema, que ha sido y sigue siendo el gran dolor de cabeza de la Puerta de Oro de Colombia.

Izquierda: Plaza de Bolívar en Bogotá. (Foto Julio Sanchez, 1937). Centro: Universidad de antioquia, Medellín. (Foto y grabado de Robert Gershman, 1949). Derecha: Paseo Bolívar en Barranquilla, 1938 (Archivo el Duende)
 

 

Bogotá representó, gracias a la asesoría del profesor Brunner y a la eficiencia de las administraciones liberales, un fenómeno de desarrollo urbano en la década de los treinta, que se proyectó casi hasta terminar los años sesenta. Ello no impide acotar que fueron administraciones liberales las que permitieron la destrucción de dos monumentos arquitectónicos irremplazables de la capital colombiana, uno de ellos con profundo significado histórico. El edificio del Convento de Santo Domingo (por la administración Eduardo Santos, en 1939), y el de la Universidad Pedagógica (por la administración Lleras Restrepo, en 1967).
Paralelo a la Conferencia Nacional Urbanística se reunió en Bogotá, en octubre de 1937, el Tercer Congreso Bolivariano de Ingenieros, y recomendó varias medidas, acordes con lo expuesto por el profesor Brunner en el Plan regulador de Bogotá. Entre ellas “recomendar a los gobiernos de las repúblicas bolivarianas que dicten las providencias necesarias para que en los planes reguladores de las ciudades se contemple de manera especial la necesidad de conservar el ambiente tradicional de ellas, relievando sus antiguos monumentos históricos y adoptando estilos de edificación a tono con ese ambiente de rico abolengo. Acordar la conveniencia de fijar algunas máximas de edificación dentro de un criterio que impida la formación de barrios de excesiva concentración y faltos de aireación y de luz. Acordar la conveniencia de que los barrios residenciales se formen con inclusión de los jardines particulares que aumentan las áreas libres. mejoran las condiciones de vida y la estética urbana”.
La estética urbana de Bogotá se venía desarrollando dentro de esos parámetros, ya trazados por el profesor Brunner desde 1935, y lo mismo ocurría en las otras grandes capitales, sobretodo, como se dijo, en Barranquilla. Ese criterio sano se mantuvo intacto hasta finales de los años sesenta, en que irrumpió, como la explosión devastadora de un volcán, una nueva modalidad copiada, como es natural de los Estados Unidos: los conjuntos cerrados. Y, a partir de 1976, los centros comerciales. Esos factores nuevos cambiaron, para mal, la fisonomía de las ciudades colombianas. De urbes que eran, con recia personalidad, pasaron a ser urbes anodinas, el crecimiento dejó de estar al servicio de la ciudad y la ciudad se puso al servicio del crecimiento. O, dicho en palabras menos suaves, el desarrollo urbano se volvió el negocio de unos cuantos particulares.

Izquierda: Calle residencial del Prado en Barranquilla, 1938. Centro: Edificio sede del club Barranquilla, hoy demolido. Derecha: Barrio Teusaquillo de Bogotá. (Foto Julio Sánchez. 1936).

 

La Red de circulación

Sir Norman Foster, el gran arquitecto británico, ha dicho que “el secreto de la vida de una ciudad está en su red de circulación”. Lo mismo para un país. Las ciudades necesitan que sus habitantes puedan desplazarse con rapidez de un sitio a otro, y encontrar siempre una conexión fácil y expedita para movilizarse en la dirección que necesiten. Sir Norman, al emprender esa extraordinaria remodelación del Museo Británico conocida como la Gran Sala (The Great Court at the British Museum), la efectuó de tal forma que el visitante entra al Museo sin perder su conexión con la calle. Como se concibió la Gran Sala el British Museum quedó integrado a la red de circulación de la ciudad. En el organismo humano la sangre necesita circular con fluidez por todo el cuerpo todo el tiempo, para que el cuerpo no se atrofie, así en el organismo de la ciudad es indispensable que la circulación de los habitantes, que son su sangre, pueda ser fluida en toda la urbe todo el tiempo; pero esto, por ejemplo, no ocurre en Bogotá, donde la fluidez de la circulación, por la reglamentación absurda del tránsito y la disposición inverosímil de las vías, no existe. Las normas del transito en Bogotá parecen destinadas a conseguir que el ciudadano pierda su tiempo en la forma más lamentable, y hacen que la ciudad aparezca como un organismo atrofiado, con el movimiento lento y tardío, pero no pausado, de un anciano de la quinta edad. 

Izquierda: Barrio Teusaquillo de Bogotá. (Foto Julio Sánchez. 1936). Centro: Barrio las Cruces de Bogotá. (Foto Julio Sánchez. 1938). Derecha: Popayán (Banco Colombiano de fotos, 1998)

 

Las ciudades colombianas tendrán que implementar sistemas de transporte que permitan un rápido ir entre vecinos próximos o menos próximos. Trenes de cercanías y de lejanías, metro, tren bala. Y esto no es para planes a largo plazo. Llevamos por lo menos diez años de atraso en adoptar esos medios de transporte.

Izquierda: Pasto (Banco Colombiano de fotos, 2000). Centro: Salamina, Caldas (Banco Colombiano de fotos, 1998). Derecha: El metro de Medellín(Banco Colombiano de fotos, 1998)

 

El metro cable de Medellín(Banco Colombiano de fotos, 1998) 

 

Y siempre el agua

En otro recuadro reproducimos un editorial publicado por el diario El Tiempo de Bogotá, de 10 de septiembre de 1937, en el que se llama la atención sobre un grave problema nacional: los árboles y el agua. Hoy tiene esa nota una extraña actualidad, porque si bien en las décadas de los cincuenta a los ochenta el país puso su empeño en recuperar la arborización y en proteger los recursos hídricos, de unos años para acá nos lanzamos a la paulatina destrucción de los recursos naturales, en primer lugar de las fuentes de agua, en una fiebre depredadora que podría provocar en plazo no muy largo una peligrosa escasez de agua. Aunque el artículo se refiere a los efectos nocivos de la destrucción de las fuentes de agua sobre el campo y la agricultura, no debemos perder de vista que el suministro de agua a las ciudades viene de las mismas fuentes que riegan los campos.