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Cuando el lector toma en sus manos un ejemplar de la tercera novela de María Cristina Restrepo y lee los textos de las solapas puede pensar en primera instancia que se trata de otro libro más sobre las guerras del narcotráfico en Medellín.

En la obra de Ricardo Silva Romero hay varias influencias visibles: la música de Paul Simon y The Beatles, la literatura de Paul Auster, Richard Ford, Raymond Carver, el cine de Woody Allen, Alfred Hitchcock, Martin Scorsese (y la lista continúa) o la pintura de Vincent Van Gogh (la portada de Sobre la tela de una araña, su primer libro publicado, está ilustrada con la habitación del pintor). Eso, sin embargo, no es todo.

Si alguien intentara definir con cuatro palabras el periodismo colombiano de revistas de los primeros años de este nuevo milenio, podría simplemente decir que tiene cuerpo de mujer. Por una extraña coincidencia que sin duda hará sonreír a Florence Thomas y a todo el ejército de feministas del país, la primera década del siglo XXI podría estar marcada por una nueva camada de exitosas periodistas que ahora rigen el destino de las publicaciones de cultura y entretenimiento.

Inundaciones, sequías, huracanes, olas de calor y frío, nubes de mosquitos, plagas y epidemias, pérdida de cosechas, tsunamis, hambrunas… una situación climática de dimensiones apocalípticas que en los próximos cincuenta años podría acabar con un millón de especies animales y vegetales. Al menos eso asegura un informe científico de la Universidad de Leeds, Inglaterra, publicado recientemente por la revista Nature.

Preguntar sin parar. Curiosear con ingenuidad, con asombro, con la capacidad de sorprenderse y con la intención de descubrir, aun cuando algunos piensen y otros quieran hacer creer que en un planeta con más de 4.000 millones de años ya todo está inventado.

Nada más levantarse, prende el computador, abre las páginas de los periódicos y revistas colombianas y lee todo con avidez esperando encontrar algún indicio relacionado con su hijo. Han pasado ocho años y Aída Villamil sigue aguardando una señal que confirme que los secuestradores de Mahmud lo mantienen vivo.

 Mahmud Salem

Equipados apenas con martillos y brújulas, una muda de ropa en el morral y mucha curiosidad científica, unas cuantas decenas de geólogos recorren aquella Colombia sin carreteras, olvidada de Dios y de los hombres, donde cualquier perdonavidas con un fusil de asalto puede cambiarles su destino.
Su misión, que decidieron aceptar con agrado, es encontrar petróleo, pues no sólo su propio futuro sino el del país dependen de dar con un gran yacimiento de oro negro de buena calidad.

Varias de ellas están empeñadas en la creación de más programas doctorales que les permitan a los colombianos tener un mayor campo de acción dentro de los centros investigativos o industriales del país.

Portada de la edición de aniversario de la revista ´Smithsonian` junto al libro de George Friedman que han sido un fenómeno de ventas. 

Aunque resulta difícil sacarle una sonrisa –ni hablar de una carcajada– Frank Kanayet es un hombre positivo hasta el extremo. Si no estuviera metido hasta la cabeza en el mundo del petróleo, en este momento podría llenar teatros enteros a punta de consejos de superación personal o de formas de salir de la crisis. Y la palabra que más repetiría sería esta: riesgo. La usa para describir cada uno de sus negocios e ideas. Para dar lecciones. La nombra y le brillan los ojos.