Julio de 2019
Por :
Juan David Montoya Guzmán* Historiador, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Doctor en Historia, Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Profesor Asociado, Departamento de Historia. Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

BUENAVENTURA

Buenaventura ha debido afrontar asaltos, abandonos, traslados e incendios. Su historia está constituida por contradicciones: pobreza y riqueza; comercio y contrabando; aislamiento y conexión.

Buenaventura se consolidó en las últimas décadas del siglo XX como el principal puerto de Colombia. A partir de entonces, allí arriban mercancías provenientes de todos los lugares del mundo y se exportan productos que llegan desde el interior del país. Desde su establecimiento en la primera mitad del siglo XVI, Buenaventura ha debido afrontar asaltos, abandonos, traslados e incendios. Su historia está constituida por contradicciones: pobreza y riqueza; comercio y contrabando; aislamiento y conexión. Todo esto se mezcla en una ciudad que tiene una posición geográfica estratégica que le permitiría convertirse en la capital del Pacífico colombiano.

Puerto de Buenaventura, 1821Archivo General de la Nación,Mapas y Planos 4, 49A

 

Antes de Buenaventura

La historia de Buenaventura no inicia con la llegada de los primeros europeos a su litoral, en el siglo XVI. En realidad, se remonta por lo menos al 3.000 a. de C., cuando grupos de cazadores y recolectores recorrieron la estrecha franja de llanuras y colinas que los geógrafos denominan tierras bajas del Pacífico. Es posible que esas primeras sociedades provinieran del istmo de Panamá y se dedicaran a la recolección de frutos, la caza y la pesca. En cuanto a su número, este variaba según la cantidad de recursos disponibles. Hacia el año 1.000 a. de C., estos grupos pasaron a conformar cacicazgos.

 

Puerto y bahía de Buenaventura Eduardo Acevedo Latorre (comp.), Geografía Pintoresca deColombia. La Nueva Granada vista por dos viajeros franceses del siglo XIX (Charles Saffray y Edouard André), Litografía Arco, Bogotá, 1968, p. 51.

 

Cuando los primeros españoles irrumpieron en las costas del litoral del Chocó, encontraron sociedades indígenas regidas por poderosos caciques que mantenían guerras entre sí y que ejercieron una tenaz resistencia a los invasores cristianos. Los documentos más antiguos, escritos por Pascual de Andagoya, afirman que en la bahía de Buenaventura no había indios, debido a que posiblemente habían huido ante la invasión de sus tierras. Sin embargo, a finales del siglo XVI, los expedicionarios españoles mencionan a los indios chilomas, cagazirbes, burgalandetes, guerbaros, perres, paripasos y timbas como habitantes de la bahía y los ríos comarcanos.

Pese a la exuberancia del paisaje, que prometía riquezas mayores a las de Centroamérica y Urabá, las tropas de Francisco Pizarro y Diego de Almagro no se asentaron en la zona. Fue necesario esperar a que a Andagoya se le concediera la conquista de una gobernación que se tituló como del Río San Juan en 1539, territorio que abarcaba desde el golfo de San Miguel, al norte, hasta el río Micay, al sur. El lugar elegido como epicentro para empezar el poblamiento hispánico fue una profunda y espaciosa bahía que Andagoya bautizó como Buenaventura. Según el conquistador, se trataba del “mejor” puerto que había en el mundo, pues podía dar abrigo hasta a mil navíos.

 

Panorámica del Malecón Bahía de La Cruz, Buenaventura, 2018. (izq. y abajo)

 

Los orígenes del puerto

 

En 1540, el gobernador Andagoya le encargó a su capitán Juan de Ladrillero la fundación la ciudad de Buenaventura, en el cauce bajo del río Anchicayá. Es decir, se trataba de un puerto fluvial y no marítimo. Los primeros años de vida del nuevo centro urbano no fueron fáciles. Los españoles soportaron con pesadumbre el rigor del clima, la existencia de insectos y otros animales, la escasez de alimentos y el ataque casi cotidiano de los indios de la región. En 1542, los pocos vecinos de Buenaventura escribieron a las autoridades de Popayán a las que solicitaron socorro, pues no podían “sustentar” la ciudad debido a que los indios los atacaban constantemente. El teniente Juan de Cabrera envió ayuda desde Cali, pero con la condición de que se despoblara la ciudad de Buenaventura, tal y como se hizo. Al parecer, el puerto siguió funcionando, pues en la década de 1550 se reglamentó el trabajo de los indios que cargaban a sus espaldas pesados fardos con mercancías y pasajeros entre Buenaventura y Cali. Unos ciento cincuenta kilómetros separaban a Cali de su nuevo puerto. Aunque era dificultoso el viaje, la mitad del trayecto se hacía en canoas a través del río Anchicayá o el río Dagua.

El desarrollo de la minería aurífera en las provincias de Antioquia y Popayán provocó la demanda de mercancías europeas e impulsó la aparición de una economía colonial. Por Buenaventura ingresaban esclavos negros, textiles, artículos varios y alimentos. A su vez, salían oro, azúcar y carne cecina, los cuales se transportaban hasta Panamá. No obstante, en 1597, 1601 y 1603, los indios noanamaes incendiaron el puerto, y el camino dejó de ser transitable.

En el transcurso del siglo XVII, las elites caleñas se interesaron en mantener abierto el puerto de Buenaventura. Las ventajas eran notables. Mientras que de Cali a Cartagena había tres meses de penoso recorrido, desde Cali hasta Panamá había quince días de viaje. Desde Buenaventura también se podía navegar hacia el sur, principalmente hacia Guayaquil, Paita o El Callao. Para ese entonces, Buenaventura se había convertido en un fondeadero secundario, pues su actividad era menor a la de los puertos peruanos o novohispanos.

Sin embargo, la importancia estratégica del lugar motivó a que, en 1639, Jerónimo Paneso pretendiera crear la tenencia de Buenaventura. Por primera vez se pensó en independizar el puerto de Cali y otorgarle una jurisdicción que abarcara el territorio entre los ríos Saija al sur y el río San Juan del Chocó. Paneso se comprometió a mantener abierto el camino desde Cali hasta el Océano Pacífico, fundar una ciudad, construir bodegas y reducir a los indios de la región. Ninguno de los planes del avezado conquistador se cumplió.

Durante lo restante del periodo colonial, Buenaventura siguió siendo el principal puerto del Nuevo Reino de Granada sobre el Océano Pacífico. El descubrimiento de yacimientos auríferos en los ríos Raposo, Dagua, Anchicayá y Cajambre permitió que se establecieran reales de minas explotados por esclavos negros e iniciara una incipiente colonización de la zona. Como en otras regiones de las tierras bajas del Pacífico, el encuentro de tres grupos distintos: indígena, africano y español produjo una nueva sociedad en la que cada uno de estos grupos aportó para su configuración.

Panorámica de los muelles del puerto de Buenaventura, 2019.

 

Un nuevo puerto para una vieja bahía

 

Tal como lo sabían los funcionarios españoles del ocaso del periodo colonial, Buenaventura era un punto estratégico para el imperio hispánico. Se trataba del puerto más septentrional del Pacífico suramericano y conectaba la zona minera del Chocó con la agrícola y ganadera de la gobernación de Popayán. Durante la Independencia, Buenaventura se convirtió en un lugar importante para la guerra, pues era el punto de partida o llegada de las tropas que pretendían salir al Caribe a través de la ruta de los ríos San Juan y Atrato.

En 1823 se creó la provincia de Buenaventura, conformada por los cantones de Raposo, Micay, Iscuandé y Barbacoas. La capital escogida fue Iscuandé, pero la entidad administrativa se disolvió en 1835, cuando Buenaventura pasó nuevamente a depender de Cali. Así se frustró un proyecto que habría podido consolidar la provincia del Pacífico sur, una región que comparte características geográficas, sociales y culturales. En 1827, el puerto de Buenaventura se trasladó a la isla de Cascajal, donde se erigió como villa, con el fin de incentivar la colonización de la zona y asegurar la conexión de la naciente república de Colombia. Al tiempo que ocurrían estos cambios administrativos, se estaban produciendo otras transformaciones importantes. La abolición de la esclavitud acarreó un proceso de poblamiento negro a lo largo de los ríos que descienden de la Cordillera Occidental. La colonización se vio reforzada con el inicio de ciclos extractivos, principalmente de caucho, tagua y maderas, y se continuó con la extracción de oro y platino. Esto produjo que Buenaventura aumentara su densidad demográfica y su importancia económica.

Desde mediados del siglo XIX, el coronel Agustín Codazzi recomendó infructuosamente la construcción de una línea ferroviaria y de un camino que uniera a Buenaventura con Buga. Pero fue necesario esperar hasta 1915 para que se construyera el Ferrocarril del Pacífico, que unió a Cali, capital del nuevo Departamento del Valle del Cauca, con el puerto del Pacífico. En 1928 se edificó un muelle portuario y, en 1945, se culminó la carretera. Estas intervenciones estatales fueron respuestas a la apertura del canal de Panamá en 1914 (que modificó los flujos comerciales), al desarrollo de la industria cafetera y azucarera y al aumento demográfico en todo el occidente colombiano.

El progreso comercial de Buenaventura trajo consigo problemas sociales. Desde los inicios del siglo XX, el puerto se ha convertido en un receptor de oleadas de inmigrantes provenientes del Chocó y del sur Pacífico, hechos que la convirtieron en una urbe con un crecimiento descontrolado y sin una planificación que mitigue los impactos de esa transformación. Actualmente, la ciudad cuenta con casi medio millón de habitantes, la mayoría de ellos con las necesidades básicas insatisfechas. También, presenta altos índices de violencia, producto del conflicto armado y del narcotráfico. Todo esto, a pesar de que debería ser un lugar de principal atención, debido a su importancia económica, social e histórica.

 

BUENAVENTURA FOTO JUAN B. DÍAZ EL TIEMPO

 

Referencia bibliográfica

 

  1. Archivo General de Indias (AGI, en adelante), Santa Fe, 93, Nº 42, f. 1029r y Quito, 16, R. 12, N° 38ª, ff. 1r-2r.
  2. “Carta del Adelantado Pascual de Andagoya dirigida al emperador Carlos V sobre su partida de Panamá y prosecución de su viaje y reconocimientos hasta Cali”, en Relaciones y Visitas a los Andes. S. XVI, 6 vols., Hermes Tovar Pinzón (ed.), Biblioteca Nacional / Colcultura / Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, Bogotá, 1993, t. 1, 189.
  3. Kathleen Romoli, “El descubrimiento y la primera fundación de Buenaventura”, Boletín de Historia y Antigüedades 49: 567, 568, 569 (1962), 116-117.
  4. Archivo Central del Cauca (ACC, en adelante), Libro 1º de Acuerdos, 1541-1572, f. 9v.
  5. AGI, Santa Fe, 128, Nº 5, f. 2r y Jaime Arroyo, Historia de la Gobernación de Popayán. Seguida de la cronología de los Gobernadores durante la dominación española [1907], 2 vols., Biblioteca de Autores Colombianos, Bogotá, 1956, t. 2, 166-167.
  6. ACC, Colonia, Civil III – Gobierno 24, sig. 9646, ff. 12v-13r.
  7. Oscar Almario G., “¡Ay mi bello puerto del mar, mi Buenaventura! La larga historia del desencuentro entre el puerto y la ciudad y entre la región y el país”, Posiciones 1 (2007), 12.