Colegio mayor san bartolome
Agosto de 2018
Por :
HUGO DELGADILLO*Historiador. Magíster en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad

EDIFICIOS REPUBLICANOS PARA LA EDUCACIÓN

El periodo posterior a la lucha emancipadora de la Corona española se caracterizó, entre otros aspectos, por la reorganización de la estructura social, económica y política de la nueva nación. Estos cambios no fueron ajenos al campo educativo, que paulatinamente sufrió numerosas modificaciones en los métodos y formas de enseñanza, hecho que se hizo evidente con las reformas formuladas por los liberales radicales de mitad de siglo XIX. Estas, más tarde, fueron modificadas como parte del programa centralista del Estado Regenerador, momento en el que se adelantó un cambio en la organización de la educación mediante la Ley 10 de marzo 25 de 1880, con la que se promovió la creación del Ministerio de Instrucción Pública (hoy Ministerio de Educación), organismo que permitió la organización y expansión del panorama educativo. Además expidió la Constitución de 1886, y un año después formalizó la firma del Concordato con la Santa Sede, cuando se reconoció a la religión católica como religión oficial de la nación, igualmente impulsó la consolidación de la hegemonía pedagógica religiosa en Colombia.

Otras acciones específicas a favor de la divulgación de la educación de fin de siglo incluyeron el denominado Plan Zerdá de 1893 que marcó los lineamientos de los programas de educación para las siguientes décadas en el país. Por otro lado, gradualmente se materializó el vínculo entre el conocimiento científico y la tradición artesanal, iniciativa que se reveló más tarde con el proyecto de las Escuelas de Artes y Oficios. Adicionalmente se enviaron emisarios al exterior para indagar y explorar los sistemas y referencias de educación en Europa y Estados Unidos, para adecuarlas a las necesidades locales iniciativas que entre otras medidas buscaban la inclusión de las capas sociales marginadas y solucionar el analfabetismo presente en gran parte de la población.

El nuevo proyecto educativo desarrollado durante los años de 1840-1930 en el país, cronológicamente estuvo enmarcado por el influjo de la denominada arquitectura de época republicana, que ejerció una fuerte influencia material y técnica preferentemente de Francia e Inglaterra. Su desarrollo fue pausado y accidentado, puesto que sufrió múltiples reveses por causa de conflictos civiles, por la precaria situación económica del país que se experimentó durante el siglo XIX, junto con la presencia esporádica de mano de obra especializada y técnica, por lo que fueron contadas las obras de envergadura que se realizaron en el país, hecho determinante en la vigencia de la arquitectura practicada en el periodo colonial que se impuso durante varias décadas más.

De este modo, no es extraño que tanto la educación pública como la privada desarrollaran inicialmente sus labores en locales inapropiados que conservaban mayoritariamente sus características de origen colonial o, en su defecto, en inmuebles ligeramente remodelados donde se buscaba conceder físicamente un aspecto más acorde con ideas de lo que se consideraba innovador, como aconteció con los colegios de Ricardo Carrasquilla en Nemocón y José Vicente Concha de Bogotá.

Patio principal del Instituto La Salle, Barranquilla. Foto Marta Ayerbe.
Patio principal del Instituto La Salle, Barranquilla. Foto Marta Ayerbe.

 

El Decreto 9º de septiembre de 1861, promovido durante el Gobierno del General Mosquera, cumplió la disposición de la desamortización de bienes de manos muertas, que consistió en trasladar las diferentes propiedades del clero al Estado, faena que hizo que conventos y monasterios fueran destinados y aprovechados para cumplir la función administrativa pública del Estado. Otros de estos inmuebles fueron destinados como sedes permanentes de algunos centros de enseñanza, tal fue el caso del convento de Santa Inés en Bogotá, que fue adecuado para la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.

Estas edificaciones regularmente se caracterizaron por sus numerosas deficiencias físicas y la constante demanda de recursos económicos para su mantenimiento. A lo que se sumaba el deterioro y reformas producidas con motivo de los conflictos y sucesivas guerras civiles de los años de 1876, 1885 y 1895, por lo cual temporalmente fueron utilizados también como hospitales y cuarteles militares, como en el caso del convento de La Enseñanza que previamente a la Guerra de los Mil Días (1899-1902) alojaba la Escuela Nacional de Bellas Artes.

Durante el decenio de 1870 arribaron al país diversas congregaciones y comunidades religiosas, entre las que se encontraban las Hermanas de La Caridad, los Hermanos Maristas, los Padres Salesianos y los Hermanos Cristianos, las cuales, además de cumplir una meritoria labor social, brindaron aportes a la enseñanza y mejoraron las condiciones de la educación privada. Algunos de los edificios escolares que establecieron repitieron el esquema tipo claustro; entre ellos se pueden mencionar la construcción y ampliación del Colegio Mayor de San Bartolomé hechas por Carlos Camargo, junto con el Colegio de María Auxiliadora, los edificios escolares de Sans Façon de las Hermanas de La Presentación en Bogotá y el Colegio Biffi de Barranquilla.

Durante la administración del presidente Rafael Reyes fue creado, en 1905, el Ministerio de Obras Públicas, que contribuyó al impulso que experimentó la infraestructura nacional, hecho que se materializó con la construcción de aduanas, mercados públicos y edificios nacionales. Simultáneamente comenzó el desafío y la necesidad de promover el diseño y construcción de edificios destinados de manera exclusiva para escuelas, colegios y algunas facultades de universidades.

 

Facultad de Matemáticas e Ingeniería, hoy Museo Militar, Bogotá. Fuente: Colección Hugo Delgadillo. Frontispicio del Colegio de Boyacá, Tunja. Fuente: Tunja: iv Centenario 1539-1939. Novara, Instituto Geográfico de Agostini, 1939.
izquierda Facultad de Matemáticas e Ingeniería, hoy Museo Militar, Bogotá. Fuente: Colección Hugo Delgadillo. Derecha: Frontispicio del Colegio de Boyacá,Tunja. Fuente:Tunja: iv Centenario 1539-1939. Novara, Instituto Geográfico de Agostini, 1939.

 

Los proyectos tipo para las edificaciones escolares fueron la materialización de décadas de espera para la innovación en el campo de la educativo, así, los modelos elegidos impusieron su huella sobre el escenario urbano y se consideraron representantes del espíritu moderno de la nación que surgió con la adopción material de conceptos como progreso, estética, bienestar y de las disposiciones que exigía la higiene y salubridad escolar.

 Asimismo, la reciente arquitectura escolar presentó un doble significado de ruptura ya que fue empleada como un medio que permitió el cumplimiento de las disposiciones legales y técnicas para fomentar la ejecución de las políticas y estatutos escolares y, además, se consideró como un verdadero bastión que permitió revelar la pausada transformación que comenzaban a experimentar diferentes centros urbanos y regiones del país. Igualmente fue utilizada para reafirmar la presencia del Estado en las regiones más aisladas.

Su construcción fue lenta y gradual, en parte por la necesidad de eliminar la apariencia y tipología propia de la construcción colonial, y también por la ardua labor encaminada a romper el esquema distributivo y volumétrico de los tipos anteriormente empleados. Entre los primeros testimonios de cambio se encuentran una escuela que funcionaba en la parroquia de Las Nieves en Bogotá y el Colegio San Simón de Ibagué.

La renovación de la imagen pública de los edificios escolares se presentó como resultado de un eclecticismo historicista caracterizado habitualmente por la sobreposición de diversos estilos entre los que se encontraban el románico, el neogótico y el art nouveaux. Inmuebles que también fueron revestidos con elaborados trabajos de ladrillo a la vista, sillería en piedra, materiales de construcción importados como láminas de zinc para cielos rasos. Estas propuestas ocasionalmente contaron con la participación del ornatista suizo Colombo Ramelli y de los escultores Félix María Otálora y Joselyn Rodríguez. Artistas que estuvieron acompañados por Moisés Bernal en Bogotá y Alejandro Esquiavia en Cartagena, hábiles maestros que pese a su importante labor desaparecieron íntegramente de los anales de historia.

Los lineamientos para las edificaciones escolares en lo posible van a responder a los modelos de enseñanza, estos equipamentos revelaron el espíritu de su destinación pedagógica que se hizo evidente en sus cuerpos centrales, asimismo en sus áticos y frontones se instalaron sendos trabajos de ornamentación y cantería con los que se representaban el escudo nacional o motivos alegóricos relacionados con su función; fue el caso de la Facultad de Matemáticas e Ingeniería, desarrollada por los ingenieros Alberto Tanco Borda y Arturo Jaramillo en Bogotá, y el Colegio de Boyacá en Tunja (ca. 1914).

Universidad de Antioquia, Medellín.Escuela República Argentina, hoy Colegio Policarpa Salavarrieta, Bogotá. Foto María Clara Torres.
Universidad de Antioquia, Medellín. Escuela República Argentina, hoy Colegio Policarpa Salavarrieta, Bogotá. Foto María Clara Torres.

 

Adicionalmente se presentó un predominio del lenguaje neoclásico que se implantó como representación de lo moderno que fue empleado en algunos edificios que se destacaron por mostrar mayor escala, espacialidad y racionalidad sobre el espacio urbano y por tomar distancia de las construcciones vetustas heredadas del régimen colonial, como sucedió con la huella que impuso el proyecto de la Facultad de Medicina y Ciencias Naturales en Bogotá (ca.1916-1934).

Las reflexiones surgidas de la relación entre pedagogía moderna y arquitectura, de cierta manera marcaron el camino de una etapa que ofreció a la comunidad educativa comodidades y ventajas anteriormente desconocidas. Por ejemplo, la introducción de amplios salones de clase, óptimas condiciones de ventilación, mayor luminosidad en los espacios interiores, puertas ventanas, salas para bibliotecas, salones de estudio, laboratorios, guardarropas, salas para el profesorado y un reciente mobiliario (sillas y pupitres apropiados); además de la noción del espacio libre para la recreación que incluyó prados, jardines y patios, gimnasios, adecuados baños y albercas para entretenimiento. Ejemplos de ello fueron el Colegio del Sagrado Corazón de La Magdalena de Pietro Cantini, el edificio escolar modelo República Argentina de Julio Vergara y Vergara junto con Alberto Manrique Martín en Bogotá (1918) y la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquía de Agustín Goovaerts (1927).

Otros destacados ejemplos de edificios escolares innovadores del periodo republicano que, sin importar su respectiva escala, respondieron adecuadamente a corrientes pedagógicas como la Escuela Nueva y a los modelos de construcciones escolares de enseñanza impartidos por las Escuelas Normales, además de la formación industrial y agrícola, demandaron innovadoras prácticas académicas e instalaciones que permitieran la adecuada implementación de estas formas de pensamiento. Entre los proyectos que expresaban este espíritu se pueden mencionar: el Asilo de Niños de San Antonio obra de Julián Lombana (ca.1911); el Gimnasio Moderno de Robert Farrington (1914), la Escuela Central de Artes y Oficios en Bogotá, el Instituto Pedagógico (1926) en Chapinero, la Escuela Agronómica de San Jorge en Ibagué (ca.1922), la Antigua Normal de Varones, –hoy Conservatorio del Tolima– en Ibagué (ca. 1921), el Noviciado Menor o Escuela Normal de los Hermanos de La Salle, construido por Luis M. Ferreira (1919), y la Escuela Modelo Municipal de Cartagena (ca.1925-1927) proyectada por Gaston Lelarge.

Escuela Normal de Varones, hoy Conservatorio del Tolima, Ibagué. Foto Miguel Ángel Delgadillo.Escuela Agronómica de San Jorge, hoy Conservatorio de Ibagué Amina Melandro de Pulecio, Ibagué. Foto Miguel Ángel Delgadillo.
izquierda: Escuela Normal de Varones, hoy Conservatorio del Tolima, Ibagué. Foto Miguel Ángel Delgadillo. Derecha: Escuela Agronómica de San Jorge, hoy Conservatorio de Ibagué Amina Melandro de Pulecio, Ibagué. Foto Miguel Ángel Delgadillo.

 

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